Muy buenos días, amables amigos y hermanos presentes, y los que están en diferentes naciones conectados con esta actividad vía satélite o internet. Que las bendiciones del Señor Jesucristo sean sobre todos ustedes ministros y vuestras congregaciones. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
A todos los Activistas por la Paz los invitamos a participar de la segunda campaña de donación de sangre: “En la Sangre está la Vida. Donando la savia de la vida.” Durante el mes de octubre y parte del mes de noviembre estaremos llevando a cabo diferentes jornadas de donación en más de 16 países. La meta de la Embajada de Activistas por la Paz es lograr duplicar las cifras obtenidas en la campaña realizada durante el mes de abril, y para alcanzar este propósito es fundamental contar con el apoyo de cada uno de ustedes que están presentes o en otros países.
La sangre es un líquido vital que no se puede fabricar en ningún laboratorio, pues cada persona lleva el laboratorio en sí mismo y por eso puede donar sangre, y donando sangre está donando vida para su prójimo, porque la vida está en la sangre.
Por esa razón, la donación voluntaria es fundamental para salvar vidas; es una responsabilidad social que toda persona tiene con su comunidad, su familia y toda la familia humana.
Agradecemos a todos los voluntarios que han asistido a las donaciones en los países, en los distintos países donde ya se realizaron las actividades; y a todos aquellos Activistas en los países donde se estará realizando la donación en los próximos días, los convocamos para que inviten a sus familiares, amigos, compañeros de trabajo, y juntos promovamos una donación de sangre voluntaria y habitual, para que así tengamos una cultura de donación de sangre voluntaria.
Felicitaciones, Miguel Bermúdez Marín y todos los que junto a ti trabajan, pues se logró la meta, se ha logrado la meta, han logrado la meta que se habían propuesto, han llegado a la meta: ¡Felicitaciones!
Ahora tendremos tres videos, tres documentales, dos de la Embajada de Activistas por la Paz, realizadas estas actividades en la República Mexicana; y el tercer video, de la construcción de la Gran Carpa-Catedral; para que así estemos al tanto de lo que está sucediendo, de los trabajos que se están llevando a cabo, tenerlos bien informados para que todos estemos conscientes del adelanto que hay en los trabajos; y para que también, todos los que deseemos que se adelante más, pues hagamos más para que se adelante como les dijo el reverendo José Benjamín Pérez, que mientras más facilidades económicas tenemos: más podemos adelantar el trabajo de la construcción del proyecto de la Gran Carpa-Catedral.
Así que veamos estos tres videos, tres documentales, dos de las actividades de la Embajada de Activistas por la Paz en la República Mexicana y uno de aquí de Puerto Rico, de la construcción de la Gran Carpa-Catedral. Adelante.
[Presentación de los videos documentales]
Hemos podido ver los trabajos de la Embajada de Activistas por la Paz en la República Mexicana y también hemos podido ver los trabajos que se están llevando a cabo en la construcción del proyecto de la Gran Carpa-Catedral; y todo está bien avanzado, va todo muy bien; y es un privilegio grande estar respaldando los proyectos de la Embajada de Activistas por la Paz y también el proyecto de la construcción de la Gran Carpa-Catedral.
Ahora leemos en Filipenses, capítulo 4, versos 10 en adelante; vamos a comenzar un poquito antes, verso 8 en adelante:
“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.
Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros.
En gran manera me gocé en el Señor de que ya al fin habéis revivido vuestro cuidado de mí; de lo cual también estabais solícitos, pero os faltaba la oportunidad.
No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.
Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.
Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.
Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación.
Y sabéis también vosotros, oh filipenses, que al principio de la predicación del evangelio, cuando partí de Macedonia, ninguna iglesia participó conmigo en razón de dar y recibir, sino vosotros solos;
pues aun a Tesalónica me enviasteis una y otra vez para mis necesidades.
No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta.
Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.
Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.
Al Dios y Padre nuestro sea gloria por los siglos de los siglos. Amén.”
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE,” verso 13 de este capítulo 4 de Filipenses.
“TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE.”
La fortaleza para el creyente en Cristo es Cristo, y todo es posible para el que cree en Cristo, todo es posible para el que cree; porque no hay ninguna cosa imposible para Dios y tampoco hay ninguna cosa imposible para el que cree.
La persona creyente en Cristo está dentro de un Nuevo Pacto, cubierto con la Sangre del Nuevo Pacto, la Sangre de Cristo.
