Saludo: El misterio de la adopción

Muy buenas tardes, amados amigos y hermanos presentes aquí en Lago Agrio, República del Ecuador. Es para mí una bendición grande estar con ustedes nuevamente… ¿Ya hace cuánto tiempo habíamos estado aquí? Cerca de dos años habíamos estado con ustedes. Y para mí es un privilegio estar de nuevo con ustedes, para pedirle a Cristo Sus bendiciones sobre cada uno de ustedes:

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes, y les bendiga espiritualmente y materialmente, les prospere espiritualmente y materialmente, y les use espiritualmente y materialmente también en Su Obra; y se complete acá en esta área el número de los escogidos de Dios pronto, y pronto se complete también todo el Cuerpo Místico de Cristo, y seamos transformados y llevados a la Cena de las Bodas del Cordero. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Nos dice San Pablo en su carta a los Romanos… Es un saludito, pero vamos a leerlo aquí, aquí algo, a leer siempre algo de la Palabra. Dice [Romanos 8:14]:

“Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.

Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!

El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.

Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.

Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;

porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.

Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;

y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.

Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?

Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Por estas palabras que el apóstol San Pablo nos habla aquí, podemos ver que Dios en Su Programa tiene para llevar a cabo una adopción: la adopción de los hijos e hijas de Dios.

Y esta adopción es la redención del cuerpo, o sea, la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, para tener un cuerpo igual al cuerpo de Jesucristo: eterno y glorificado; y así ser restaurados a todo lo que perdió Adán y Eva en la caída: ser restaurados a la vida eterna, de la cual cayó Adán y Eva en el Huerto del Edén; y por consiguiente perdieron ellos el derecho a ser reyes en este planeta Tierra, perdieron el derecho a vivir eternamente en este planeta Tierra.

Y Adán sería, pues, el rey del planeta Tierra todo el tiempo, porque no moriría; pero Adán tenía que tener una temporada trabajando en el Programa de Dios, trabajando en las cosas que Dios le dio para llevar a cabo; y luego de terminada esa etapa de labor, que cubría lo material y también lo espiritual, luego él tendría el tiempo en el cual sería adoptado; y ya, de ahí en adelante, ya no habría lugar para pecar y para morir, porque ya de ahí en adelante ya estaría adoptado totalmente.

Pero él no esperó, y Eva no esperó tampoco. Ellos tenían que esperar a que el Árbol de la Vida, que es Cristo, el Verbo que era con Dios y era Dios, se hiciera carne, para entonces poder comer del Árbol de la Vida.

Por eso ustedes encuentran que cuando Cristo estuvo aquí en la Tierra en carne humana, era nada menos que el Verbo que era con Dios y que era Dios, y que creó todas las cosas, el cual se hizo carne y habitó en medio de los seres humanos en la tierra de Israel.

Y ahora, vean cómo Él nos dice1: “Yo soy el Pan de Vida”; y también nos dice2: “El que come de este Pan, vivirá eternamente”; y también Él nos dice3: “El que no coma mi carne y beba mi Sangre, no tiene vida permaneciente en sí”. O sea que nos habla de comer de Él; eso es comer del Árbol de la Vida.

Tenía que hacerse carne el Árbol de la Vida del Huerto del Edén, que es Cristo, el cual estaba en Su cuerpo teofánico allá en el Huerto del Edén, y el cual le aparecía a Adán cada día, en cierto horario del día, pero todavía no se había hecho carne.

Pero también allí estaba el diablo, que es el árbol de ciencia del bien y del mal, el cual se hizo carne en la serpiente; y estando en la serpiente, el diablo ungió la serpiente, y por medio de la serpiente…, que era el eslabón perdido que la ciencia está buscando, era el animal más parecido al ser humano, al hombre: hablaba, razonaba y tenía conocimiento de cómo reproducirse (tanto los animales como el ser humano) en una forma terrenal, en una forma humana o animal.

Y Eva comió del árbol de ciencia del bien y del mal, y luego hizo también que Adán comiera, y ambos murieron; pero vimos que continuaron viviendo; pero espiritualmente ellos murieron, y toda la descendencia de Adán y Eva cayó en muerte, porque la paga del pecado es muerte4; y perdieron los derechos que ellos tenían de parte de Dios.

