Muy buenas noches, amados amigos y hermanos presentes. Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.
Para lo cual quiero leer en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 en adelante, donde nos dice:
“Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.
Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro,
y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego;
y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas.
Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último;
y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades.
Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas.
El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias”.
Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.
Nuestro tema para esta ocasión es: “UNA DESCRIPCIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE EN MEDIO DE LOS SIETE CANDELEROS”.
En el verso 20 de este capítulo 1 de Apocalipsis, dice que las siete estrellas son los siete ángeles de las siete iglesias y los siete candeleros son las siete iglesias.
En esta revelación apocalíptica de Jesucristo, enviada por medio del Ángel del Señor Jesucristo, encontramos las profecías correspondientes a la Dispensación de la Gracia y a la Dispensación del Reino; y aun pasa esa Palabra profética a la eternidad, porque cuando pasamos a los capítulos 21 y 22 del Apocalipsis, ya eso es eternidad, donde ya está la Nueva Jerusalén establecida en la Tierra, después del Juicio Final.
Esta visión apocalíptica, recuerden, es una profecía de largo alcance, dada a Juan el apóstol por medio del Ángel del Señor Jesucristo, enviado por Jesucristo para dar testimonio de todas estas cosas.
Siendo una profecía, como dice Apocalipsis, capítulo 1, versos 1 al 3, veamos:
“La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró enviándola por medio de su ángel a su siervo Juan…”.
¿Por medio de quién vino a Juan esta profecía? Por medio del Ángel del Señor Jesucristo.
“… que ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo, y de todas las cosas que ha visto.
Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía…”.
¿Ven? Es un libro profético, el cual está escrito en símbolos; pero estos símbolos tienen un significado.
Es como en el Antiguo Testamento, donde encontramos que Dios habló por medio de los profetas en forma simbólica en muchas ocasiones. Tenemos un sinnúmero de símbolos en el Antiguo Testamento relacionados a la Venida del Mesías.
Por ejemplo, cuando dice que saldrá un retoño, una vara, del tronco de Isaí1, ¿ven?, ese es un simbolismo que habla de un descendiente de Isaí que viene por medio del rey David, el cual fue nuestro amado Señor Jesucristo, que vino de la tribu de Judá por medio de la familia de David.
Ahora, vean ustedes cómo Dios usa símbolos para dar a conocer proféticamente cosas que han de suceder; y por medio de la Palabra profética, dada así en símbolos al pueblo, ¿qué ha hecho Dios? Dios ha aumentado la profecía2.
Por ejemplo, tenemos en Génesis, capítulo 3, verso 15, que Dios habló allí de la simiente de la mujer: que heriría a la simiente de la serpiente y a la serpiente, la heriría en la cabeza; pero la serpiente heriría a la simiente de la mujer (¿dónde?) en el calcañar (o sea, en los talones); pero, vean ustedes, la herida que la simiente de la mujer le haría a la serpiente sería en la cabeza, una herida mortal.
Y esa simiente de la mujer es una profecía que habla del Mesías, de Jesucristo, el cual en la Cruz del Calvario obtuvo esa victoria. Muriendo estaba obteniendo la victoria más grande; porque tomó todos nuestros pecados, se hizo pecado por nosotros y pagó por los pecados nuestros; porque Él no tenía pecado.
Por eso Él decía: “Nadie me quita la vida; yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar”3. Tomó todos nuestros pecados; y, como dijo Juan el Bautista: “He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”4, para quitarlo, tuvo que tomar todos nuestros pecados y morir por nuestros pecados.
Por eso fue que también tuvo Él que ir al infierno, donde les predicó a los espíritus encarcelados, que fueron desobedientes en el tiempo de Noé, cuando Noé preparaba el arca; fue y les predicó, pero no predicación para salvación, sino predicación de condenación, condenando la incredulidad de ellos, pues no sacó a ninguno de los que estaban allí en el infierno5.
Pero luego pasó al Paraíso. Y, por cuanto Cristo tomó las llaves del infierno y de la muerte (se las quitó al diablo), salió del infierno: pasó al Paraíso.
Y allí en el Paraíso lo estaban esperando: Juan el Bautista, Su precursor, el cual al llegar al Paraíso les había anunciado a todos que el Mesías ya estaba en la Tierra, y —por consiguiente— muy pronto llegaría al Paraíso; porque siendo que Juan dijo que Jesús era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, para quitarlo, tenía que morir.
Como estaba representado en los sacrificios del Antiguo Testamento, donde tanto el cordero pascual como el macho cabrío y los demás animalitos de sacrificio tenían que morir; y morían; y así la sangre del macho cabrío de la expiación era llevada al lugar santísimo y esparcida sobre el propiciatorio por el sumo sacerdote, el cual con su dedo la esparcía siete veces; tipo y figura de lo que el Sumo Sacerdote Jesucristo haría en el Lugar Santísimo del Templo.
¿Pero de qué templo? Vean, cuando Cristo murió y resucitó, no se fue al templo para hacer lo que el sumo sacerdote hacía (llevar la sangre allí); sino que subió al Cielo, y en el Templo de Dios que está en el Cielo Él llevó Su propia Sangre; y como Sumo Sacerdote ha estado haciendo intercesión allí, por todo este tiempo, por todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.
Así como el sumo sacerdote hacía intercesión en el lugar santísimo por el Israel terrenal…
Ahora, tenemos que saber que está el Israel terrenal, que es el pueblo hebreo, pero también la Biblia nos enseña que está el Israel celestial, que es la Iglesia del Señor Jesucristo.
Y la Iglesia del Señor Jesucristo, el Israel celestial, no puede ser limpiado con sangre de animalitos de acá de la Tierra, porque la sangre de los animalitos no quita el pecado, sino que cubría el pecado del pueblo hebreo; lo cubría, no lo quitaba. Por eso es que no podía hacer perfectos a los que guardaban esos ritos en el Antiguo Testamento.
Pero miren lo que nos dice el apóstol San Pablo con relación a los sacrificios que se efectuaban allá y el Sacrificio de Cristo. Dice… Capítulo 9, versos 16 en adelante, del libro de los Hebreos o carta de los Hebreos, dice:
“Porque donde hay testamento, es necesario que intervenga muerte del testador.
Porque el testamento con la muerte se confirma; pues no es válido entre tanto que el testador vive.
De donde ni aun el primer pacto fue instituido sin sangre.
Porque habiendo anunciado Moisés todos los mandamientos de la ley a todo el pueblo, tomó la sangre de los becerros y de los machos cabríos, con agua, lana escarlata e hisopo, y roció el mismo libro y también a todo el pueblo,
diciendo: Esta es la sangre del pacto que Dios os ha mandado.
Y además de esto, roció también con la sangre el tabernáculo y todos los vasos del ministerio.
Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.
Fue, pues, necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así…”.
¿Cuáles eran las figuras de las cosas celestiales? Las cosas que estaban en el templo; eran figura, tipo y figura, de las cosas que están en el Cielo: las cosas celestiales.
“… pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos”.
Las cosas celestiales son purificadas con la Sangre del Señor Jesucristo; por un sacrificio superior al de los animalitos que el pueblo hebreo ofrecía a Dios.
“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero…”.
O sea que no entró Cristo al santuario hecho de mano allá en el templo que estaba en Jerusalén, sino que entró al verdadero: al Templo de Dios que está en el Cielo. Y entró al Santuario, al Lugar Santísimo, y colocó sobre el Propiciatorio del Templo de Dios en el Cielo (colocó sobre el Propiciatorio: sobre la Silla o Asiento de Misericordia) Su Sangre; y se convirtió en una Silla o Trono de Misericordia.
Porque mientras hay Sangre en el Trono de Intercesión, en el Propiciatorio allá en el Cielo: hay misericordia extendida para los seres humanos. Así como cuando era colocada la sangre del macho cabrío de la expiación en el lugar santísimo, sobre el propiciatorio, por el sumo sacerdote: se extendía la misericordia de Dios para el pueblo hebreo.
Pero recuerden que todo lo que estaba sucediendo en medio del pueblo hebreo, y el templo que Dios le ordenó a Moisés construir, y luego también el que construyó Salomón, y luego los que fueron restaurados, encontramos que son tipo y figura del Templo que está en el Cielo.
Por eso es que Cristo no era ministro del templo [terrenal]. Por eso no vino por medio de la tribu de Leví y tampoco vino por medio de la descendencia de Aarón para ser un sumo sacerdote. Y sin embargo Cristo es Sumo Sacerdote, pero de un orden celestial: del Orden del Templo que está en el Cielo, del Orden de Melquisedec.
Porque Él es el mismo Melquisedec que le apareció a Abraham, y le dio pan y vino; Sacerdote del Dios Altísimo del Templo que está en el Cielo6. Y por eso es que Él ministra (¿dónde?) en el Templo que está en el Cielo, como Sumo Sacerdote. Por eso es que nos dice:
“Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios…”.
“Para presentarse por nosotros ante Dios”, por el Israel celestial. Y al Israel celestial pertenecen todos los que son de la fe de Abraham: la fe en Cristo Jesús. Por medio de la fe en Jesucristo todos somos hijos de Abraham, descendientes de Abraham.
Abraham tiene la simiente según la carne, que es el pueblo hebreo, y tiene la simiente que es por la fe en Cristo: la simiente celestial; y esos son los miembros de la Iglesia del Señor Jesucristo; y vienen por medio del segundo Adán y del segundo Isaac.
Así como hay un segundo Adán, el cual es Jesucristo, hay un segundo Isaac; porque el hijo prometido para Abraham según la carne fue Isaac, pero San Pablo nos enseña que el verdadero Hijo prometido, o sea, la simiente verdadera de Abraham, es Cristo. Eso está en su carta a los Gálatas, donde nos habla San Pablo abiertamente acerca de este misterio: en el capítulo 3, verso 16 (para no leer mucho), dice:
“Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo”.
