Sellados por la más grande señal

Muy buenas tardes, ministros, esposas de ministros y colaboradores, y demás hermanos y hermanas presentes. Es para mí una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir unos momentos de compañerismo en este saludo para esta ocasión.

Y podemos decir que nacieron para estar bajo una señal.

Muchos, a través de la historia bíblica, han nacido para estar bajo una señal. Por ejemplo, encontramos al pueblo que siguió a Moisés, nacieron para estar bajo la señal de un profeta dispensacional, al cual vendría la Palabra, se encarnaría esa Palabra en él, la proclamaría, y cumpliría lo que Dios prometió para ese tiempo.

Recuerden que hay señales de parte de Dios para diferentes tiempos; y los que les toca vivir bajo el tiempo en que esas señales están cumpliéndose, pues son los bienaventurados que verán la materialización de esas promesas, de esas señales que estarán cumpliéndose.

Así podemos ver que también hubo un grupo de setecientos… siete mil… ¿o setecientos?… Siete mil hebreos, judíos, que no habían doblado la rodilla a Baal en el tiempo del profeta Elías; y Elías pensaba que estaba solo, y Dios le tenía un grupo de personas bajo la señal de ese tiempo[1]. Porque la señal de Dios, la más grande ¿es cuál? Un profeta.

Y así por el estilo, cuando cada persona que vivió bajo el tiempo en que Dios envió un profeta y ellos lo recibieron, vivieron bajo la señal más grande para ese tiempo.

Así ha sido de edad en edad: los que vivieron en el tiempo de cada mensajero vivieron bajo la señal del mensajero correspondiente a ese tiempo, para el tiempo en que hubo promesa de Dios para ser cumplida; y como Dios prometió, lo cumplió en cada edad, y fueron llamados y juntados los escogidos de ese tiempo, estuvieron bajo la señal del mensajero de Dios para ese tiempo; y por consiguiente, estuvieron bajo la señal más grande: la señal de la Columna de Fuego, la presencia de Cristo en la Columna de Fuego en esa edad, en el mensajero de esa edad.

Así ha sido de edad en edad, y así tiene que ser para el tiempo final también. Dios tiene que cumplir todo lo que Él ha prometido para nuestro tiempo, así como Él cumplió lo prometido para cada edad.

¿Y qué estará cumpliendo Dios? Pues lo que Él ha prometido. Le toca a usted buscarlo en la Biblia, lo que Él ha prometido, y de acuerdo a eso que Él ha prometido es que Dios estará obrando y es que usted podrá ver a Dios manifestado en el tiempo en que le ha tocado a usted vivir. Y eso será la manifestación de Cristo, la revelación de Cristo para el pueblo, como ha sido de edad en edad.

Para cada edad fue la revelación de Jesucristo velado por medio del Espíritu Santo en el mensajero de cada edad y en el pueblo correspondiente a esa edad. Y quizás muchas personas pensaron en ese instrumento de Dios, que era un fanático; pero Dios estaba en él y en él puso Su Palabra para llamar y juntar a los escogidos de ese tiempo.

Y luego, al ver el grupo que siguió a ese mensajero, pensaban que era un grupo fanático; pero Dios estaba en ese grupo de personas, en medio de esos creyentes, creyentes en la promesa de Dios correspondiente a ese tiempo. Aunque no la pudieran entender bien, la estaban siguiendo y estaban viendo que Dios estaba en la escena, que era Dios, Dios manifestado en medio de Su Iglesia en esa etapa o en cada etapa de Su Iglesia.

Y así tiene que ser para nuestro tiempo. Para nuestro tiempo hay promesas de parte de Dios para manifestarse con y en medio de Su Iglesia, y también para una manifestación para el pueblo hebreo, y una manifestación a nivel mundial. Porque la Tercera Etapa —que es la manifestación prometida para los creyentes— no solamente impactará a los creyentes, sino que será la Tercera Etapa para la Iglesia-Novia, también para las vírgenes insensatas y para el mundo.