¿Quién es Jesucristo? Conforme a la promesa de la Venida del Mesías, el Cristo, el Ángel del Pacto, es el Mesías; por eso en Malaquías, capítulo 3, cuando se nos habla de la Venida del Mesías y de Su precursor, el que vendría preparándole el camino, nos dice en el capítulo 3 de Malaquías:
“He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí (ese es el precursor de la Primera Venida de Cristo); y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis (¿Quién vendrá? el Señor), y el ángel del pacto (el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, el cual le había aparecido a Moisés y envió a Moisés a libertar al pueblo hebreo; y por medio de Moisés libertó el Ángel del Pacto al pueblo hebreo, que estaba en esclavitud en Egipto) …y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos.”
La promesa de la Venida del Mesías, la Venida del Hijo de David, de un descendiente del rey David, es nada menos que la Venida del Ángel del Pacto hecho hombre, hecho carne en medio del pueblo hebreo.
El Ángel del Pacto, del cual habla la Escritura, el cual apareció en diferentes ocasiones a diferentes personas, como a Adán, como a Noé, como a Set, como a Abraham, como a Isaac, como a Jacob; el Ángel que luchó, y Jacob luchó con Él hasta que recibió la bendición del Ángel; el Ángel que lo cuidó todo el tiempo, el cual él menciona en Génesis, capítulo 48, cuando bendice a los hijos de José, Manasés y Efraín, o Efraín y Manasés; el Ángel que le apareció en una escalera que llegaba hasta el cielo, le apareció en la cúspide de la escalera y se identificó como el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; el Ángel del Pacto que le apareció a Moisés, y le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob.” Siempre que aparece ese Ángel, los que lo vieron dijeron que vieron a Dios cara a cara.
Por ejemplo, Manoa cuando lo vio en el capítulo 13 del libro de Jueces, le dice a su esposa: “Hemos de morir porque hemos visto a Dios cara a cara; hemos visto a Dios.”
¿Y cómo podían ver a Dios cuando lo que estaban viendo era un ángel? Porque ese Ángel es la imagen del Dios viviente, o sea, el cuerpo angelical de Dios, el cuerpo teofánico de Dios, el cual es llamado también el Espíritu Santo; porque un espíritu es un cuerpo de otra dimensión.
Por eso encontramos en diferentes ocasiones a este Ángel de Dios, llamado el Ángel de Jehová en las versiones que usan el nombre Jehová como Nombre de Dios; y siempre decían: “Hemos visto a Dios.”
Por ejemplo Jacob, en el capítulo 32 del Génesis, cuando se encontró con el Ángel de Dios, luego le puso por nombre al lugar, un nombre relacionado a lo que él vio: Peniel, porque Peniel significa “el rostro de Dios;” y él había visto a Dios cara a cara al ver al Ángel.
Porque cuando se ve el cuerpo de la persona se está viendo a la persona vestida de ese cuerpo de carne o cuerpo angelical. Cuando es el cuerpo angelical, el Ángel del Pacto, está viendo a Dios velado o vestido de un cuerpo angelical; por eso le llaman cuerpo teofánico o cuerpo angelical, y por eso se le llama el Ángel de Dios o Ángel del Pacto: el Ángel que le dio en el Monte Sinaí la Ley al pueblo hebreo, el Ángel que había hecho un pacto con Abraham también, y le dijo después a Abraham: “Mi pacto será con Isaac tu hijo.”
Y ahora, vean lo que dice Jacob en el capítulo 32 y verso 25 en adelante, del Génesis:
“Y cuando el varón vio que no podía con él (o sea, el Ángel vio que no podía con Jacob), tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba.
Y dijo: Déjame, porque raya el alba (o sea, el Ángel le dice: ‘Déjame, suéltame, porque raya el alba,’ tenía que irse).
Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices.”
Eso que sucedió allá es tipo y figura de lo que va a suceder en este tiempo final cuando Israel se encuentre con el Ángel del Pacto en el Día Postrero, o sea, se encuentre con el mismo Ángel del Pacto que los libertó de la esclavitud en Egipto; y ahí van a estar los ministerios de los Dos Olivos, los ministerios de Moisés y Elías.
“Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob.
Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido.”
Hay que luchar para obtener la bendición de Dios. Sentadita la persona sin hacer nada, no puede estar esperando la bendición de Dios; todos los que han recibido la bendición de Dios han sido personas luchadoras. El mismo Cristo obtuvo la victoria, pero vean, tuvo que luchar.
“Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y el varón respondió: ¿Por qué me preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.
Y llamó Jacob el nombre de aquel lugar, Peniel; porque dijo: Vi a Dios cara a cara, y fue librada mi alma.”
Por eso le llamó a aquel lugar Peniel, porque dijo: “Vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma.” Y Peniel lo que significa es “el rostro de Dios,” vio a Dios cara a cara.