Esa es la simiente que tendría las bendiciones de Dios, y por medio de la cual todos los gentiles serían bendecidos; porque, vean, en el mismo capítulo 3, verso 13 en adelante, dice:
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),
para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu (del Espíritu Santo)”.
Para así obtener (¿qué?) el nuevo nacimiento, y venir a ser una Nueva Creación por medio de creer en Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y así nacer de nuevo, y pertenecer a una Nueva Creación, una Nueva Creación completamente.
Porque la Creación antigua, que ha venido por medio de Adán, cayó; y todo el que viene por medio de esa Creación viene a esta Tierra en un cuerpo mortal, corruptible y temporal: nace, vive en esta Tierra, después se pone viejo el cuerpo y después se muere; porque esa primera Creación cayó. Pero ahora tenemos el segundo Adán; y el segundo Adán nos da vida eterna.
Por eso es que Cristo le dijo a Nicodemo en el capítulo 3 de San Juan: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nazca de nuevo, no puede ver el Reino de Dios”. Cristo, hablándole así del Reino de los Cielos a Nicodemo, le está mostrando un misterio del Reino de Dios o de los Cielos. Dice Nicodemo entonces:
“Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo?”.
Parece que Nicodemo ya estaba avanzadito en edad. ¿Y cómo estaría su mamá? Así que el problema era grave para Nicodemo, si había que nacer de nuevo. “¿Cómo va a ser hecho esto, Jesús?”.
“¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?”.
Pues Nicodemo, por lo que se ve, estaba muy interesado en entrar al Reino de Dios. ¿Y quién no? Todos queremos entrar al Reino de Dios. Y hay una forma para entrar al Reino de Dios, no hay otra forma.
Como usted, para entrar a la familia a la cual pertenece: tuvo que ¿qué?, que nacer en esa familia por medio de su papá y de su mamá. Y ahora, Cristo establece que para entrar al Reino de los Cielos, que es la Familia de Dios, hay que nacer de nuevo.
“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.
Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.
No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo”.
Se requiere el nuevo nacimiento para entrar al Reino de Dios y pertenecer así a la Iglesia del Señor Jesucristo; no hay otra forma. Y esto se obtiene creyendo en Jesucristo como nuestro Salvador, lavando nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibiendo Su Espíritu Santo; y así se obtiene el nuevo nacimiento: nace la persona como un niño en el Reino de Dios.
¿Recuerdan que Jesucristo dijo: “Si no fueseis como un niño, ustedes no entrarán al Reino de los Cielos”7? ¿Ven? Y los niños pues nacen. Y hay que nacer en el Reino de los Cielos, y se comienza niño; se comienza como los niños comienzan: naciendo de su mamá. Y ahora, aquí es naciendo del Agua y del Espíritu; no hay otra forma para entrar al Reino de los Cielos.
Ahora, vean ustedes, cuando la persona nace de nuevo, comienza ahí (para la persona) el Programa de la Nueva Creación a manifestarse en él; porque el Programa que se había manifestado era el Programa de la antigua Creación, que viene por Adán: y hemos venido por medio de nuestros padres terrenales. Ellos hicieron lo más que pudieron: nos dieron este cuerpo, pero ellos no podían darnos un cuerpo eterno.
Por lo tanto, hemos recibido este cuerpo mortal, corruptible y temporal, para vivir una temporada aquí en la Tierra y hacer contacto con la vida eterna, que es Jesucristo.
Y en el Programa de Jesucristo es que está esa bendición de nacer de nuevo para pertenecer a esa nueva raza, de la cual Jesucristo es el principio. En Apocalipsis, capítulo 3, verso 14, dice que Jesucristo es el principio de la Creación de Dios, o sea, de esa Nueva Creación con vida eterna.
Y ahora, Jesucristo está llevando a cabo la creación de una nueva raza: por medio del nuevo nacimiento comienza la persona en esa nueva raza, esa Familia celestial, esa raza celestial. No es una raza terrenal, sino celestial. Es la Familia de Dios, la Familia del Cielo, de la cual San Pablo, hablando en su carta a los Efesios, en el capítulo 2, nos dice… Capítulo 2 de su carta a los Efesios, dice San Pablo, verso 19 en adelante:
“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios…”.
Ahora, ¿a qué familia pertenece usted al recibir a Cristo como su Salvador, lavar sus pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo? Pertenece a la Familia de Dios, a la Familia celestial; así como cuando nació en la familia terrenal, pertenece a esa familia terrenal.
Por lo cual le damos gracias a Dios: de que nos ha traído en una familia terrenal, para luego hacer contacto con la vida eterna y pertenecer a la Familia celestial. Y eso es por nacimiento: por el nuevo nacimiento.
Sigue diciendo San Pablo:
“… edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo,
en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor…”.
“Un templo santo en el Señor”. Vean, la Iglesia del Señor Jesucristo como Cuerpo Místico es un templo espiritual. ¿Y para qué? Dice:
“… en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu”.
Para Dios morar en Espíritu Santo en cada persona como individuo, y morar en medio de Su Iglesia como Cuerpo Místico de creyentes.
Y ahora, la promesa para todos los que han nacido en la Casa de Dios (que es la Iglesia de Jesucristo, que es la Familia de Jesucristo, la Familia del Cielo), la promesa es que tendremos un cuerpo igual al cuerpo de Jesucristo: un cuerpo eterno y glorificado; y seremos a imagen y semejanza de Jesucristo nuestro Salvador, con vida eterna.
Ahora, ya Él por medio del nuevo nacimiento nos ha dado un cuerpo teofánico de la sexta dimensión, llamado teofanía, en el cual la persona —si muere físicamente— va a vivir al Paraíso; un cuerpo parecido a nuestro cuerpo, pero de otra dimensión: de la sexta dimensión.
Y para el Día Postrero, ¿saben lo que Cristo dijo para el Día Postrero? Vamos a ver lo que Cristo dijo para el Día Postrero con relación a los creyentes en Él, y principalmente a los que han partido. San Juan, capítulo 6, verso 39 al 40, dice:
“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero”.
¿Para cuándo Cristo resucitará a los creyentes en Él, a los que el Padre le ha dado? Dice que será para el Día Postrero.
“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.
¿A quiénes resucitará en el Día Postrero? A los que han creído en Él y han nacido de nuevo, porque han recibido vida eterna.
Y ahora, si mueren físicamente, Cristo les dará un nuevo cuerpo, eterno, perfecto, inmortal, incorruptible, igual al cuerpo de Jesucristo. ¿Y eso será cuándo? Dice que será en el Día Postrero.
También San Pablo dice en diferentes lugares, como en Primera de Tesalonicenses, capítulo 4, versos 13 al 17; y también Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 al 56, dice, hablando de la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos, dice que será “a la Final Trompeta; porque se tocará la Trompeta, y los muertos en Cristo resucitarán primero (¿Cómo resucitarán? Incorruptibles, o sea, en un cuerpo eterno), y nosotros los que vivimos seremos transformados”.
¿Y para cuándo Cristo dijo que resucitará a los muertos en Cristo? Para el Día Postrero. Y después que resucite a los muertos en Cristo, ¿qué más hará? Pues transformará a los que están vivos, que son creyentes en Jesucristo que han nacido de nuevo, y por consiguiente pertenecen al Cuerpo Místico del Señor Jesucristo.
Ahora, vean, la resurrección ocurre primero y luego la transformación de nosotros los que vivimos. Ambas cosas son para el Día Postrero.
Y ahora, ¿cuál es el Día Postrero? La Escritura nos habla del Día Postrero y nos habla de los días postreros. Jesucristo nos habló del Día Postrero y nos habló de la resurrección para el Día Postrero.
Esta enseñanza, ya Jesucristo, vean ustedes, la había dado antes de resucitar a Lázaro. Y por eso cuando estuvo frente a la tumba de Lázaro y le dice Marta, la hermana de Lázaro… Cuando Jesús le dice: “Mira, quiten la piedra”… Jesús le dice: “¿No te he dicho que si crees, verás la gloria de Dios?”.
Jesús le había dicho: “Tu hermano resucitará”. Marta, como también María y Lázaro, tenían el conocimiento de que Jesucristo llevaría a cabo la resurrección de los creyentes en Él en el Día Postrero; y por eso es que Marta, muy feliz, muy contenta, le dice a Jesús: “Sí, yo sé que mi hermano resucitará en el Día Postrero”. Está en San Juan, capítulo 11, verso 24, vean, y el… 23 en adelante, dice:
“Jesús le dijo: Tu hermano resucitará.
Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero.
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá.
Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?
Le dijo (Marta): Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo”.
Marta era una verdadera creyente en Jesucristo.
Ahora, ella creía que la resurrección de Lázaro era para el Día Postrero, y ella tenía razón; pero Jesucristo, por cuanto está tomando a Lázaro como ejemplo, como tipo y figura de lo que Él hará con los creyentes en Él que han muerto físicamente, está tomándolo para mostrar…
En esta resurrección que Cristo va a efectuar con Lázaro, va a representar la resurrección de todos los santos que Cristo resucitará en el Día Postrero. Él va a mostrar allí que Él tiene el poder para hacerlo, y va a resucitar a Lázaro; y va a colocar a Lázaro como tipo y figura de todos los muertos en Cristo que van a resucitar. Porque Él es la resurrección: Cristo es la Resurrección y la Vida, y Él es el Camino, la Verdad y la Vida8.