Por lo tanto, veremos esa manifestación de Cristo en Espíritu Santo obrando con Su Iglesia-Novia, con las vírgenes insensatas y también con el mundo entero; porque Él cumplirá lo que Él ha prometido. No se preocupe usted de cómo Dios lo va a hacer; vigile lo que Dios ha prometido, y vele, vigile cómo lo estará haciendo; vigile ese cumplimiento en este tiempo, y recuerde que siempre será en forma sencilla. Y las personas dirán: “¿Cómo puede ser tal cosa y tal cosa?”. Porque Dios lo prometió.

Por lo tanto, tenemos promesas para nuestro tiempo, para la manifestación más grande de parte de Dios para Su Iglesia, para las vírgenes insensatas y para el mundo. Por lo tanto, tenemos que estar al tanto de las promesas de nuestro tiempo para comprender el cumplimiento de ellas a medida que se va cumpliendo lo que Él ha prometido. Así será con cada promesa de Dios correspondiente a nuestro tiempo.

Lo que Él prometió para tiempos pasados y cumplió, viene a ser tipo y figura de lo que Él ha prometido para nuestro tiempo y lo que Él cumplirá para nuestro tiempo. Y es mejor el fin del negocio que ¿qué? Que el principio[2], porque el fin del negocio es lo que corona la Obra que Dios comenzó. Y a nosotros nos ha tocado la mejor parte. A mí, si me hubieran preguntado en qué tiempo quería vivir, yo diría que en este tiempo.

Por lo tanto, este es el tiempo de corona; un tiempo paralelo al tiempo de Moisés, al tiempo de Josué, al tiempo del profeta Elías, al tiempo de Juan el Bautista y Jesús.

Ya la parte de Juan el Bautista se cumplió en el reverendo William Branham; ahora toca la parte que es paralela a la de Jesús. Y la parte que tiene que ver con Elías ya corresponde para el pueblo hebreo. Ellos van a ver cómo Dios estará obrando en medio de la Iglesia y van a decir: “Pero esto es lo que nosotros estamos esperando”. Pero Él viene por Su Iglesia para dar la fe, la revelación de Jesucristo, para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por lo tanto, firmes, con nuestra fe puesta en Cristo y Sus promesas correspondientes a este tiempo final.

Estamos viendo que hay cosas que están sucediendo tanto en el cielo (en las estrellas, en el sol, en la luna) y también en medio de las naciones, y en el planeta Tierra; y todas esas cosas están en la Escritura para ser cumplidas en este tiempo final. Por lo tanto nosotros tenemos que saber cuáles son las que nos corresponden, las bendiciones; porque las promesas son bendiciones para ser materializadas en y para los creyentes.

Tenemos la promesa de una Trompeta Final sonando; si es final pues es la última. A la Final Trompeta es al Final Mensaje: “Porque será tocada la Trompeta, y los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos glorificados; y los que vivimos, seremos transformados”[3]. Son promesas de Dios para nuestro tiempo.

Ahora, “si la trompeta diera sonido incierto, ¿quién se va a preparar para la batalla (para la lucha)?”[4]. O sea que la Trompeta tiene que estar dando el Mensaje cierto, el sonido cierto. No un Mensaje que fue para otra dispensación o para otra edad; el Mensaje que corresponde a nuestro tiempo. Porque el Mensaje que fue para otro tiempo no produce las promesas que corresponden a nuestro tiempo, no produce la fe para ser transformados y raptados.

Lo que fue para otro tiempo es tipo y figura de lo que Dios nos daría en nuestro tiempo; o sea, no lo eliminamos, pero no nos vamos a poner a construir un arca literal, porque lo que viene en la gran tribulación es fuego; pero Dios nos librará: transformándonos y llevándonos con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.

Por lo tanto, con nuestra fe puesta en Cristo y Sus promesas correspondientes a nuestro tiempo, sigamos adelante sirviéndole con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con todas nuestras fuerzas.

Esperando y trabajando. No con nuestros brazos cruzados, sino trabajando hasta que seamos transformados; y después pues continuaremos trabajando con más ventajas: en cuerpos interdimensionales.

Ahora, si estamos en el aeropuerto o en el hotel allá donde estamos, y Miguel llama y dice: “Los estamos esperando acá”, tendremos que decir: “Bueno, vamos lo más rápido posible”; y lo más rápido posible puede ser media hora o dos horas, de acuerdo al tráfico. Pero cuando estemos en el cuerpo glorificado, Miguel puede decir: “Esperamos que estés acá”. —“Ya estoy aquí, Miguel”.