Y ahora, ese Ángel tan misterioso que solamente a Moisés le dio a conocer el Nombre pero cuando Jacob quiso conocer el Nombre no se lo dio a conocer; y también dice, le dice a Moisés, Dios le dice a Moisés que con el Nombre que le dio a conocer a él, no se había dado a conocer a otras personas. Capítulo 6 del Éxodo dice, verso 1 en adelante:
“Jehová respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra.
Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVÁ.
Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me di a conocer a ellos.”
¿Ven? Se da a conocer a Moisés con el nombre Jehová, que son cuatro consonantes: Y H W H. ¿Cómo se pronuncian? Moisés las escuchó; por lo tanto, Moisés sabía pronunciar el Nombre de Dios y lo usó, y lo estuvo usando; por eso le colocó por nombre a Josué, a su principal militar, le colocó por nombre Josué, porque Josué lo que significa es Salvador, Redentor, y Josué fue el que introdujo el pueblo a la tierra prometida, pasando con el pueblo el Jordán.
Y Josué tipifica al Espíritu Santo, que es el que pasa el pueblo a la tierra prometida, y representa al Espíritu Santo en Su final manifestación donde meterá al pueblo, la Iglesia, a la tierra prometida de la transformación y resurrección, y luego al Reino Milenial; y al pueblo hebreo lo colocará también en el Reino Milenial del Mesías.
Este Ángel del Pacto es el Ángel más misterioso y es el más importante de todos, porque ese Ángel del Pacto es el que tiene un Nombre, el Nombre más importante; vamos a ver cuál es. Éxodo, capítulo 23 y versos 20 al 23, dice:
“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él (el Ángel con el Nombre de Dios, el Ángel del Pacto. Dentro de algunos minutos vamos a ver quién es ese Ángel).
Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere (¿La voz de quién, Dios dice que tienen que oír? La Voz del Ángel, la Voz de ese Ángel)…
Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.”
Ahora, este Ángel, les dije que es el más importante de todos los ángeles, porque este Ángel es nada menos que el Mesías en Su cuerpo angelical, este Ángel es el Señor.
Vean cómo este Ángel, que es el Verbo que era con Dios y era Dios, por el cual Dios creó todas las cosas (ahí está el origen de la Creación), es la imagen del Dios viviente; y para entenderlo mejor podemos ver las palabras de Jesucristo cuando nos dice en el capítulo 8, versos 56 al 58, palabras que no son comprensibles a la mente humana pero que cuando podemos ver quién es este Ángel entonces sí las podemos comprender:
“Abraham vuestro padre se gozó de que había de ver mi día; y lo vio, y se gozó.
Entonces le dijeron los judíos: Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?
Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuese, yo soy.”
¿Cómo comprender estas palabras de Jesús el cual había nacido en Belén de Judea a través de la virgen María, y estar diciendo que era antes que Abraham? Es algo que no puede ser entendido por la mente humana, a menos que tenga la revelación, el conocimiento de quién es el Ángel del Pacto.
Colosenses, capítulo 1, tenemos aquí la respuesta. Capítulo 1, verso 12 en adelante, dice:
“…Con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz;
el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo…”
Nos traslada al Reino de Su amado Hijo cuando lo recibimos como Salvador, somos bautizados en agua en Su Nombre y Él nos bautiza con Espíritu Santo y Fuego, y produce en nosotros el nuevo nacimiento; nacemos del Cielo y por consiguiente nacemos en el Reino de Dios. Lo mismo que le dijo Cristo a Nicodemo en el capítulo 3, verso 1 al 6, de San Juan: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca del Agua y del Espíritu, no puede entrar al Reino de Dios.”
Se requiere nacer de nuevo para entrar al Reino de Dios, el Reino celestial, así como para nacer en este reino terrenal tuvimos que nacer a través de nuestros padres terrenales; y para nacer en el Reino de Dios tenemos que nacer a través de Cristo por Su Espíritu, nacer del Agua (del Evangelio) y del Espíritu Santo, lo cual ocurre en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo; porque la Iglesia del Señor Jesucristo es la segunda Eva y Cristo es el segundo Adán, el cual se reproduce en hijos e hijas de Dios, de etapa en etapa, en medio del cristianismo.
“…en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.
El es la imagen del Dios invisible…”
¿Ven? La imagen del Dios invisible, que veían y le llamaban el Ángel de Dios o el Ángel del Pacto o Ángel de Jehová, es Cristo, el que dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy”.