Por lo tanto, los que están en Él no tienen ningún problema: si su cuerpo físico muere, en el Día Postrero será resucitado; y si está vivo cuando los muertos en Cristo resuciten, pues será transformado; y entonces todos los miembros de la Nueva Creación, los cuales comienzan obteniendo el nuevo nacimiento y así obteniendo el cuerpo teofánico de la sexta dimensión, luego recibirán también el cuerpo físico eterno y glorificado, en el cual viviremos por toda la eternidad: un cuerpo igual al cuerpo glorificado de Jesucristo.
Ahora, vean ustedes cómo aquí Lázaro es tomado como tipo y figura de los que van a resucitar en el Día Postrero.
Ahora, Lázaro para resucitar en el Día Postrero, ¿saben ustedes una cosa? Tenía que resucitarlo Cristo allí. ¿Por qué? Porque de otra forma Lázaro pertenecería al grupo del Antiguo Testamento. Porque ni Lázaro, ni Marta, ni María, ni San Pedro, ni ninguno de los apóstoles de Jesucristo, todavía no habían nacido de nuevo; y si no habían nacido de nuevo, aunque eran creyentes en Jesucristo, no pertenecían todavía al Cuerpo Místico de Cristo; porque se entra al Reino de los Cielos naciendo de nuevo.
Ahora, Lázaro tenía que ser resucitado para poder resucitar en el Día Postrero.
Y si Cristo no resucita a Lázaro, ¿qué hubiera sucedido con Lázaro? Pues no había ningún problema tampoco, pero no pertenecía a la Iglesia de Jesucristo. Tenía que pertenecer entonces al grupo del Antiguo Testamento, y hubiera resucitado en el tiempo en que Jesucristo resucitó; porque cuando Jesucristo resucitó, resucitaron con Él los santos del Antiguo Testamento9.
Pero el más pequeño del Reino de los Cielos, el más pequeño del Cuerpo Místico de Cristo, es mayor que Juan el Bautista y que estos profetas del Antiguo Testamento10.
¿Y esto por qué? Porque los del Antiguo Testamento son los siervos de Dios; y los del Nuevo Testamento, el Israel celestial, son los hijos e hijas de Dios. ¿Y qué es mayor?, ¿un hijo o un siervo? Los hijos son mayores que los siervos. Por lo tanto, el Israel terrenal es el pueblo de los siervos; y el Israel celestial es el pueblo de los hijos e hijas de Dios.
Por eso es que el más pequeño del Reino de los Cielos es mayor que Juan el Bautista, que fue el precursor de la Primera Venida de Cristo. Y eso sí es grande. Una persona sencilla, que sea mayor que Juan el Bautista, un profeta tan grande, eso sí es grande; pero es la verdad, y lo dijo Cristo.
Ahora, vean ustedes el por qué cualquier persona sencilla del Reino de los Cielos (o sea, de la Iglesia de Jesucristo, del Israel celestial) es mayor que Juan el Bautista.
Y es lo mismo también cuando dice: “Los profetas hasta Juan profetizaron”11</a>; o sea, la Ley y los profetas, ¿llegaron hasta dónde? Hasta Juan. Algunas personas piensan: “Entonces no habrá más profetas”. Claro que no habrá más profetas…: de la Ley. Pero en el Nuevo Testamento, ¡Jesucristo es el profeta más grande!, el profeta de Nazaret; y los apóstoles fueron profetas también, muchos de ellos; San Pablo fue un profeta también; miren las profecías de ellos.
Y la Escritura dice en Efesios —dice San Pablo— que Dios ha colocado en Su Iglesia apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros12.
¿Ven? Es en una nueva dispensación y bajo un Nuevo Pacto; pero los profetas de la Ley ya terminaron: el último fue Juan el Bautista. Y el primero de una nueva dispensación y de un nuevo Programa Divino fue nuestro amado Señor Jesucristo, ¡el más grande de todos los profetas!, ¡el Profeta de los profetas!, porque en Él estaba la plenitud de Dios.
Y ahora, podemos ver que toda Escritura que aparentemente tenga una contradicción, no hay ninguna contradicción: hay una revelación escondida ahí, mayor de lo que la persona puede ver a simple vista.
Y ahora, vean cómo en el Programa Divino Dios está construyendo una nueva raza; una nueva raza, pero expresa esa Obra —Dios— en una forma tan sencilla que las personas miran esa labor que Dios está realizando como algo raro; y en el tiempo de los apóstoles le llamaban que un camino de herejía13, pero lo que era una herejía para aquellos tiempos era la verdad divina en el Programa de una nueva creación de una nueva raza.
Y cuando todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, se hayan completado en el Cuerpo Místico de Cristo, entonces los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados. Y entonces estará sobre este planeta Tierra en pie una nueva raza, con cuerpos eternos y glorificados, iguales al Señor Jesucristo; y entonces las palabras de Jesucristo, que dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, él solo queda; pero si cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”14.
El Grano de Trigo, el Hijo del Hombre, si no moría… Y Él dijo: “Nadie me quita la vida; yo la pongo por mí mismo para volverla a tomar”. Y para poner Su vida, tuvo que tomar nuestros pecados; porque la paga del pecado es muerte15. Y Jesús sin pecado no podía morir; por lo tanto, tomó nuestros pecados, pagó por nuestros pecados y luego resucitó. ¿Para qué? Para producir mucho trigo.
El Grano de Trigo, el Hijo del Hombre, si no moría, si no caía en tierra y moría, Él solo quedaba. Él continuaba viviendo eternamente en el cuerpo (¿por qué?) porque no tenía pecado, continuaba viviendo; pero Él dice: “Él solo queda”.
¿Y de qué le servía a Jesús continuar viviendo solito? Sería una vida muy triste para Jesús; y sería también una acción egoísta de Jesús, no dar Su vida por nosotros, porque Él sabía que Él podía dar Su vida y después volver a tomarla: “Yo pongo mi vida para volverla a tomar”; y así nos dio vida eterna a nosotros.
Y ahora, “si el grano de trigo cae en tierra y muere, mucho fruto lleva”. Cuando usted siembra un grano de trigo, nace en la forma de una plantita; y luego de esa plantita comienzan a salir, a nacer, muchos granos de trigo; y sembró un solo grano de trigo; y cuando llega el momento de la cosecha son muchos los granos de trigo que usted recoge. Y usted dice: “Pero yo sembré uno”; pero conforme a la ley de la siembra y de la cosecha, se siembra uno y se recoge cierta cantidad. Y si el terreno es bueno y el grano de trigo que se sembró es bueno, puede producir al ciento por uno (o sea, el máximo).
Y ahora, el Grano de Trigo, Cristo, fue sembrado en tierra; y ahora producirá millones de seres humanos a imagen y semejanza de Jesucristo (Suyo).
Y ahora, para el Día Postrero es que se verá todo ese fruto; pero ya ha estado trabajando Cristo en esa labor.
Vean, un granito de trigo que se siembra: nace, y cuando usted lo mira, lo que ve es una plantita; pero esa plantita es el mismo grano de trigo, que se transformó en una plantita para poder producir muchos granos de trigo.
Y ahora, Jesucristo, vean ustedes, ha obrado en esta labor de la Nueva Creación. Y del Grano de Trigo que vimos en la Tierra dos mil años atrás, luego apareció la Iglesia, la Planta de Trigo; porque esa es la Planta de Trigo donde aparecen los granos de trigo, producto del Grano de Trigo que fue sembrado en tierra.
Por eso es que al creer en Jesucristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo, nacemos de nuevo; y nacemos en la Iglesia de Jesucristo como parte, como miembros, del Cuerpo Místico de Cristo. Esa es la Planta de Trigo, que es la Iglesia, donde aparecen los granos de trigo.
Y para el Día Postrero, la Iglesia del Señor Jesucristo que ha partido: los que han partido serán resucitados en cuerpos eternos (que son millones), y nosotros los que vivimos seremos transformados; y ahí tendremos los muchos granos de trigo que aquel Grano de Trigo, Jesucristo, produciría.
Es la reproducción de Jesucristo, el Grano de Trigo, en millones de hijos e hijas de Dios. El Hijo de Dios, que murió y resucitó, conforme a la ley de la reproducción se reproduce en millones de granos de trigo: en millones de hijos e hijas de Dios.
Ahora vean la labor tan hermosa que Cristo está llevando a cabo.
Y ahora, Él está en medio de Su Iglesia de etapa en etapa, de edad en edad, manifestándose; y por medio de Sus mensajeros que Él ha enviado: las siete estrellas, que son los siete ángeles del Hijo del Hombre, de Jesucristo, en Su Iglesia; que son los siete candeleros, las siete iglesias; aquellas siete iglesias en Asia Menor, que fueron siete iglesias literales allí en Asia Menor; son tipo y figura de la Iglesia de Jesucristo pasando por sus diferentes etapas. Por eso es que ellas tienen todas las características que estarían manifestadas en la Iglesia a través del tiempo, a través de sus diferentes etapas por las cuales pasaría.
Y por cuanto en la parábola del trigo y de la cizaña hubo en el campo trigo (que fue sembrado por el Hijo del Hombre) y luego apareció cizaña, encontramos que en medio del cristianismo también ha pasado lo mismo. Pero, para el fin del siglo, Cristo en la parábola del trigo y de la cizaña de San Mateo, capítulo 13, dice que el Hijo del Hombre enviará Sus Ángeles en el tiempo final. ¿Para qué? Para llevar a cabo la labor del tiempo final, donde habrá una separación del trigo y de la cizaña. El trigo será recogido y colocado en el Alfolí de Dios.
Eso es lo mismo que dice Cristo en San Mateo, capítulo 24 y verso 31, cuando dice: “Y enviará Sus Ángeles con Gran Voz de Trompeta, y juntarán a Sus escogidos”.
Sus escogidos es el trigo de Dios, los hijos e hijas de Dios; y la cizaña, Cristo dijo que eran los hijos del malo.