Ellos perdieron el derecho a la vida eterna, y por eso vivió Eva una cantidad de años y luego murió, y también Adán vivió unos 930 años y luego murió también; porque ya Dios había establecido que el día que comiera Adán del árbol de ciencia del bien y del mal, ese día moriría.

Ahora, vean cómo todo esto se fue cumpliendo: Adán vino a ser mortal; antes no estaba como mortal, o sea que antes estaba en una etapa de prueba; y de comer o no comer dependía si moriría o si viviría eternamente en aquel cuerpo que él tenía y en el que Eva tenía.

Pero vean ustedes, no: no se mantuvo firme en la Palabra Eva; y por consiguiente luego Adán, sabiendo las consecuencias, se hizo responsable también de Eva y con Eva, y también perdió la bendición de Dios; y solamente pudo durar 930 años, conforme al Génesis, capítulo 5 y verso 5.

Y de ahí en adelante, todos los hijos, todos los seres humanos que vendrían a este mundo, vendrían por medio de la unión de un hombre y de una mujer; y por consiguiente vendrían en una etapa o fase de muerte: nacerían, vivirían un tiempo y después morirían. Y la ciencia todavía no ha podido superar esa situación del ser humano.

Ahora miren, Adán vivió 930 años; y Enoc vivió… no Enoc el que fue transportado, sino otro Enoc, ¿vivió cuánto?…

Jared vivió 962 años. Y Enoc, el que fue arrebatado al Cielo, vivió 365 años y luego fue arrebatado al Cielo5. Él es tipo y figura de los que estando vivos serán transformados y llevados al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial.

Siendo que el año tiene, el año que se usa entre los gentiles, tiene 365 días y cuarto, miren ustedes: Siempre, cuando se habla de un día, un día tiene 24 horas; pero cuando se habla de un día delante de Dios, tiene ¿cuántos?, ¿cuántos años? Un día delante de Dios son mil años, dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8, y también el profeta Moisés en el Salmo 90 y verso 4.

Y ahora, también una semana de días puede representar una semana de años, que serían siete años, como en las setenta semanas de la profecía del profeta Daniel; y como también encontramos en la fiesta del año del jubileo, donde son 7 semanas de años, que sumadas son 49 años, y luego viene el año 50, que es el año del jubileo.

Esas 7 semanas de años, que son 49 años, representan las siete etapas o edades por las cuales la Iglesia de Jesucristo ha pasado y cada cierto tiempo Dios ha enviado un mensajero. Cada 7 años, el año séptimo era de reposo para la tierra, o sea, de descanso; era año sabático.

Ahora, encontramos que luego de esos 49 años, donde hay 7 años sabáticos…, porque el año número séptimo de cada semana de años era de descanso, de reposo, para la tierra. Luego de esos 7 años sabáticos que están contenidos en esas 7 semanas de años, que son 49 años…; o sea que en 49 años hubo 7 años sabáticos: cada 7 años llegaba el año séptimo, que era el año sabático. Y luego de los 49 años llegaba el año 50, que era el año del jubileo.

Y el año del jubileo…, así como cada una de esas semanas y el año sabático de cada semana representan cada edad de la Iglesia de Jesucristo entre los gentiles, ahora el año número 50 representa el Año del Jubileo, o sea, el Año del Jubileo es la Edad de la Piedra Angular.

El 50 habla de Pentecostés, y es el ciclo divino en donde Dios imparte al ser humano de Su naturaleza. Por eso también en el Día de Pentecostés, que fue el día 50, Dios impartió de Su Espíritu a 120 personas que allí estaban reunidas.

Y eso Él lo ha estado haciendo a través de todos estos años que han transcurrido, del Día de Pentecostés hacia acá, con todos los que han creído en Cristo como su Salvador y han lavado sus pecados en la Sangre de Cristo y han recibido Su Espíritu Santo; y por consiguiente han recibido un cuerpo teofánico, un espíritu teofánico de la sexta dimensión, y así han recibido el espíritu de adopción.

Pero les falta, a los creyentes de las edades pasadas como también a nosotros, nos falta el cuerpo de la adopción, porque ya hemos recibido el espíritu de la adopción, que son las primicias del Espíritu.