¿Cómo Él era antes de Abraham? Él era el Ángel del Pacto. Antes de aparecer en la Tierra en carne humana naciendo de la virgen María, era el Ángel del Pacto que acompañaba a los profetas, y por consiguiente al pueblo hebreo; el que le hablaba a los profetas, el que ungía a esos profetas y hablaba a través de ellos; en palabras más claras, es el que entraba en esos profetas y hablaba a través de ellos, y mostraba visiones de las cosas que iban a suceder; “porque no hará nada el Señor Jehová sin que antes revele Sus secretos a Sus siervos Sus profetas.” Amós, capítulo 3, verso 7.
“El es la imagen del Dios invisible (o sea, el cuerpo angelical, esa es la imagen de Dios), el primogénito de toda creación.
Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten…”
¿Ven? Cristo es antes de todas las cosas, Él es el que da origen a toda la Creación; porque Él es el Verbo que era con Dios, y por medio del Verbo que era con Dios (el Ángel del Pacto, el cuerpo angelical de Dios), Dios habló a existencia todas las cosas.
“Y él es antes de todas las cosas…”
En Él estaban todas las cosas, dice:
“Porque en él fueron creadas todas las cosas…”
En Él; y por consiguiente, de Él surge la Creación.
La ciencia está buscando el origen de la Creación, miren, es sencillo: Cristo es el que da origen a toda la Creación, todo estaba potencialmente en Él. Así como usted ve un árbol de mango, de china o naranja, o de cualquier otro fruto, y usted dice, se pregunta: “¿De dónde vino?, ¿dónde estaba? Antes de aparecer en forma de árbol ¿dónde estaba?” Estaba en la semilla; ahí estaba potencialmente ese árbol con todas las ramas, todas las hojas y todo el fruto que llevaría en todo el tiempo de su vida, tan sencillo como eso; pero usted no lo podía ver hasta que se manifestó como un árbol, pero los agricultores sí saben de eso.
Ahora, Cristo, que es la simiente original, en Él estaba todo lo que Dios crearía, toda la Creación estaba en Cristo; y por consiguiente, de Cristo surgiría a través de Dios hablando a través de Cristo, a través del cuerpo angelical de Cristo, hablando a existencia todas las cosas, hablando esa Palabra creadora; por eso es que en San Juan nos dice, en el capítulo 1, verso 1 en adelante:
“En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios (el Verbo es Cristo en Su cuerpo angelical).
Este era en el principio con Dios.
Todas las cosas por él fueron hechas (¿Por quién fueron hechas todas las cosas, toda la Creación? Por Él, por Cristo), y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho.”
O sea, la Creación, nada de lo que fue hecho, fue hecho, excepto por Cristo; por eso Él hablaba a creación muchas cosas y venían a existencia; podía bendecir o podía maldecir también, hablaba a existencia o fuera de existencia (como fuera la necesidad en ese momento).
“En él estaba la vida (¿Ven? Y por consiguiente la Creación viene a vida, surge a vida, de parte de Cristo o por Cristo, de Él vino la Vida, en Él estaba la Vida), y la vida era la luz de los hombres.
La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
Hubo un hombre enviado de Dios, el cual se llamaba Juan (o sea, Juan el Bautista).
Este vino por testimonio, para que diese testimonio de la luz, a fin de que todos creyésen por él.
No era él la luz, sino para que diese testimonio de la luz.
Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.”
Y esa Luz verdadera que alumbra a todo hombre ¿quién era? Cristo, el Ángel del Pacto. Recuerden que Él dijo, en San Juan, capítulo 8, verso 12: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la luz de la vida (o sea, la Luz de la vida eterna).”
“Aquella luz verdadera, que alumbra a todo hombre, venía a este mundo.
En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció (¿El mundo por quién fue hecho? Por Cristo la Luz del mundo, el Verbo, el Ángel del Pacto).
A lo suyo vino (o sea, a los judíos, a los hebreos), y los suyos no le recibieron.
Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios;
los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.”
Y ahora, todos los que le han recibido y han creído en Su Nombre, les ha dado potestad de ser hechos hijos de Dios, hijos e hijas de Dios; produce el nuevo nacimiento en ellos y nacen así, por consiguiente, del Cielo, porque el nuevo nacimiento no es terrenal sino celestial. Y el verso 14 nos dice:
“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.”
El Verbo, el Ángel del Pacto, el Ángel de Dios, donde está el Nombre de Dios, se hizo carne, se creó un cuerpo de carne en el vientre de la virgen María; una célula de sangre, de vida, fue colocada ahí, fue creada ahí por el Ángel del Pacto, el Espíritu Santo; y se multiplicó célula sobre célula y así se formó, fue creado el cuerpo de Jesús, en el cual habitó Dios en toda Su plenitud; por eso Él decía: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras;” y por eso también Él decía: “El Padre y yo una cosa somos.”