No podemos negar lo que Cristo dijo, porque si lo negamos entonces estaremos negando nuestra fe en Cristo, y estaríamos diciendo que Cristo se equivocó al decir que había trigo y había cizaña en el campo.
Ahora, vean, Cristo también, en San Mateo, capítulo 15, verso 13, dijo que “toda planta que no sembró mi Padre celestial será desarraigada y echada al fuego”. Está hablando de la cizaña; porque la cizaña, Cristo en la parábola del trigo y de la cizaña dice que el que sembró la cizaña es el diablo.
Y Juan el Bautista, predicando, dijo en una ocasión en el capítulo 3, verso 9 en adelante, dice… vamos a ver aquí… aquí Juan predicando: verso 7 en adelante, dice:
“Al ver él que muchos de los fariseos y de los saduceos venían a su bautismo, les decía: ¡Generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?
Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento,
y no penséis decir dentro de vosotros mismos: A Abraham tenemos por padre; porque yo os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras.
Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.
Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego.
Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará”.
Ahora miren qué tremendo Mensaje tenía Juan el Bautista; o sea que sabía lo que Cristo estaría llevando a cabo en Su Programa.
Ahora tenemos que comprender también que el trigo, el cual representa a los hijos e hijas de Dios, también están representados en las ovejas de Cristo; y Cristo dijo: “Mis ovejas oyen mi Voz y me siguen”16. ¿Por qué? Porque “el que es de Dios, la Voz de Dios oye”17.
Y ahora, de etapa en etapa, de edad en edad, Cristo ha estado en medio de Su Iglesia, o sea, en medio de esos siete candeleros de oro, que representan la Iglesia pasando por sus diferentes etapas; ¿y qué ha estado haciendo Cristo? Jesucristo en Espíritu Santo ha estado en medio de Su Iglesia llamando y juntando a Sus escogidos de cada etapa, y produciendo en ellos el nuevo nacimiento.
Por eso es que lo mismo que ocurría el día de la expiación, cuando el sumo sacerdote ofrecía el macho cabrío y llevaba la sangre del macho cabrío al lugar santísimo, y la colocaba sobre el propiciatorio: el pueblo se arrepentía de sus pecados y el pueblo se afligía.
Y ahora, miren en Levítico, capítulo 23, donde dice Dios… vamos a ver cómo lo dice aquí, para el día de la expiación… Capítulo 23, verso 26 en adelante, dice:
“También habló Jehová a Moisés, diciendo:
A los diez días de este mes séptimo será el día de expiación; tendréis santa convocación, y afligiréis vuestras almas, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová.
Ningún trabajo haréis en este día; porque es día de expiación, para reconciliaros delante de Jehová vuestro Dios.
Porque toda persona que no se afligiere en este mismo día, será cortada de su pueblo”.
Y ahora, Cristo es nuestra Expiación, como también Él es nuestra Pascua18.
Y por eso es que cuando las personas escuchan la predicación del Evangelio, y les llega a lo profundo de su alma; y las personas, que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero, cuando escuchan la Voz de Cristo llamándolos; sus almas se afligen, se arrepienten de sus pecados, reciben a Cristo como su Salvador, lavan sus pecados en la Sangre de Cristo y reciben el Espíritu de Cristo. Vean, lo mismo que sucedía el día de la expiación.
Y cualquier persona que no se aflija (y esto sucede cuando la persona recibe a Cristo como su Salvador y lava sus pecados en la Sangre de Cristo), cualquier persona que no se aflija, ¿qué sucede? Pues no se ha arrepentido y no ha recibido a Cristo como su Salvador; por lo tanto, no tiene vida eterna: será cortada del pueblo; su tiempo viviendo aquí en la Tierra lo ha perdido.
“Porque ¿de qué le vale al hombre, si ganare todo el mundo, y pierde su alma?”19. De nada le ha servido vivir en este planeta Tierra.
Dios nos ha enviado a vivir en este planeta Tierra, a este planeta Tierra, para hacer contacto con la vida eterna: para recibir a Cristo como nuestro Salvador, lavar nuestros pecados en la Sangre de Cristo y recibir Su Espíritu Santo; y así recibir el nuevo nacimiento y entrar al Programa de Vida Eterna.
Y para el Día Postrero tenemos la promesa que obtendremos el cuerpo físico eterno y glorificado, igual al cuerpo de Jesucristo, nosotros los que vivimos y también los que han muerto en Cristo. Y esto será para el tiempo en que la Trompeta Final esté sonando: esa Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final esté sonando en el Día Postrero.
Y esa Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta, que Juan escuchó en el Día del Señor (que es el Día Postrero), le dijo a Juan: “Yo soy el Alfa y Omega, el primero y el último”20</a>; es la Voz de Jesucristo hablándole a Su Iglesia en el Día Postrero.
Y ahora, ¿cuál es el Día Postrero? La Escritura nos habla de los días postreros y Jesús también nos habla del Día Postrero.
Y San Pablo, hablándonos de los días postreros en su carta a los Hebreos, nos dice de la siguiente manera [Hebreos 1:1]:
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas…”.
¿Por medio de quién habló en el Antiguo Testamento? Por medio de los profetas.
“… en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo…”.
Y dice que habló ¿por medio de quién? De Jesucristo, de Su Hijo. ¿Cuándo? En los postreros días. Y ya han transcurrido dos mil años de Cristo hacia acá. ¿Se equivocaría San Pablo al pensar que aquellos eran los días postreros? No se equivocó.
San Pedro también dijo que aquellos eran los días postreros. En el libro de los Hechos, capítulo 2, San Pedro, en el primer mensaje que predica, dice: capítulo 2, verso 14 en adelante:
“Entonces Pedro, poniéndose en pie con los once, alzó la voz y les habló diciendo: Varones judíos, y todos los que habitáis en Jerusalén, esto os sea notorio, y oíd mis palabras.
Porque estos no están ebrios, como vosotros suponéis, puesto que es la hora tercera del día (o sea, de 8 a 9 de la mañana).
Mas esto es lo dicho por el profeta Joel:
Y en los postreros días, dice Dios,
Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne,
Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán;
Vuestros jóvenes verán visiones,
Y vuestros ancianos soñarán sueños;
Y de cierto sobre mis siervos y sobre mis siervas en aquellos días
derramaré de mi Espíritu, y profetizarán”.
¿Para cuándo dice Pedro aquí que Dios prometió por medio del profeta Joel que derramaría de Su Espíritu sobre toda carne? Para los postreros días; y ya allí está derramando de Su Espíritu Santo sobre toda carne que se había arrepentido y había recibido a Cristo como su Salvador y lavado sus pecados en la Sangre de Cristo; allí estaban 120 personas que habían recibido el Espíritu Santo, y habían así nacido de nuevo. El primer grupo de hijos de Dios que nace de nuevo, y son creyentes en Cristo.
No se puede nacer de nuevo si no se es un creyente en nuestro amado Señor Jesucristo; y habiendo lavado sus pecados en la Sangre de Cristo es que puede nacer de nuevo.
Ahora, vean cómo San Pedro dice que en los postreros días Dios derramaría de Su Espíritu Santo; y está mostrando que Dios está derramando de Su Espíritu Santo (¿por qué?) porque han comenzado los días postreros.
Entonces, ¿qué son los días postreros? Segunda de Pedro, capítulo 3, nos aclara este misterio, porque es un misterio del Reino de Dios. Capítulo 3, verso 8, de Segunda de Pedro, dice… Y esto que dice no puede ser ignorado; el que lo ignora, nunca sabe entonces qué son los días postreros:
“Mas, oh amados, no ignoréis esto: que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”.
También el profeta Moisés en el Salmo 90, verso 4, da testimonio de esta verdad: un día delante del Señor, para los seres humanos son mil años.
Cuando Dios habla de los días postreros, para los seres humanos son los milenios postreros, para la raza humana. Y por eso es que cuando Dios estaba hablando por medio de Jesucristo dos mil años atrás, estaba hablando (¿cuándo?) en los días postreros; y todavía estamos en los días postreros.
Cuando Jesús tenía de 4 a 7 años de edad comenzó el quinto milenio; y el quinto milenio es el primero de los días postreros delante de Dios, que para los seres humanos es el primero de los tres milenios postreros.
Así como los tres días postreros de la semana son jueves, viernes y sábado (o sea, el quinto día, el sexto día y el séptimo día), para los seres humanos los milenios postreros son quinto milenio, sexto milenio y séptimo milenio; estos milenios en donde Dios estaría llevando a cabo un Programa y estaría derramando de Su Espíritu Santo.
Y ahora, hemos visto lo que son los días postreros.
Y de Cristo hacia acá ya han transcurrido dos mil años, si le añadimos al calendario los años de atraso que tiene; y si no le añadimos los años de atraso que tiene, pues ya faltan muy pocos años. Faltan año y medio (diríamos), quizás menos, pero vamos a… hasta el 2000; cuando se complete el 2000, pues ya se han completado los seis mil años, y también se han cumplido los dos primeros días postreros delante de Dios, que son los primeros dos mil años o primeros dos milenios de los tres milenios postreros.
Y ahora, ¿se le habrá atrasado a Dios Su calendario? Yo pienso que no. Y si no se le ha atrasado, ya hace tiempito estamos en el Día Postrero, para el cual Cristo dijo que resucitará a los muertos en Cristo y nos transformará a nosotros los que vivimos.
Ahora, ¿en cuál de los años del Día Postrero?, ¿en cuál de los años del séptimo milenio? Eso no lo sabemos, pero cuando resuciten los muertos en Cristo hemos de saber cuándo – en qué año sería; miraremos el calendario y diremos: “En este año era que Dios iba a resucitar a los muertos en Cristo”.