Y ahora, en el Día de Pentecostés es que se recibía el Espíritu Santo. Por lo tanto, de Cristo hacia acá se ha estado viviendo también —en el campo espiritual— en el Día de Pentecostés; y ya han transcurrido alrededor de dos mil años de Cristo hacia acá, han transcurrido alrededor de dos mil años del Día de Pentecostés hacia acá.

Toda persona que va a ser adoptada, para ser a imagen y semejanza de Jesucristo, primero tiene que pasar por la etapa de recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo, para así tener las arras de nuestra salvación, las arras de la adopción; como dice San Pablo en su carta a los Efesios, en el capítulo 1 y versos… versos 13 al 14, dice:

“En él también (en Cristo) vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa,

que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria”.

Y ahora, en el capítulo 4, verso 30, nos dice San Pablo:

“Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.

Y así como en las leyes y ordenanzas y estatutos divinos dados por Dios a través del profeta Moisés al pueblo hebreo, estaba el año de la redención, el año del jubileo: en el Programa de Dios para la redención de nuestros cuerpos (o sea, la transformación de nuestros cuerpos para ser a imagen y semejanza de Cristo, y para los muertos en Cristo resucitar en un cuerpo eterno y glorificado como el de Jesucristo), en el Programa de Dios se estará cumpliendo, actualizando, el año del jubileo. O sea que en el Cielo se estará cumpliendo ese ciclo divino, y en la Iglesia de Jesucristo como Cuerpo Místico de creyentes se estará cumpliendo ese ciclo divino, que es el ciclo divino correspondiente a la Edad de la Piedra Angular.

Ese es el ciclo divino del Año del Jubileo actualizado en la Iglesia de Jesucristo, en el Día Postrero, para la redención del cuerpo, o sea, la transformación de nuestros cuerpos y resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos, para ser a imagen y semejanza de Jesucristo, y así ser restaurados y tener la imagen y semejanza de Dios.

Pues miren, la imagen de Dios es Cristo en Su cuerpo teofánico, o sea, el espíritu teofánico, el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, llamado el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová, que es un hombre de la sexta dimensión el cual creó los Cielos y la Tierra, pues en ese cuerpo es que Dios ha habitado y desde el cual creó los Cielos y la Tierra. Esa es la forma visible, en forma de un hombre, de Dios, de la sexta dimensión.

Por eso les apareció en esa forma a muchos profetas del Antiguo Testamento. A Abraham le apareció como Melquisedec6 y también le apareció como Elohim7.

Y luego, Jacob luchó con un varón, con un Ángel, hasta que rayaba el alba; y el Ángel le dijo: “Suéltame, que ya raya el alba”.

Y Jacob le dijo: “Yo no te soltaré, hasta que me bendigas”.

Y el Ángel le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”.

Jacob le dijo: “Jacob”.

El Ángel le dijo: “No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado (o sea, has peleado) con Dios y con los hombres, y has vencido”8.

Y para el vencedor siempre hay una bendición de parte de Dios, y hay un nombre nuevo para el vencedor.

Y ahora, Jacob luego le llamó al lugar donde estaba: “Peniel”, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara”.

Y la Escritura dice que nadie jamás ha visto a Dios9; y Jacob dice que sí, que él vio a Dios; y Abraham también vio a Dios; y los padres de Sansón también dicen que vieron a Dios10; y otras personas dicen que vieron a Dios.

Pero Dios le dijo al profeta Moisés, cuando Moisés quiso ver a Dios, dijo11: “No me verá hombre, y vivirá. Yo voy a poner mi mano sobre ti, voy a cubrir tu rostro, te voy a cubrir; te colocaré tras – sobre la hendidura de la peña, y yo pasaré y glorificaré el Nombre de Jehová. Y luego quitaré mi mano, y tú verás mis espaldas”.

Ahora, vean ustedes, Dios en Su cuerpo teofánico ha sido visto en el Antiguo Testamento, y por eso es que Jesús podía decir: “Abraham deseó ver mi día; lo vio, y se gozó”. Le dicen: “No tienes cincuenta años, ¿y dices que has visto a Abraham?”. Jesús les dice: “Antes que Abraham fuera – antes que Abraham fuese, yo soy”12. Y por poco lo matan, por poco lo apedrean, porque dijo que antes que Abraham fuese Él era.