¿Recuerdan los discípulos de Jesucristo, cuando estaban hablando ellos, que venían los discípulos y algunas de las hermanas diciendo: “¡Ha resucitado!, ¡lo hemos visto!”? Y ellos, muchos, decían: “¡No puede ser!”. Tomasito decía: “Si no lo veo y toco: no creo, no puedo creer”. Y Él le dice: “Aquí estoy, mete la mano aquí”[5], y después se desapareció.

Es que en el cuerpo glorificado no hay límites, es interdimensional: pasa de una dimensión a otra y ya está en el otro sitio, es a la velocidad del pensamiento. O sea, pensó en estar en la carretera: allí está; pero pensó en estar en Júpiter: allí también está.

Esa es la velocidad: no tiene limitaciones. Y eso es lo que Dios tiene para mí, ¿y para quién más? Para cada uno de ustedes. Para todos tiene esas bendiciones en el cuerpo nuevo que Él ha prometido para todos los creyentes en Él.

Por lo tanto, con paciencia los creyentes en Cristo, de edad en edad han estado esperando el cumplimiento de esa promesa. Estamos dos mil años más cerca de esa promesa. Y la etapa de oro de la Iglesia es la que recibirá el cumplimiento de esa promesa. Los de otras edades lo recibirán resucitando, pero la mayoría de los que estarán vivos en este tiempo en la Edad de Oro, la mayoría no tendrán que partir. Dios nos ayudará, nos fortalecerá, para que podamos llegar a recibir el cumplimiento de esa promesa.

No tenemos una fecha, aunque Dios la sabe, pero nosotros no la tenemos. Cuando se cumpla, entonces veremos el calendario. Lo único que sabemos es que será en el Día Postrero, y el Día Postrero es el milenio postrero; pero sí sabemos en qué edad: la Edad de Piedra Angular, la Edad de Oro de la Iglesia del Señor Jesucristo. Pero todos los de las otras edades tuvieron que estar esperando el cumplimiento de esa promesa en el tiempo en que ellos vivieron; y Dios se la cumplirá resucitándolos en cuerpos glorificados.

Por lo tanto, estemos firmes, con nuestra fe puesta en Cristo, a través del cual Dios cumplirá toda promesa que Él ha hecho para los creyentes en Él para este tiempo final.

Me regaló Miguel un librito aquí, un folletito que dice: “Todo lo que Dios prometió, tiene poder para cumplirlo”. Y todos nosotros somos testigos de eso. Nosotros mismos somos un testimonio de que eso es así.

Cuando leemos que escucharán la Trompeta Final, que escucharán la Voz de Dios, nosotros decimos: “Soy testimonio de eso, porque lo estoy escuchando”.

Somos, entonces, un testimonio vivo de que todo lo que Dios prometió, tiene poder para cumplirlo. Y lo que falta, también lo cumplirá. Lo más difícil era estar dentro del Programa Divino, conscientes de que estamos en un Programa que Dios pensó y determinó desde antes de la fundación del mundo; y que Él nos conoce desde antes de la fundación del mundo. Y por eso estamos aquí en este tiempo final, en este planeta Tierra, para confirmar nuestro lugar en el Reino de Dios.

Que Dios me los bendiga y les guarde, y les use siempre grandemente en Su Obra en este tiempo final.

Dejo nuevamente con ustedes al misionero Miguel Bermúdez Marín para continuar. Era solamente un saludito, pero como que se ha extendido un poquito. ¿Cuántos ya almorzaron?

[Hno. Miguel: Nadie].

Yo tampoco, no se preocupen. Allá tenían el almuerzo donde estaban, pero preferimos estar aquí con ustedes para… preferimos primero el alimento espiritual.

Siempre Miguel se aguanta porque dice que el postre… es dulcero, y entonces le gusta el postre; pero ya puede venir por aquí para continuar. Y ya nos vemos mañana, Dios mediante, en la actividad, en donde esperamos grandes bendiciones de parte de Dios.

¿Cuál es el tema de mañana, Miguel? “LA SALVACIÓN DE LO QUE SE HABÍA PERDIDO”. Eso debe ser San Lucas: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar lo que se había perdido, a salvar y a buscar…”[6]. Porque el Hijo del Hombre vino a buscarme a mí y a salvarme a mí, y a cada uno ¿de quién?, de ustedes también.