Pero vean ustedes, Él dijo que antes de la resurrección de los muertos en Cristo y transformación de nosotros, sonará la Trompeta Final o Gran Voz de Trompeta.
Y la Gran Voz de Trompeta que Juan escuchó en el Día del Señor… Y el Día del Señor es el séptimo milenio, ese es el Día del Señor; así como el sábado en medio del pueblo hebreo bajo la Ley era el día del Señor, el sábado, el séptimo día.
Y ahora, el séptimo milenio está representado en el día sábado, en el séptimo día de la semana; y ese es el Día del Señor, en donde Cristo viene con Gran Voz de Trompeta hablándole a Su Iglesia en este tiempo final.
Así como fue el Arcángel Gabriel a Daniel hablándole y revelándole todas aquellas cosas, el Espíritu Santo viene a la Iglesia (a Su Iglesia) para revelarle todas estas cosas que deben suceder pronto; y así darnos a conocer todos estos misterios del Día Postrero, del séptimo milenio, y llamar y juntar a todos los escogidos de Dios con la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino, revelándonos el misterio más grande de todos los misterios: el misterio del Séptimo Sello, que causó silencio en el Cielo como por media hora.
Ese es el misterio más grande de todos los misterios del Reino de Dios o Reino de los Cielos: el misterio del Séptimo Sello. Ese es el misterio de la Venida del Hijo del Hombre para el Día Postrero, de la cual Cristo dijo que sería como el relámpago que sale del oriente, ¿y dónde se muestra?, ¿y se muestra dónde? En el occidente21.
La Primera Venida de Cristo, la Venida del Hijo del Hombre dos mil años atrás, ¿dónde fue? En el oriente, o sea, allá en el Medio Oriente, en la tierra de Israel. Y el pueblo hebreo lo estaba esperando.
Vino, pero vino en una forma tan sencilla que les pasó por encima. Ellos esperaban un rey bien importante, y cuando llegó ese rey, llegó en la forma de un carpintero de Nazaret, humilde, sencillo: hablando no en términos de la alta sociedad, sino hablando en términos de hombre del campo: de árboles, de hacha, hablando de trigo, hablando de cizaña, hablando de peces y todas estas cosas, hablando en forma parabólica.
Porque abriría Su boca en parábolas y revelaría cosas ocultas desde la fundación del mundo, conforme al Salmo 78, verso 2 (por ahí está); y también San Mateo, capítulo 13, versos del 10 en adelante.
Y ahora, los discípulos le dicen (le dicen a Jesús): “¿Por qué Tú les hablas por parábolas a ellos?”. Cristo les dice: “Porque a vosotros es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no es concedido”22. Y es una bendición y bienaventuranza grande cuando a una persona le es concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos; eso es por elección (¿de quién?) de Dios.
Y ahora, para el Día Postrero serán bienaventurados todos los hijos e hijas de Dios, todos los escogidos de Dios que estarán viviendo en la Tierra, pues Cristo dice en Apocalipsis, capítulo 22, verso 16:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Serán bienaventuradas todas las personas que puedan ver y recibir a ese Ángel, porque vendrá dando testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto.
Este mismo Ángel, que fue enviado por Jesucristo a Juan el apóstol con toda esta revelación apocalíptica pero en forma simbólica, para el Día Postrero estará en la Tierra en medio de la Iglesia de Jesucristo.
Y ese es el único que puede abrir a la Iglesia de Jesucristo todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final. Y así, con su Mensaje de parte de Jesucristo, el cual es la Voz de Cristo para el Día Postrero, ese Mensaje de Gran Voz de Trompeta estará abriéndonos todos estos misterios, y entonces sí que vamos a entender todas estas cosas.
Ahora, ¿cuántos de ustedes sabían que los días postreros eran el quinto, sexto y séptimo milenio? No lo sabían, pero ahora sí lo saben.
Algunas personas quizás pensaban: “Los días postreros quizás sean 2 días, quizás sean 3 días de 24 horas cada uno, quizás sean 5 días”. Pero miren, San Pablo y San Pedro hablaron de los días postreros ya en los días de Jesucristo, que ya estaban en los días postreros; y no se podían equivocar. Y Pedro dice: “Es que un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”.
Para los seres humanos ya han transcurrido de Cristo hacia acá dos mil años, que son solamente dos días, dos días mileniales; pero delante de Dios solamente han transcurrido (¿cuántos días?) dos días.
Ahora, ¿cuántos sabían que el Día Postrero era el séptimo milenio? No lo sabían, pero ya sí lo saben. ¿Por qué? Porque el Espíritu de Dios está moviéndose en medio de Su Iglesia. Jesucristo, el Hijo del Hombre, está moviéndose en medio de Su Iglesia, y está dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto.
Y ahora, miren ustedes, en Apocalipsis, capítulo 4, verso 1, dice:
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí, como de trompeta, hablando conmigo, dijo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que sucederán después de estas”.
¿A dónde vamos a subir (porque la invitación es a subir)?
Es que de etapa en etapa, de edad en edad, hemos estado subiendo de una etapa a otra etapa en una forma progresiva y ascendente: la Iglesia de Jesucristo ha ido creciendo como un monte, de abajo hacia arriba; y en la actualidad nos encontramos en la cima o cúspide del Monte de Dios; y el Monte de Dios es la Iglesia del Señor Jesucristo.
De ese Monte es que el rey Nabucodonosor y el profeta Daniel vieron una Piedra no cortada de manos que vino e hirió a la imagen en los pies de hierro y de barro cocido23.
Así como la Primera Venida de Cristo, ¿de dónde vino? De en medio del pueblo hebreo; en medio del pueblo hebreo surgió, se cumplió, la Primera Venida de Cristo. ¿Por qué? Porque el Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, vino velado en carne humana en el velo de carne llamado Jesús.
Era nada menos que el Verbo, que era con Dios y era Dios, el cual se hizo carne y habitó en medio de los seres humanos.
Y aquel Verbo se hizo carne y habitó en medio del pueblo hebreo como uno de los hijos de Israel, nacido en Belén de Judea por medio de una virgen llamada María; la mujer más privilegiada de todas, porque tuvo el privilegio de tener un hijo por medio de creación divina, la primera mujer. La bendición que Eva menospreció, la recibió María.
Ahora, vean ustedes, para el Día Postrero, ¿quién está esperando la Segunda Venida de Cristo? La Iglesia del Señor Jesucristo, el Israel celestial. ¿Y en medio de quién tiene que aparecer y cumplirse la Segunda Venida de Cristo? Pues en medio de Su Iglesia, en medio del Israel celestial.
Y el pueblo hebreo va a ver el cumplimiento de la Segunda Venida de Cristo y va a decir: “¡Este es al que nosotros estamos esperando!”. Y le va a ser raro que esté en medio de los gentiles; pero esto ya fue representado cuando José, el hermano de los hijos de Jacob, vendieron a José24, como el pueblo hebreo vendió a Cristo.
Y luego fue colocado como segundo en el trono de Egipto25</a>; y ahora, vean ustedes, Cristo ascendió al Cielo y fue colocado en el Trono de Dios.
José tenía un nombre nuevo también26, que recibió cuando ascendió al trono; y tenía el sello del rey también; y era el que estaba a cargo de la administración de todos los bienes del rey. Y todo eso fue para preservación (¿de qué?) de vida, dijo José27. Y todo lo que le sucedió a Jesús ha sido (¿para qué?) para preservación de vida eterna para los hijos e hijas de Dios.
Ahora, cuando el pueblo hebreo allá, los hermanos de José vieron a José, no lo conocieron al principio; estaba vestido como los gentiles, tenía ropa como los gentiles, su apariencia como los gentiles, y hablaba el idioma de los gentiles: el idioma de los egipcios; pero era el José que ellos habían vendido.
La Primera Venida de Cristo fue en medio del pueblo hebreo; la Segunda Venida de Cristo es en medio de Su Iglesia, en medio de los gentiles: “Como el relámpago que salió en el oriente (en medio del pueblo hebreo allá, que es el Medio Oriente) y se manifiesta, se muestra (¿dónde?), en el occidente”.
El occidente es el continente americano, que consta de Norteamérica, Centroamérica, Suramérica y el Caribe. El continente latinoamericano y caribeño es el que tiene la promesa para la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles.
Cristo ha estado en medio de Su Iglesia todo el tiempo, de edad en edad, como Él estuvo en medio del pueblo hebreo todo el tiempo; pero luego se manifestó en carne humana, el Verbo se hizo carne en medio del pueblo hebreo, y apareció en la forma de un hombre, de un profeta. Y el Hijo del Hombre, Jesucristo, ha estado en medio de Su Iglesia todo el tiempo en Espíritu Santo.
Para el Día Postrero, Él tendrá la manifestación más grande que haya habido de parte de Jesucristo en medio de Su Iglesia. El Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es Jesucristo, estará manifestado en medio de Su Iglesia en el Día Postrero, dándonos a conocer por medio de Su Ángel Mensajero todas estas cosas que deben suceder pronto; así como a través de las diferentes edades dio a conocer a Su Iglesia las cosas que debían conocer en diferentes etapas por las cuales ha pasado la Iglesia de Jesucristo.
Por ejemplo, en el tiempo de San Pablo dio a conocer muchas cosas importantes, y estableció a la Iglesia de Jesucristo en la Dispensación de la Gracia: bien establecida.
Y ahora, para el Día Postrero, Jesucristo, el Hijo del Hombre (que siempre ha estado en medio de Su Iglesia en Espíritu Santo), tendrá la manifestación más grande de todos los tiempos en medio de Su Iglesia; para ser llamados y juntados todos los escogidos de Dios con la Gran Voz de Trompeta, la Voz de Jesucristo llamando y juntando a todos Sus escogidos; y luego los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos eternos y nosotros los que vivimos seremos transformados.