Jesús era antes que Abraham en Su cuerpo teofánico, y luego se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo; pero antes de tener el cuerpo de carne tenía Su cuerpo teofánico de la sexta dimensión, que es un cuerpo parecido a nuestro cuerpo pero de otra dimensión, de otro mundo; y es un cuerpo angelical, un cuerpo como el de los ángeles.

Por eso es que siempre que aparecía Dios en forma visible a los profetas o en la Columna de Fuego, le llamaban el Ángel de Jehová.

El Ángel de Jehová fue el que libertó al pueblo hebreo. El Ángel de Jehová fue el que llevó al pueblo hebreo por el desierto. El Ángel de Jehová fue el que colocó al pueblo hebreo en la tierra prometida. El Ángel de Jehová fue el que habló a través del profeta Moisés y llevó a cabo esa Obra del éxodo.

El Ángel de Jehová fue el que obró por medio del profeta Josué. El Ángel de Jehová fue el que obró por medio del profeta Samuel, y por todos los demás profetas, como el profeta Elías.

Y fue el Ángel de Jehová el que habló por medio de todos los profetas; y luego se hizo carne y habitó en medio de los seres humanos, y el velo de carne tuvo el nombre de Jesús, para llevar a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario; y por medio de ese velo de carne, Jesús, habló Dios, el Ángel del Pacto, al pueblo hebreo.

Ahora vean cómo San Pablo nos habla en su carta a los Hebreos, en el capítulo 1 y verso 1 al 3; dice:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas (¿Cómo dice que ha hablado? Por medio de los profetas),

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.

¿Y en los postreros días ha hablado por medio de quién? Por medio de Su Hijo, por medio de Jesucristo. Pero ya han transcurrido dos mil años de Jesucristo hacia acá, y San Pablo está diciendo que aquellos eran los postreros días, en los cuales Dios estaba hablando por medio de Jesucristo.

¿Y por qué eran los postreros días? Porque “un día delante del Señor es como mil años y mil años como un día”. Y los postreros días delante del Señor son los milenios postreros para los seres humanos; y los milenios postreros para los seres humanos comenzaron cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad; y por consiguiente Dios estaba en Jesucristo hablándole al pueblo hebreo en los postreros días, y estaba luego muriendo en la Cruz del Calvario en los postreros días.

Ahora, vean cómo San Pedro también dice, acerca de la muerte de Jesucristo en la Cruz del Calvario, dice, hablándonos de la forma en que hemos sido nosotros llamados y hemos sido nosotros rescatados: Primera de Pedro, capítulo 1, verso 19 en adelante, dice:

“… sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación,

ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…”.

Vean, estaba predestinado, destinado desde antes de la fundación del mundo; estaba destinado desde antes de la creación del universo. Todo eso ya estaba destinado en la mente de Dios, en el Programa de Dios, pero manifestado en los postreros días; porque en los postreros días fue que apareció Jesús en Su ministerio y murió en la Cruz del Calvario, en el primero de los postreros días, en el primero de los tres milenios postreros. O sea que apareció en el quinto milenio, y en el primer tercio del quinto milenio tuvo Su ministerio y llevó a cabo la Obra de Redención en la Cruz del Calvario.

Ahora, hemos visto lo que son los días postreros.

Y para el Día Postrero, Cristo ha dicho acerca de los creyentes en Él que han partido, Él dice: “… y yo le resucitaré en el día postrero”.

La resurrección de los muertos en Cristo será para el Día Postrero, conforme a como Cristo ha dicho en San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40; y vamos a ver aquí cómo Él lo dijo. Capítulo 6, verso 39 al 40, de San Juan, dice:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquél que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Dos veces aquí hemos escuchado las palabras de Jesús: “… y yo le resucitaré en el día postrero”; y el Día Postrero es el milenio postrero, el séptimo milenio, de los siete milenios de Adán hacia acá. Y de Cristo hacia acá ya han transcurrido dos mil años, que son dos milenios, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene; si no (y si dejamos el calendario tal y como está), pues solamente falta 1 año con 10 meses, y algunos 15 a 17 días, para llegar al tercer milenio.