Para entenderlo mejor: el ser humano fue hecho a imagen y semejanza de Dios, y por consiguiente tiene alma, espíritu y cuerpo; y lo más importante es el alma, eso es lo mayor, eso es lo que en realidad es la persona.
Por eso también, Dios, lo encontramos con un cuerpo angelical, que es el Ángel del Pacto, llamado el Espíritu Santo; y lo encontramos también con un cuerpo de carne llamado Jesús. En ese cuerpo de carne moraba y mora el Espíritu Santo, y por consiguiente Dios mora en toda Su plenitud en Jesucristo; y en palabras más claras, eso es Emanuel: Dios con nosotros.
Y ahora vamos a ver un poquito más, porque este es el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, que nos menciona San Pablo en Colosenses, capítulo 2, verso 2 al 3. Dice:
“…Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo,
en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.”
O sea, de obtener el pleno entendimiento, ¿de qué?
“…a fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo.”
Es como el ser humano, que es un misterio para el mismo ser humano; y algunos no saben que son alma, espíritu y cuerpo, y creen que son el cuerpo de carne y que eso es el ser humano; pero el ser humano es alma viviente.
Por eso dice la Escritura, dice Cristo: “el alma que pecare, morirá”, y también dice: “¿De qué le vale al hombre si ganare todo el mundo y perdiere su alma?” Porque el alma es lo que en realidad es la persona. Puede perder su cuerpo pero su alma puede vivir eternamente; pero si pierde su alma, su cuerpo también se perderá, porque el cuerpo terrenal es temporal.
Ahora, continuando con Colosenses, capítulo 1, donde nos habíamos detenido, verso 17 dice:
“Y él es antes de todas las cosas (Cristo es antes de todas las cosas), y todas las cosas en él subsisten (o sea, que Él es el que les da vida; sin Cristo la Creación no existiría);
y él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia.”
La cabeza de la Iglesia es Cristo. Cristo es el Novio o Esposo de la Iglesia. La Iglesia es la Novia o Esposa de Cristo; para, Cristo por medio de ella, a través de ella, reproducirse en muchos hijos e hijas de Dios; y por consiguiente, al nacer en el Cuerpo Místico de Cristo, por medio de esa unión de amor entre Cristo y Su Iglesia, los que nacen en el Reino de Cristo son celestiales; porque el nuevo nacimiento es celestial, y por eso San Pablo dice en Filipenses, capítulo 3, verso 20 al 21:
“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo;
el cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.”
Por lo tanto, nuestra ciudadanía como hijos e hijas de Dios es celestial.
“…él que es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia;
por cuanto agradó al Padre que en él habitase toda plenitud…”
En Jesucristo habitó toda la plenitud de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo; por eso Cristo decía: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.” “El Padre y yo una cosa somos.”
“…y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.
Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado
en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él;
si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído, el cual se predica en toda la creación que está debajo del cielo; del cual yo Pablo fui hecho ministro.”
Aquí podemos ver que Jesucristo es nada menos que el Verbo hecho carne, Emanuel, Dios con nosotros. Veamos algún lugar más donde obtengamos más luz sobre este misterio de Cristo. Filipenses, capítulo 2, verso 5 en adelante, dice:
“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús,
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,
sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;
y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.
Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra;
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.”
Jesucristo es el Señor, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. En Primera de Timoteo nos dice, capítulo 3, verso 14 en adelante:
“Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte,
para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente…”
La Casa de Dios bajo el Nuevo Pacto es la Iglesia del Señor Jesucristo. Por eso San Pablo dice: “¿No saben ustedes que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” Primera de Corintios, capítulo 2, nos habla de eso y nos enseña (y el capítulo 3), y nos dice que el que destruya al Templo de Dios, Dios lo destruirá a él; por lo tanto, el que bendiga o ayude a uno de estos pequeñitos y diere un vaso de agua fresca, no perderá su recompensa, dijo Cristo; y está hablando de los creyentes en Él.
Y nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. La Iglesia del Señor Jesucristo está fundada sobre la revelación de Jesucristo; por lo tanto, la Iglesia del Señor Jesucristo siendo el Templo de Dios, Cristo, Dios habita en medio de ella en Espíritu Santo. Él dijo: “Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” San Mateo, capítulo 28, verso 20.
Y también Él dijo en una ocasión: “Yo estaré donde estén dos o tres reunidos en mi Nombre”; por lo tanto, el Nombre es muy importante.
Miren aquí, capítulo 3 de Primera de Corintios, verso 17, dice:
“Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.”
Vean, el Templo de Dios lo forman los creyentes en Cristo, porque son Templo espiritual, un Templo o Cuerpo Místico de creyentes, lugar donde mora el Señor en Espíritu Santo.