Encontramos que cada día que pasa y cada año que pasa, quizás alguno piensa: “Se acabó el Alimento, no hay más”; y cada día encontramos que hay más; y cada día hay más revelación de parte de Dios para los creyentes en Él.

Por lo tanto, oren siempre al Señor, que nos dé cada día más de Su Palabra, y nos abra el corazón y el entendimiento para recibirla ahí, creerla y entenderla, para que se haga carne en nosotros, se materialice en nosotros, se haga parte de nosotros; y así el lugar de cada uno de nosotros sea confirmado en el Reino de Dios.

La persona es la Palabra a medida que se hace carne la Palabra en la persona; y tenemos que ser ciento por ciento la Palabra.

De momento a lo mejor no lo entendemos, algunas cosas, pero Dios le ayudará para comprender más adelante. En alguna ocasión escuchará y ahí dirá: “Esto era lo que yo quería comprender y ahora lo entiendo”. ¿Ve? “Lo que no entiendes ahora, lo entenderás (¿cuándo?) después, luego”. Esas son palabras de Cristo ¿a quién? A Pedro[7].

Por lo tanto, podemos ver que hay muchas cosas que estamos entendiendo actualmente, que el año pasado no las entendíamos o el año antepasado; pero eso, si ya lo entendiera todo, no tendría necesidad de aprender nada más.

La graduación la tendremos… Recuerden que la graduación la hacen con toga y birrete y todo; la nuestra será con la vestidura del cuerpo nuevo glorificado; y eso es la corona de la Vida, de la vida eterna; esa es la adopción para todo hijo e hija de Dios, la adopción del cuerpo, la redención del cuerpo.

Por lo tanto, adelante siempre, bien agarrados del Señor Jesucristo, como se agarró —de Jesucristo— Jacob. Cualquiera dice: “¿Jacob? Si Jesús… hace dos mil años, y Jacob fue mucho más atrás de dos mil años”. Es que ese Ángel del cual se agarró Jacob era Jesucristo en Su cuerpo teofánico[8]. Jesucristo es el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, donde está el Nombre de Dios; y se hizo carne y fue conocido por el nombre de Jesús.

Bueno, parece que el postre se nos está haciendo más grande que el almuerzo. Así que ¿a cuántos les gustaría que el culto de ayer fuera ahora, fuera hoy?… Ya entendieron. El de mañana. Así que tengo que estar mañana con ustedes en el lugar.

Que Dios me los bendiga, les guarde, y les use también grandemente en Su Obra, y se hagan una realidad las promesas de Dios correspondientes a nuestro tiempo para los creyentes en Él; se hagan una realidad en cada uno de ustedes, amados hermanos y amigos en el amor divino, en el amor de Dios, que es Cristo nuestro Salvador.

Dejo con ustedes nuevamente al misionero Miguel Bermúdez Marín.

Desde el año 1971 estamos viniendo a México…

[Hno. Miguel: Aquí empezamos juntos, en el 71. Aquí fue donde nos…].

Eloísa Alarcón.

[Hno. Miguel: Sí, en donde Dios nos unió en…].

Una escuela. Eloísa Alarcón.

[Hno. Miguel: Sí, Eloísa Alarcón. Y ahí… desde ahí en adelante hasta hoy].

No, hasta hoy no.

[Hno. Miguel: Hasta siempre].

¡Hasta siempre! No se quiera ir todavía, tenemos mucho trabajo por delante. Así que oren a Dios que no nos lleve a Miguel todavía; que continúe con nosotros hasta la transformación, y que esté en las diferentes etapas de la Tercera Etapa; él, y cada uno de ustedes también.

Dios me los bendiga y les guarde a todos.

“SELLADOS POR LA MÁS GRANDE SEÑAL”.

[Revisión enero 2024]

[1] 1 Reyes 19:9-18

[2] Eclesiastés 7:8

[3] 1 Corintios 15:51-52

[4] 1 Corintios 14:8

[5] San Juan 20:24-29

[6] San Lucas 19:10

[7] San Juan 13:7

[8] Génesis 32:24-28

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