La humanidad, los pueblos, los Gobiernos, las naciones, se están preparando para el tercer milenio, han proclamado. Y el tercer milenio es el tercero de los días postreros, y por consiguiente es el último de los días postreros; es el Día Postrero delante de Dios, que para los seres humanos es el milenio postrero.

Para ese milenio postrero es que Cristo ha prometido llevar a cabo la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos; y eso es la adopción de los hijos e hijas de Dios.

Hemos venido a este planeta Tierra para pasar por la etapa de prueba, para, al final, en el fin del siglo (o sea, en el fin del tiempo, en el fin de los días postreros, en el Día Postrero, en el séptimo milenio), ser llamados los últimos escogidos de Dios y ser preparados para ser transformados y ser llevados a la Cena de las Bodas del Cordero.

Y ser transformados, eso es la adopción de los hijos e hijas de Dios; y seremos iguales a Jesucristo: con un cuerpo físico eterno y glorificado, y con un espíritu de la sexta dimensión eterno; y así seremos a imagen y semejanza de Jesucristo, y así seremos restaurados como hijos e hijas de Dios a imagen y semejanza de Dios.

Ahora vean que es un Programa sencillo, pero es un Programa el cual está siendo llevado a cabo por Cristo de etapa en etapa, hasta llegar a este tiempo final, en donde son llamados y juntados los escogidos del Día Postrero.

Y así como hubo un llamado en cada territorio para cumplirse cada edad y ser recogidos los escogidos de cada edad, para este tiempo final el llamado de la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino ha surgido ¿dónde? Pues en la América Latina y el Caribe.

Y por eso es que nos encontramos en esta ocasión reunidos aquí: escuchando la Voz de Cristo para este tiempo final, para el Día Postrero; escuchando el Mensaje de Jesucristo para el Día Postrero, para la séptima dispensación y séptimo milenio, con el cual será llena la Tierra del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar, como nos dice el profeta Habacuc, capítulo 2, verso 14, e Isaías, capítulo 11, verso 9.

Ahora, nos ha tocado a nosotros —en este tiempo final— ser las personas más privilegiadas que viven en este planeta Tierra, para escuchar la Voz de Cristo, esa Gran Voz de Trompeta, el Evangelio del Reino, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo, para así ser llamados, juntados y preparados para ser transformados en este tiempo final.

Ahora, no sabemos en qué año del Día Postrero, no sabemos en qué año del séptimo milenio los muertos en Cristo serán resucitados y nosotros los que vivimos seremos transformados, no sabemos en qué año; pero lo importante es haber sido llamado, juntado, y estar escuchando la Voz de Cristo, y estar sirviéndole a Cristo con amor divino, y estar viviendo conforme a la voluntad de Dios: con temor y temblor, y estar trabajando en la Obra de Cristo de este Día Postrero; y poder decir como dijo Jesucristo en San Lucas: “En los negocios de mi Padre me conviene estar”.

Y a nosotros nos conviene estar en los negocios de nuestro amado Señor Jesucristo. En los negocios de nuestro amado Señor Jesucristo nos conviene estar, como le convenía estar a Jesús en los negocios de Su Padre celestial. San Lucas, capítulo 2, verso 49.

Y ahora nosotros estamos en los negocios de Jesucristo nuestro Salvador, correspondientes a este Día Postrero, en la Edad de la Piedra Angular; porque ya los negocios de Cristo de las edades pasadas ya fueron realizados por Cristo a través de los mensajeros y del grupo de escogidos de las edades pasadas; y ahora nos ha tocado a nosotros en la América Latina y el Caribe, para —luego que termine nuestra labor— ser adoptados en este tiempo final.

Luego que termine nuestra labor y haya sido llamado hasta el último de los escogidos, y haya sido reunido en el Cuerpo Místico de Cristo, en la Edad de la Piedra Angular, entonces ya estará completo el Cuerpo Místico de Cristo; y Cristo habrá hecho intercesión hasta por el último de Sus escogidos, y luego saldrá del Trono de Intercesión; y luego es que los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados.