Y ahora continuamos leyendo en Primera de Timoteo, leímos “para…”:
“…sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.
E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad:
Dios fue manifestado en carne…”
¿Cómo Dios fue manifestado en carne? En el cuerpo de Jesús. Dios se vistió de un cuerpo de carne llamado Jesús; por eso Jesucristo decía: “Yo he venido en Nombre de mi Padre,” porque Él es el Ángel del Pacto. En el Ángel del Pacto fue que Dios dijo que estaba Su Nombre, el Nombre de Dios.
“No le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.” Éxodo, capítulo 23, verso 20 al 23.
Ese Ángel del Pacto es Jesucristo en Su cuerpo angelical, el cual luego se creó un cuerpo de carne en el vientre de María; y cuando nació, ahí moró la plenitud de Dios; o sea, que Dios con Su cuerpo angelical entró a ese cuerpo de carne y habitó. Por eso Jesús podía decir: “Yo y el Padre una cosa somos,” y podía decir: “El Padre que mora en mí, Él hace las obras,” era Dios en Cristo.
Ahora, muchos dijeron en tiempos pasados, que habían visto a Dios; y no negamos que vieron a Dios, pero cuando examinamos bien, lo que vieron fue el cuerpo angelical de Dios, o sea que vieron a Cristo en Su cuerpo angelical en el cual estaba Dios, en el cual les dio la Ley en el Monte Sinaí; porque Él es el Ángel del Pacto, el cual también hizo un Pacto con Abraham.
Y por eso en la última cena de Cristo con Sus discípulos, tomando el pan les dio, partió y les dio dando gracias al Padre, y les dijo: “Comed de él todos, porque este es mi cuerpo.” Y tomando – tipificando en el pan Su cuerpo, que iba a ser ofrecido en Sacrificio.
Y tomando la copa de vino dando gracias al Padre dijo a Sus discípulos, dijo: “Tomad de ella todos, porque esta es mi sangre del Nuevo Pacto que por muchos es derramada para remisión de los pecados.” San Mateo, capítulo 26, verso 26 al 29, y San Lucas, capítulo 22.
Y ahora, San Juan, capítulo 1, verso 18, aparentemente contradice todo lo que dijeron otras personas que decían que habían visto a Dios, pero no lo contradice. Dice:
“A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer.”
Nadie vio al Padre pero vieron a Dios. Vieron a Dios al ver el cuerpo angelical de Dios, al ver al Ángel del Pacto, al ver al Espíritu Santo, que es el Ángel del Pacto; un espíritu es un cuerpo de otra dimensión, un cuerpo angelical. Y nadie jamás ha visto a Dios: “el unigénito Hijo, que está en el Seno del Padre (o sea, Cristo, el Ángel del Pacto), le ha dado a conocer.” O sea, que fue dado a conocer Dios a través del Ángel del Pacto, a través de Cristo, el cual dijo: “Antes que Abraham fuese, yo soy.”
O sea, que lo que veían en el Antiguo Testamento, desde el Génesis hacia adelante, cuando veían al Ángel del Pacto o veían a Dios o hablaban con Dios, estaban viendo a Cristo en Su cuerpo angelical, en el cual estaba Dios, y el cual es el cuerpo angelical o teofánico de Dios; por eso se llamaba también Él: “Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob,” y cuando hablaba con las personas decía: “Y Jehová le dijo a Moisés, le dijo a tal persona, tal cosa.” Y era el Ángel del Pacto el que estaba hablando; o en palabras más claras: Dios a través de ese cuerpo angelical.
Y ahora, Primera de Juan, capítulo 5, verso 20, nos dice:
“Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.”
¿Jesucristo es qué? El verdadero Dios y la vida eterna.
“Este es el verdadero Dios, y la vida eterna.”
Por eso Él decía que Sus ovejas escuchaban Su Voz y le seguían, y les daba vida eterna.
Este mismo capítulo 5 de Primera de Juan, verso 11 en adelante, dice:
“Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.”
Nadie puede conseguir la vida eterna a menos que sea a través del Hijo de Dios, Jesucristo, a través de creer y recibirlo como nuestro único y suficiente Salvador.
“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”
Y el verso 12 dice:
“El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.”
No es por ser la persona buena sino por creer en Jesucristo, por creer en Su Nombre y Su Obra de Redención.
Jesucristo es el Verbo que era con Dios y era Dios, el Ángel del Pacto. Jesucristo es ese Ángel que libertó al pueblo hebreo a través del profeta Moisés; es el Ángel del Pacto, y por eso vino en carne humana para establecer el Nuevo Pacto que Él prometió en Jeremías, capítulo 31, verso 31 al 36.