Ahora, recuerden que Cristo está construyendo un Templo espiritual. Comenzó allá en la tierra de Israel, luego pasó al Asia Menor, luego pasó a Europa, luego pasó a Norteamérica, y ahora ha pasado a la América Latina y el Caribe. Vean la trayectoria del este hacia el oeste; porque Cristo está construyendo un Templo espiritual.
¿Y qué tiene que ver esto con el oeste, en donde nosotros vivimos?
¿Dónde estaba el lugar santísimo del templo que construyó Moisés y del templo que construyó Salomón? En el oeste estaba el lugar santísimo. Y ese es el lugar más importante del templo que construyó Salomón y del tabernáculo que construyó Moisés; porque ese es el lugar donde estaba el arca del pacto, y donde estaba el propiciatorio, sobre el arca del pacto; y donde estaba la gloria de Dios, manifestada sobre el propiciatorio, en medio de los dos querubines de oro.
Y en el Templo espiritual de Jesucristo, en su construcción, para este tiempo final Él estaría construyendo el Lugar Santísimo de Su Templo espiritual. Y ahí es donde la manifestación plena de Jesucristo será realizada, en medio de los latinoamericanos y caribeños; porque está llamando y juntando latinoamericanos y caribeños, y colocándolos en ese Templo espiritual, en la parte más importante: en el Lugar Santísimo. Y es en la parte del occidente, a la cual pertenece la América Latina y el Caribe, que Jesucristo cumplirá Sus promesas correspondientes a este tiempo final.
Y la Iglesia del Señor Jesucristo, que se encuentra en la Edad o Etapa de Oro, la etapa más importante del Cuerpo Místico de Cristo, la etapa del Lugar Santísimo de Su Templo espiritual, en este tiempo final recibirá las grandes bendiciones que Cristo ha prometido para ella. Y es en medio de los latinoamericanos y caribeños que la bendición más grande de todas las bendiciones que Cristo le ha dado a Su Iglesia será manifestada; eso es en la América Latina y el Caribe.
Así como ha estado dando grandes bendiciones de etapa en etapa en diferentes continentes, grandes despertamientos espirituales, grandes avivamientos; pero el más grande de todos es para los latinoamericanos y caribeños, aunque de momento no lo podamos comprender; pero ese es uno de los misterios del Reino de los Cielos, ese es uno de los misterios de la Iglesia del Señor Jesucristo.
Recuerden que la Iglesia del Señor Jesucristo está representada en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó Salomón, porque la Iglesia del Señor Jesucristo es la que representa el Templo de Dios que está en el Cielo.
Ya no necesitamos el templo de Moisés ni el de Salomón, y ya el pueblo hebreo no tiene templo aquí en la Tierra; pero Cristo tiene un Templo, y es Su Iglesia. Y en ese Templo es donde Cristo ha estado de etapa en etapa, de edad en edad, caminando en medio de Su Iglesia, en medio de las siete etapas o edades de Su Iglesia; y para este tiempo final Él estará manifestado en medio de Su Iglesia.
Y aquí en Apocalipsis, donde leímos al principio, donde lo encontramos con una vestidura larga hasta los pies (desde el cuello hasta los pies) y lo encontramos con el cinto de oro sobre Su pecho, eso representa a Cristo en el tiempo final como Juez de toda la Tierra; porque tiene el cinto de oro sobre Su pecho, no en Su cintura. En Su cintura, pues lo representa a Él como Sumo Sacerdote; pero para el Día Postrero Él cambiará de Sumo Sacerdote a Juez de toda la Tierra.
Es en este tiempo final donde Él estará haciendo ese entrelace; y eso será cuando termine Él de limpiar con Su Sangre preciosa hasta el último de los escogidos de Dios, o sea, hasta que el último de los escogidos de Dios entre al Cuerpo Místico de Cristo. De eso habló San Pablo en su carta a los Romanos, capítulo 11, versos 25 en adelante, cuando nos dijo:
“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles…”.
Hasta que haya entrado (¿qué?) la plenitud de los gentiles, o sea, hasta que haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios, al Cuerpo Místico de Jesucristo.
“… y luego todo Israel será salvo, como está escrito:
Vendrá de Sion el Libertador,
Que apartará de Jacob la impiedad.
Y este será mi pacto con ellos,
Cuando yo quite sus pecados”.
Ahora podemos ver que Dios no puede tratar con el pueblo hebreo hasta que haya entrado hasta el último de los escogidos de Dios al Israel celestial, o sea, al Cuerpo Místico de Jesucristo.
Por eso han tratado de convertir el pueblo hebreo, desde los tiempos de los apóstoles hacia acá, muchos buenos predicadores, y no han podido. ¿Por qué? Porque primero Dios tiene que completar el Cuerpo Místico, la Iglesia de Jesucristo, y después es que tratará con el pueblo hebreo.
Y ahora, tenemos que prestar atención a la Iglesia de Jesucristo y trabajar en medio de la Iglesia de Jesucristo hasta que se complete el número de los escogidos de Dios. Después el pueblo hebreo verá la manifestación plena de Jesucristo en medio de Su Iglesia, y los muertos en Cristo resucitarán en cuerpos eternos, y nosotros los que vivimos seremos transformados. Y si no ha visto antes de eso la manifestación de Cristo en Su Iglesia, la verá cuando tengamos el nuevo cuerpo; porque vamos a estar aquí en la Tierra de 30 a 40 días antes de irnos a la Cena de las Bodas del Cordero.
Estaremos aquí en la Tierra con el nuevo cuerpo, y los muertos en Cristo al resucitar estarán con el nuevo cuerpo, de 30 a 40 días; así como Jesús estuvo 40 días aquí en la Tierra apareciendo en diferentes ocasiones, antes de irse al Cielo28.
Ahora, podemos ver que también los santos que resucitaron con Cristo luego se fueron con Cristo cuando Él fue raptado o arrebatado al Cielo. Así será también para todos nosotros.
Ahora, Cristo en este tiempo final, cuando termine Su Obra de Intercesión en el Cielo, lo cual será cuando entre hasta el último de los escogidos de Dios… Y Él está llamando y juntando a Sus escogidos con la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino en este tiempo final, en la América Latina y el Caribe, donde está el grueso, la cantidad mayor de los escogidos de Dios… Ya Europa y Asia Menor tuvieron su oportunidad, y Norteamérica también; ahora le ha tocado la oportunidad en el Programa Divino a la América Latina y al Caribe.
Esa es la bendición grande que tiene la América Latina y el Caribe, en donde se está materializando en seres humanos el Lugar Santísimo del Cuerpo Místico de Jesucristo, el Lugar Santísimo de ese Templo espiritual; porque Cristo está construyendo un Templo; y un templo sin lugar santísimo, para Dios morar en toda Su plenitud en él, no es un templo para Dios.
Y ahora, en la América Latina y el Caribe es que está construyendo el Lugar Santísimo de ese Templo espiritual, de Su Iglesia, donde Él se manifestará en toda Su plenitud y donde cumplirá todas Sus promesas de la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles.
Y ahora, cuando salga del Trono de Intercesión en el Cielo, ya no habrá Sangre allá en el Cielo, por lo tanto ya no habrá más oportunidad para la gente lavar sus pecados en la Sangre de Cristo; y el que esté sucio, ya se queda sucio; y el que esté limpio, pues está limpio y sigue hacia adelante con Cristo29.
Ahora, podemos ver que estamos viviendo en un tiempo muy pero que muy importante; y la bendición de Cristo para este tiempo final les ha tocado a los latinoamericanos y caribeños. A los latinoamericanos y caribeños es que Jesucristo envía Su Ángel Mensajero para dar testimonio de estas cosas, y abrirnos el entendimiento, abrirnos las Escrituras, para poder comprender todas estas cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final.
Miren, ya sabemos qué son los días postreros; ya sabemos cuál es el Día Postrero: el séptimo milenio. Y así, gradualmente, a medida que vamos escuchando la Palabra de Dios, la Voz de Cristo en este tiempo final, vamos entendiendo muchas cosas que no entendíamos antes.
Vean, ya entendimos por qué el más pequeño del Reino de los Cielos es mayor que un profeta tan grande como Juan el Bautista; y también entendemos por qué hasta Juan profetizaron los profetas, los profetas y la Ley: los profetas de la Dispensación de la Ley. Pero en el Nuevo Testamento hay profetas también, y Jesucristo es el mayor de todos los profetas.
Ahora, para este tiempo final, vean, también hemos visto que este Ángel del Señor Jesucristo… Miren, al principio leímos en el capítulo 1, verso 1. Capítulo 1, verso 3, vamos a leer el verso 3; dice:
“Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía…”.
¿Y quién trae las palabras de esta profecía? El Ángel del Señor Jesucristo. ¿Y qué traen los profetas de Dios? Las profecías divinas.
Este Ángel del Señor Jesucristo está trayendo la profecía más abarcadora que profeta alguno haya traído; está trayendo una profecía que cubre desde los días de los apóstoles hasta la eternidad, porque nos lleva hasta la eternidad en el capítulo 21 y capítulo 22 del libro del Apocalipsis.
Por eso es que también en el Apocalipsis, capítulo 22, verso 6 al 7, dice:
“Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado su ángel, para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”.
¿A quién ha enviado? A Su Ángel. ¿Para qué? Para mostrar a Sus siervos las cosas que deben suceder pronto; las cosas que Cristo dijo: “Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de suceder”. Y ahora las muestra por medio de Su Ángel Mensajero.
“¡He aquí, vengo pronto! Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro”.
O sea que las palabras de este libro son profecías, palabras proféticas; y todas las profecías vienen por medio de los profetas de Dios.