Y esa resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos eternos, y esa transformación de nosotros los que vivimos para tener un cuerpo eterno, glorificado e inmortal, es la adopción de los hijos e hijas de Dios. Y para eso es que estamos nosotros viviendo en este tiempo final, en la América Latina y el Caribe; aunque también algunos se han ido a vivir a otros continentes o a otras naciones, buscando mejores condiciones de trabajo y de estudios y de una mejor vida económica, pero hasta ellos les llega también el Mensaje, si tienen sus nombres escritos en el Libro de la Vida del Cordero.

Ahora, hemos visto este MISTERIO DE LA ADOPCIÓN y hemos visto el por qué el Mensaje del Evangelio del Reino, de la Gran Voz de Trompeta, que gira alrededor de la Segunda Venida de Cristo como León de la tribu de Judá, como Rey de reyes y Señor de señores en Su Obra de Reclamo, ¿ha surgido dónde? Pues en la América Latina y el Caribe. Es porque Dios va a adoptar a Sus hijos en este tiempo final, en el Día Postrero, en el séptimo milenio.

Ha sido para mí un privilegio grande estar con ustedes dándoles este saludo.

Así que les voy a dejar para que puedan irse preparando para la actividad de la noche, almorzar, y así estar listos para la actividad de la noche. Yo también estaré preparándome para la actividad de la noche, para así estar con ustedes hablándoles bajo el tema “HACIENDO LA VOLUNTAD DEL PADRE”.

Para poder ser adoptados, hay que estar haciendo la voluntad del Padre. Adán no hizo la voluntad del Padre y no fue adoptado. Jesús hizo la voluntad del Padre y fue adoptado. Y nosotros pues estamos haciendo la voluntad de nuestro Padre celestial para ser adoptados en este Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio.

Bueno, ese es el tema para la noche; les di ese aperitivo, pero lo dejamos todo para la noche.

Que Dios les bendiga, que Dios les guarde, y hasta la noche; o sea, a las 6:30 ya van a comenzar el devocional, para luego a las 7:00 ya tener la transmisión de radio y televisión.

Que Dios les bendiga, les guarde y les use grandemente en Su Obra, y sean también todos preparados, y estén listos para ser adoptados en este Día Postrero.

“Dios, grande es Tu amor”. Grande es Su amor para con nosotros.

Miren cómo en la mente de Dios Él nos tenía; Él nos tenía en Su mente. Y aunque quizás algunas personas pensaban que todas las bendiciones habían sido dadas en otras naciones, Dios tenía la bendición más grande para darla a los latinoamericanos y caribeños; y eso es lo que está pasando en este Día Postrero.

“Grande es Tu amor, oh Dios”. Y eso es amor (¿qué?) eterno, y con amor eterno es que Él nos ama. Amor eterno, ese es el amor divino, ese es el amor ágape, el amor de Dios, amor eterno.

Y ahora, sabiendo que Su amor es tan grande por nosotros, ahora nosotros decimos: “Y ahora yo sigo a Cristo, y lo sigo con amor desde lo profundo de mi corazón”. Así es como seguimos a Cristo: con ese amor divino y eterno manifestado en nuestras almas, en nuestros corazones.

Y ahora, ¿cómo seguimos a Cristo? Con amor divino en nuestras almas, y con y por y con la fe. “Con la fe puesta en Cristo”, sabiendo que lo que Él ha prometido Él lo está cumpliendo en nuestras vidas, y lo seguirá cumpliendo, y nos transformará en este tiempo final, en el Día Postrero, o sea, en el séptimo milenio.

¿En qué año? Esperemos que ocurra la resurrección y que seamos transformados, y entonces miremos el calendario, y nos diremos los unos a los otros: “¡Mira el año en que Él nos iba a transformar!”. ¿Y cómo podremos mostrarnos el año? Porque diremos: “Mira el año aquí, y mira el cuerpo ya transformado”.

“SALUDO: EL MISTERIO DE LA ADOPCIÓN”.

[Revisión mayo 2020]

1 San Juan 6:51

2 San Juan 6:58

3 San Juan 6:53-57

4 Romanos 6:23

5 Génesis 5:23-24

6 Génesis 14:18-20

7 Génesis 18:1

8 Génesis 32:26-28

9 San Juan 1:18, 1 Juan 4:12

10 Jueces 13:22

11 Éxodo 33:20-23

12 San Juan 8:56-58

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