Y ahora, bajo el Nuevo Pacto tenemos todas las bendiciones del Nuevo Pacto; y las obtenemos, se materializan, al creerlas con toda nuestra alma, con todo nuestro corazón; porque son para nosotros esas bendiciones.
Jesucristo es el Ángel del Pacto, Jesucristo es el Ángel de Jehová, Jesucristo es el Verbo que era con Dios y era Dios, que se hizo carne y habitó en medio de la raza humana, el cual dijo en San Mateo, capítulo 28, versos 16 al 20: “Todo poder me es dado en el Cielo y en la Tierra.”
Por lo tanto, si Él tiene todo el poder, entonces: TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE.
Su poder está en medio de Su Iglesia manifestado de etapa en etapa, de edad en edad, a través de los siglos; y con ese poder es que Él produce el nuevo nacimiento en los creyentes en Él, y con ese poder es que Él nos protege, con ese poder es que Él nos cuida, con ese poder es que Él nos guía, con ese poder es que Él nos mantiene en Su Iglesia, cerca de Sí mismo; y para el tiempo final la adoptará, para el tiempo final se llevará a cabo las Bodas del Cordero de Cristo y Su Iglesia; para lo cual, resucitará a los muertos creyentes en Él, y a los vivos los transformará, y los llevará con Él a la Cena de las Bodas del Cordero, a la Casa de nuestro Padre Celestial.
Por lo tanto, TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE. Él tiene el poder para cumplir lo que Él ha prometido. Es el poder de Cristo el que nos fortalece, es el poder de Cristo el que nos cuida, es el poder de Cristo el que obra el nuevo nacimiento en medio de Su Iglesia, en donde nacen hijos e hijas de Dios.
Toda persona que nace de nuevo, nace en medio de la Iglesia del Señor Jesucristo; y por consiguiente, pertenece a la familia de Dios, es un descendiente de Dios por medio del segundo Adán, que es Jesucristo nuestro Salvador.
“TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE.” Para el que cree todo es posible.
Cristo le dice a Nicodemo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo no puede ver el Reino de Dios (no lo puede entender).” Por lo tanto, se requiere el nuevo nacimiento, para lo cual la persona escucha la predicación del Evangelio de Cristo, en donde se muestra la Obra de Redención que Cristo llevó a cabo en la Cruz del Calvario, para que así la persona tenga la oportunidad de que nazca la fe de Cristo en su alma y lo reciba como Salvador, para obtener su salvación, la cual Cristo ya ganó en la Cruz del Calvario.
Por lo cual, si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos, y estaremos orando por usted para que Cristo lo reciba en Su Reino, lo perdone y con Su Sangre le limpie de todo pecado, sea bautizado en agua en Su Nombre, y Cristo lo bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en usted el nuevo nacimiento.
Por lo tanto, pueden pasar al frente los que están acá presentes, y los que están en otros países pueden pasar al frente en la iglesia o auditorio o lugar donde se encuentren, para que queden incluidos en la oración que estaremos haciendo por los que están recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador.
Dios tiene mucho pueblo en Puerto Rico, en toda la América Latina, en todo el Caribe, en Norteamérica y en todos los países; y los está llamando en este tiempo final, porque en este tiempo final se va a completar la Iglesia del Señor Jesucristo.
Él dijo que Él llamaría a Sus ovejas por su nombre (en San Juan, capítulo 10, versos 1 al 30), y que Sus ovejas escucharían Su Voz, y que Él daría Su vida por las ovejas, para darnos la vida eterna.
Él dijo: “Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y hallará pastos.” San Juan, capítulo 10, verso 9.
Mientras estamos en la Tierra tenemos la oportunidad de obtener la vida eterna, recibiendo a Cristo como único y suficiente Salvador; y es una oportunidad que se termina cuando la persona muere. Si antes de morir no recibe a Cristo como Salvador, ya no tendrá oportunidad de recibirlo, porque a donde va la persona no se predica el Evangelio. Es aquí en la Tierra, entre los vivientes, que se predica el Evangelio para que tenga la oportunidad de obtener la salvación y vida eterna.
Vamos a estar en pie para orar por las personas que han venido a los Pies de Cristo en esta ocasión. Con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, y nuestros ojos cerrados:
Padre celestial, en el Nombre del Señor Jesucristo vengo a Ti con todas estas personas que están recibiendo a Cristo como único y suficiente salvador. Recíbelos en Tu Reino. Te lo ruego en el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.
Y ahora repitan conmigo:
Señor Jesucristo, escuché la predicación de Tu Evangelio y nació tu fe en mi corazón.
Creo en Ti con toda mi alma, creo en Tu Primera Venida y creo en Tu Nombre como el único Nombre bajo el Cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos.