Este es el segundo hombre que, antes de venir a la Tierra en un cuerpo de carne, ministra en espíritu. El primero fue Jesús, y el segundo es Su Ángel.
Por eso es que ustedes encontrarán también muchas promesas en el libro del Apocalipsis, donde Jesucristo dice: “Al que venciere, yo le daré autoridad sobre las naciones, y él las regirá con vara de hierro, y serán desmenuzadas como vaso de alfarero; así como yo he recibido de mi Padre”. Así como Él ha recibido del Padre, ahora le da a un vencedor esa autoridad.
Y también dice: “Al que venciere, yo le…”. (Eso estaba en Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 al 28). Y también Apocalipsis, capítulo 3, verso 21, dice: “Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi Trono; así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en Su Trono”. O sea que lo mismo que el Padre ha hecho con Jesús, ahora Jesús lo hace con un vencedor.
¿Y cuál es el Trono del Padre? El Trono donde Cristo se sentó cuando ascendió al Cielo para hacer intercesión por todos los que tienen sus nombres escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero. ¿Y cuál es el Trono de Jesucristo, donde Cristo sentará al Vencedor? Pues el Trono de Jesucristo…
En San Lucas, capítulo 1, verso 31 en adelante, dice el Arcángel Gabriel a María:
“Y ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús.
Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de David su padre;
y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
Ese es el Trono de Jesucristo, el cual el Padre le dará aquí en la Tierra; y ese es el Trono de David; y ese es el Trono donde Cristo sentará con Él al Vencedor, así como el Padre le ha dado el sentarse a Jesús allá en el Cielo en el Trono celestial.
Lo mismo que el Padre hizo con Jesús, Jesús lo hace con Su Ángel Mensajero, que será el vencedor del tiempo final; pues dice en Apocalipsis, capítulo 2, verso 26 en adelante, dice:
“Al que venciere y guardare mis obras (¿hasta cuándo?) hasta el fin…”.
El que estará en el fin guardando las obras de Jesucristo será el Ángel del Señor Jesucristo, el profeta mensajero de la Edad de la Piedra Angular y Dispensación del Reino. Es un profeta dispensacional, por eso es que trae la revelación profética más abarcadora que profeta alguno haya traído; y por eso es que Cristo dice que es Su Ángel Mensajero, y dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Es el enviado de Jesucristo para dar testimonio de todas estas cosas que deben suceder pronto. Él es el que estará mostrándole a la Iglesia de Jesucristo todas estas cosas, y estará revelando a Jesucristo a todas las iglesias y a todos los seres humanos que viven en esta Tierra.
Él no traerá de sí mismo ninguna revelación, sino la revelación (¿de quién?) de Jesucristo. Él es el enviado de Jesucristo, y por medio del Mensaje de este Ángel Mensajero será que la Iglesia de Jesucristo estará obteniendo el conocimiento de todas estas cosas que deben suceder pronto:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Cualquier persona puede decir: “Yo también puedo explicar estas cosas”. Cualquier persona las puede explicar, pero el enviado es el Ángel del Señor Jesucristo; y es el único que estará dando una revelación clara y completa para la Iglesia de Jesucristo, para ser llamados, juntados y preparados para ser transformados en este tiempo final.
Ahora, este Ángel no vendrá peleando con la gente: él vendrá trayendo la revelación de Jesucristo para todos los hijos de Dios; y el que es de Dios escuchará la Voz de Dios.
Él no se va a preocupar porque alguien pueda opinar en contra de él algo, y decir alguna cosa en contra de él; él permanecerá dando toda esta revelación de Jesucristo, porque en la Tierra estarán todos los que van a ser transformados en el Día Postrero, los cuales escucharán la Voz de Jesucristo a través de Su Ángel Mensajero y conocerán todas estas cosas que deben suceder pronto.
Y cuando estemos transformados entonces le diremos a Jesucristo: “Gracias, Jesucristo, que enviaste Tu Ángel Mensajero para darnos testimonio de todas estas cosas que iban a suceder”.
Cuando miramos en el libro del Apocalipsis al Hijo del Hombre con todos estos atributos, cualquier persona puede mirarlo y tener una interpretación o un entendimiento equivocado. Por ejemplo, aquí, miren, dice: capítulo 1, verso 13 en adelante, dice:
“… y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve…”.
Eso representa experiencia, madurez, y madurez para juzgar, porque viene como Juez de toda la Tierra; como los jueces antiguos en Inglaterra y Francia y todos esos países, se colocaban una peluca blanca cuando iban a la corte, porque esa peluca blanca representa autoridad, experiencia, madurez y sabiduría para juzgar correctamente.
Y ahora vean ustedes ahí el simbolismo que está siendo usado, en esta vista o visión del Hijo del Hombre en medio de la Iglesia de Jesucristo.
Y para el Día Postrero no es que Cristo, por cuanto han transcurrido ya dos mil años, se le puso el pelo blanco; no: Él tiene Su cuerpo glorificado y está jovencito, porque es un cuerpo eterno el que Él tiene. Cuando usted y yo tengamos el nuevo cuerpo, que será eterno, tampoco vamos a tener canas ni arrugas, ni nos vamos a poner viejos.
Esta peluca blanca o cabello blanco es el simbolismo, representa experiencia, madurez y sabiduría, para juzgar como Juez de toda la Tierra en este tiempo final.
Luego lo encontramos con “sus ojos como llama de fuego”. No es que los ojos de Jesucristo han cambiado y ahora lo que tiene son dos llamas de fuego, no; son estos símbolos tipo y figura de los ministerios de Moisés y Elías, los ministerios de los Dos Olivos.
Así como los ojos, los siete ojos en los siete cuernos del Cordero, representan los siete ángeles de las siete iglesias; porque ojos representa videntes, representa profetas; son los siete ojos que recorren toda la Tierra durante las siete etapas o edades de la Iglesia gentil30. Y para el Día Postrero el Hijo del Hombre aparece con Sus Dos Ojos como llama de fuego, que son los ministerios de Moisés y Elías, los ministerios de Sus Ángeles; los ministerios correspondientes al Día Postrero, con los cuales son llamados y juntados todos los escogidos de Dios.
Luego encontramos también “sus pies semejantes al bronce bruñido”. Bronce representa el juicio divino, y el juicio divino son los profetas de Dios. Estos dos pies de bronce bruñido son los ministerios de Moisés y Elías de Apocalipsis, capítulo 11, los ministerios del juicio divino.
“… su voz como estruendo de muchas aguas”.
Vimos en Apocalipsis, capítulo 1, verso 10 al 11, que la Voz de Cristo era también como una Gran Voz de Trompeta sonando.
Aquí tenemos la Voz como estruendo de muchas aguas, porque es la Voz de todos los que han predicado el Evangelio ungidos con el Espíritu Santo; y para el Día Postrero esa Voz estará en la manifestación y Venida del Hijo del Hombre.
También tenemos que “en su diestra (tiene) siete estrellas”. Las siete estrellas son los siete ángeles mensajeros de las siete edades de la Iglesia gentil, los cuales van a resucitar juntamente con el grupo que ellos tuvieron en cada edad; y van a estar con Cristo y bajo las órdenes de Jesucristo en este Día Postrero, y por el Milenio, y por toda la eternidad.
“… de su boca salía una espada aguda de dos filos…”.
No es que será una espada literal, porque la Espada del Espíritu es la Palabra de Dios31. Esa es la Espada que sale de Su boca: es la Palabra de Dios que sale de Su boca, como espada de dos filos; y la boca de Dios siempre han sido los profetas de Dios.
“… y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza”.
En el Monte de la Transfiguración Su rostro resplandeció como el sol, donde mostró la Venida del Hijo del Hombre con Sus Ángeles. Aparecieron allí también Moisés y Elías, que son los Ángeles del Hijo del Hombre, los mensajeros del Hijo del Hombre, los ministerios que estarán en el Día Postrero manifestados en medio de la Iglesia de Jesucristo y después en medio del pueblo hebreo. Esos son los ministerios de los Dos Olivos de Apocalipsis, capítulo 11, y de Zacarías, capítulo 4.
Su rostro resplandeciendo como el sol también lo muestra en Malaquías, capítulo 4, donde nos dice (verso 1 al 2, dice):
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará ni raíz ni rama (esa es la gran tribulación).
Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada”.
Esa es la Segunda Venida de Cristo como el Sol de Justicia.
Cristo dijo: “Yo soy la Luz del mundo”32. Él es nuestro Sol de Justicia. Y en Su Segunda Venida Él viene como el Sol de Justicia resplandeciendo, como fue visto en el Monte de la Transfiguración; porque Él viene como Rey de reyes y Señor de señores.
El sol es el astro rey, y la Venida de Jesucristo para el Día Postrero es como el Rey de toda la Tierra, Rey de reyes y Señor de señores. Por eso son usados estos símbolos, los cuales representan a Cristo o presentan a Cristo como Rey de reyes y Señor de señores.
En Apocalipsis, capítulo 10, también lo encontramos con Su rostro como el sol descendiendo del Cielo, y dice:
“Vi descender del cielo a otro ángel fuerte, envuelto en una nube, con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
Tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces”.
Es el Ángel del Pacto, Jesucristo descendiendo del Cielo, para manifestarse en la Tierra. Viene con Su rostro como el sol, porque viene como Rey de reyes y Señor de señores; viene con el arco iris sobre Su cabeza o alrededor de Su cabeza, porque viene con el Pacto Divino; y viene envuelto en una nube, una nube de gloria, como Él también dijo en San Mateo, capítulo 24 y verso 30, donde dijo que “aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; y entonces se lamentarán todas las tribus de la Tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes, con poder y gran gloria”.