Reconozco que soy pecador y necesito un Salvador. Y reconozco Tu muerte en la Cruz del Calvario como el Sacrificio de Expiación por nuestros pecados.
Doy testimonio público de mi fe en Ti y Te recibo como mi único y suficiente Salvador. Te ruego perdones mis pecados y con Tu Sangre me limpies de todo pecado, y me bautices con Espíritu Santo y Fuego luego que yo sea bautizado en agua en Tu Nombre; y produzcas en mí el nuevo nacimiento. Te lo ruego en Tu Nombre Eterno y glorioso, Señor Jesucristo. Amén y amén.
Y ahora con nuestras manos levantadas a Cristo, al Cielo, todos decimos: ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! ¡LA SANGRE DEL SEÑOR JESUCRISTO ME LIMPIÓ DE TODO PECADO! AMÉN.
Cristo les ha recibido en Su Reino, ha perdonado vuestros pecados y con Su Sangre los ha limpiado de todo pecado, porque ustedes le han recibido como vuestro único y suficiente Salvador; y me dirán: “Quiero ser bautizado en agua en el Nombre del Señor Jesucristo, porque Él dijo: ‘El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.’ San Marcos, capítulo 16, versos 15 al 16. ¿Cuándo me pueden bautizar?” Es la pregunta desde lo profundo de vuestro corazón.
Por cuanto ustedes han creído en Cristo de todo corazón, bien pueden ser bautizados; y que Cristo les bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento.
El agua en el bautismo no quita los pecados, es la Sangre de Cristo la que nos limpia de todo pecado; pero el bautismo en agua es un mandamiento del Señor Jesucristo. El mismo Cristo fue bautizado por Juan el Bautista. Y si Cristo tuvo necesidad de ser bautizado para cumplir toda justicia, ¡cuánto más nosotros!
Cuando la persona recibe a Cristo como Salvador, muere al mundo; y cuando el ministro lo sumerge en las aguas bautismales, tipológicamente, simbólicamente, está siendo sepultado; y cuando es levantado de las aguas bautismales, está resucitando a la vida eterna. Ese es el simbolismo, la tipología, ese es el tipo y figura de lo que sucede en el campo espiritual en la vida de la persona.
Por eso cuando la persona es bautizada en agua en el Nombre del Señor, se está identificando con Cristo en Su muerte, la muerte de Cristo, Su sepultura y Su resurrección, porque estábamos con Él todo el tiempo; de Él hemos venido y a Él regresamos, para vivir eternamente en Su Reino.
Es como nuestro cuerpo físico, que es un misterio cómo surgió; pero la cosa es que es una realidad, y hay realidades que no pueden ser comprendidas completamente. Y la de que estábamos con Cristo es incomprensible para algunas personas; pero es más sencilla que comprender dónde estaba nuestro cuerpo físico.
Por lo tanto, al saber que toda la Creación estaba en Cristo potencialmente y de Cristo surgió toda la Creación… como nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 1:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”
Por medio de Cristo, Dios hizo el universo. En Él, siendo la semilla o simiente original, colocó todo lo que Dios iba a crear, y a través de Él lo trajo a existencia.
“…el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…”
Vean, ¿quién es la imagen de la sustancia Divina? Cristo, Cristo en Su cuerpo angelical. ¿Y la semejanza física de Dios? Cristo en Su cuerpo físico, que murió y resucitó glorificado, y está sentado a la diestra de Dios.
O sea, en palabras más claras, Dios con Su cuerpo angelical está dentro del cuerpo físico de Jesucristo; por eso dice Cristo que Él es el Todopoderoso, y dice que todo poder le fue dado en el Cielo y en la Tierra.
Y ahora, bien pueden ser bautizados los que han recibido a Cristo como Salvador en esta ocasión y están presentes, y los que están en otras naciones; y que Cristo los bautice con Espíritu Santo y Fuego, y produzca en ustedes el nuevo nacimiento; y nos continuaremos viendo por toda la eternidad en el Reino de Cristo nuestro Salvador.
Y hasta el próximo domingo, Dios mediante, en que estaremos nuevamente compartiendo la Palabra del Señor, el alimento espiritual para nuestra alma, en este lugar; y de este lugar para todos los lugares, vía satélite y vía internet.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos y continúen pasando una tarde feliz, llena de las bendiciones de Cristo nuestro Salvador.
Dejo con ustedes al reverendo José Benjamín Pérez, para indicarles cómo hacer para ser bautizados los que han recibido a Cristo; y en cada país dejo al ministro correspondiente.
Que Dios les bendiga y les guarde a todos.
“TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE.”