Y ahora, aquí viene con Su rostro como el sol, porque viene como Rey; y viene con Sus pies como columnas de fuego, o sea, como el bronce bruñido, como fue visto en Apocalipsis, capítulo 1.
Ahora, podemos ver que desde el Antiguo Testamento estos atributos que estarían manifestados en el Hijo del Hombre fueron mencionados. Y tanto la Iglesia gentil del Señor Jesucristo verá la manifestación de esos atributos del Hijo del Hombre, de Jesucristo, siendo cumplidos, como también el pueblo hebreo los verá manifestados.
En Oseas también nos dice que Él vendrá como la aurora; y también… vamos a ver, vendrá… Capítulo 6 de Oseas, dice (verso 1 al 3):
“Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará.
Nos dará vida después de dos días (esto es así para el pueblo hebreo)<em>; en el tercer día nos resucitará, y viviremos delante de él.
Y conoceremos, y proseguiremos en conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida (como el alba, donde el sol va naciendo, y va aumentando y aumentando hasta que el día es perfecto), y vendrá a nosotros como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra”.
La Lluvia Temprana fue la Primera Venida de Cristo, y la enseñanza de la Lluvia Temprana es la enseñanza del Evangelio de la Gracia; y la Lluvia Tardía es la Segunda Venida de Cristo, y la enseñanza de la Segunda Venida de Cristo es la enseñanza contenida en el Evangelio del Reino.
Así que viene con ambas Lluvias para el pueblo hebreo: viene revelándole el misterio de la Segunda Venida de Cristo, que es lo primero que ellos van a conocer, y después conocerán también el misterio de lo que ha sido la Primera Venida de Cristo. Ahí están ambas Lluvias: la temprana y la tardía.
Ahora vean que para cumplirse todas esas promesas, esos atributos que son vistos en el Hijo del Hombre, en este tiempo final estarán manifestados; para así, tanto la Iglesia de Jesucristo ver esos atributos manifestados y también el pueblo hebreo.
Nosotros seremos transformados cuando los muertos en Cristo resuciten, pues estaremos escuchando la Voz del Hijo del Hombre, esa Gran Voz de Trompeta, la Gran Voz de Trompeta del Evangelio del Reino revelándonos el misterio de Su Venida, el misterio de la Venida del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, que es Jesucristo; y obtendremos así la fe para ser transformados y raptados; y los muertos en Cristo serán resucitados en cuerpos eternos.
Y después es que le tocará al pueblo hebreo la parte en donde Cristo luego se revelará al pueblo hebreo en esta manifestación del Hijo del Hombre: esa manifestación en medio de Su Iglesia. Así como el Evangelio de la Gracia nos ha mostrado, nos ha revelado, la manifestación del Hijo del Hombre en Su Primera Venida en medio del pueblo hebreo, y la Obra que llevó a cabo allá.
Y ahora, en el Día Postrero, en la Venida del Hijo del Hombre en medio de Su Iglesia, todo el Programa que Él llevará a cabo luego será dado a conocer al pueblo hebreo; y ellos entonces recibirán la bendición de Dios, y sus pecados serán perdonados.
Dice: “Cuando Dios quite sus pecados”, dice San Pablo. ¿Por qué? Porque ellos ni tienen sacrificios por el pecado, no tienen ya templo, no tienen el sacrificio de la expiación; por lo tanto sus pecados no están cubiertos. Y rechazaron el Sacrificio de Cristo, que quita el pecado; por lo tanto sus pecados han estado al descubierto.
Y por eso el juicio divino ha estado cayendo sobre el pueblo hebreo durante estos dos mil años aproximadamente; y Hitler, Mussolini, Stalin y un sinnúmero más de dictadores por poco exterminan al pueblo hebreo: porque sus pecados no han estado ni siquiera cubiertos con la sangre de animalitos, sino han estado al descubierto. Y teniendo una sangre que quita los pecados, la Sangre de Cristo, la han rechazado.
Y por eso, a causa de que la paga del pecado es muerte, la muerte ha estado persiguiendo al pueblo hebreo; y ellos no lo saben, pero lo van a saber; y entonces van a ser quitados sus pecados, y entonces Dios va a confirmar el Pacto al pueblo hebreo, el Nuevo Pacto.
El Nuevo Pacto será confirmado al pueblo hebreo; y entonces ellos sí despertarán, clamarán; y entonces se cumplirá en ellos lo del día de la expiación, donde todos tenían que afligirse. Y eso sucederá con el pueblo hebreo, conforme a Zacarías, capítulo 12, donde Dios dará espíritu de oración, y buscarán a Dios, y entonces ellos despertarán. Ellos despertarán, y se cumplirá en ellos lo que sucedía el día de la expiación: que se afligirán como se aflige una persona por hijo primogénito o unigénito.
Eso se cumplirá en ellos, pero ya se habrá cumplido en la Iglesia de Jesucristo y en cada miembro de la Iglesia de Jesucristo, el cual se ha afligido cuando ha recibido a Cristo como su Salvador.
Ahora, hemos visto, en esta descripción del Hijo del Hombre en medio de los siete candeleros de oro (que representa a la Iglesia de Jesucristo en sus siete etapas), hemos visto estos atributos de Jesucristo: el cabello blanco y Su cabeza blanca, hemos visto Sus ojos como llama de fuego, hemos visto Sus pies como bronce bruñido, hemos visto de Su boca saliendo una espada aguda, y así por el estilo hemos visto todos esos atributos.
Y ahora, hemos visto que no es una espada literal, ni tampoco son unos pies literales de bronce; porque entonces, ¿qué tendríamos si todo eso fuera literal? Tendríamos un robot, sería una descripción de un robot; pero no, todos son atributos que representan, tipifican, las cosas que Cristo estará haciendo en el Día Postrero, y la forma en que lo estará haciendo y los atributos que estará Él manifestando.
Ahora, hemos visto que esta visión apocalíptica del Hijo del Hombre en medio de los siete candeleros de oro es más grande y gloriosa de lo que cualquier persona se podía imaginar.
Y por eso para el Día Postrero, ¿dónde tiene que venir el Hijo del Hombre? En medio de Su Iglesia; en medio de Su Iglesia, la cual ha estado representada en esos siete candeleros durante las siete edades de la Iglesia gentil.
Ahora, hemos visto: “LA DESCRIPCIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE EN MEDIO DE LOS SIETE CANDELEROS”.
Y nos ha faltado tiempo; solamente hemos visto lo más que se ha podido en esta noche, pero esto es un tema que toma (para desarrollarlo bien y ver con claridad todo lo que hay ahí, y todas las bendiciones que hay para cada uno de ustedes y para mí también), nos tomaría cada uno de estos atributos una noche, para hablar con todos los detalles y así sacarles el máximo de provecho a esos atributos que Él en este tiempo final estará manifestando en medio de Su Iglesia.
Y ahora, vean que es para toda Su Iglesia. Por eso es que estamos en un tiempo en donde no podemos mirarnos a nosotros a través de qué grupo o a qué grupo pertenecemos, sino a través de lo que Cristo o lo que Dios nos mira a nosotros: a través de la Sangre de Jesucristo. Y nos vemos a través de la Sangre de Jesucristo, redimidos con la Sangre de Cristo, siendo preparados para ser transformados y raptados en este tiempo final.
Por eso es que Jesucristo dice:
“Yo Jesús he enviado mi ángel para (dar) testimonio de estas cosas en las iglesias”.
Es el Ángel Mensajero de Jesucristo para todas las iglesias, para todos los grupos, para todo el cristianismo; y viene con un Mensaje para todos, para darles a conocer todas estas cosas, y que todos seamos preparados y seamos transformados en este tiempo final.
Y ninguno se quiere quedar aquí en la Tierra, porque lo que viene después de la resurrección, transformación y rapto de los escogidos, lo que viene después es la gran tribulación.
Y aquí ningún escogido se quiere quedar, ningún hijo de Dios se quiere quedar aquí, pues hay una fiesta en el Cielo que está anunciada por miles de años: se llama la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero, de la cual habla el libro del Apocalipsis; y es bienaventurado, son bienaventurados los que son llamados a la Cena de las Bodas del Cordero33.
Así que esa es la gran fiesta a la cual hemos sido invitados. Y por eso es que vamos a ser vestidos de una vestidura nueva, de un cuerpo nuevo, porque vamos a la fiesta más importante: es la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero, al Cielo, a la Casa de nuestro Padre celestial.
Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios; y pronto todos seamos transformados y llevados a la Casa de nuestro Padre celestial, a la Cena de las Bodas del Cordero.
Y que permanezcamos todos unidos en amor divino, sirviendo a nuestro amado Señor Jesucristo con amor divino, y apartados siempre del mal; sirviendo con toda nuestra alma a nuestro Salvador, y trabajando siempre en Su Obra, todos los días de nuestra vida.
Que Dios les continúe bendiciendo a todos, que Dios les guarde.
Muchas gracias por vuestra amable atención, amados amigos y hermanos; y dejo nuevamente con nosotros al reverendo Miguel Bermúdez Marín para continuar y finalizar nuestra parte en esta ocasión.
Y adelante, sirviendo a Cristo, porque pronto vamos a ser transformados; y nos vamos a encontrar en esa gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero.
Vamos a pedirle por aquí a Miguel, el reverendo Miguel Bermúdez Marín, que pase para continuar y finalizar nuestra parte en esta ocasión.
Será hasta una próxima ocasión en que estaré con ustedes nuevamente, dándoles testimonio de estas grandes bendiciones que Cristo tiene para cada uno de ustedes y para mí también.
Pasen todos muy buenas noches.
“UNA DESCRIPCIÓN DEL HIJO DEL HOMBRE EN MEDIO DE LOS SIETE CANDELEROS”.
[Revisión julio 2021]