Una Meta Divina: La Restauración del Reino de David

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los ministros, y colaboradores también, que están escuchando, sábado 1º del mes de diciembre, en la reunión del primer sábado del mes de diciembre.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes, ministros, colaboradores y demás personas, y los aquí presentes también. En el Nombre del Señor Jesucristo. Amén.

Para esta ocasión leemos un pasaje en el libro de los Hechos, capítulo 1, versos 1 en adelante. Luego de resucitado Jesús, cuando ya estaba por irse al Cielo, luego de estar con Sus discípulos unos cuarenta días, dice aquí en el libro de los Hechos, capítulo 1, verso 1 en adelante:

“En el primer tratado, oh Teófilo, hablé acerca de todas las cosas que Jesús comenzó a hacer y a enseñar,

hasta el día en que fue recibido arriba, después de haber dado mandamientos por el Espíritu Santo a los apóstoles que había escogido;

a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios.

Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.

Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días.

Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?”.

¿Restaurarás el Reino a Israel en este tiempo?

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

Nuestro tema para esta ocasión es: “UNA META DIVINA: LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DAVID”.

En el Programa Divino la meta es la restauración del Reino de Dios en la Tierra, que será la restauración del Reino de David; porque el Reino de Dios en la Tierra es el Reino de David, y el Trono de Dios en la Tierra es el Trono de David; eso es conforme a Primera de Crónicas, capítulo 28, versos 4 en adelante, y también Primera de Crónicas, capítulo 29, versos 21 en adelante.

Y ahora, siendo que el Trono y el Reino de Dios en la Tierra es el Reino y Trono de David, ahora podemos comprender las palabras de Cristo cuando dijo que orando pidamos la Venida del Reino: “Ustedes oraréis así: Padre nuestro que estás en los Cielos, santificado sea Tu Nombre. Venga Tu Reino y hágase Tu voluntad, como en el Cielo también en la Tierra”. Eso está por el capítulo 6 de San Mateo, versos 9 en adelante.

Y ahora, es un misterio la Venida del Reino de Dios, porque la Venida del Reino de Dios es la restauración del Reino de David; y de eso es que se trata la oración que Cristo dice que orando pidamos la Venida del Reino de Dios. Será la restauración del Reino de David en la Tierra y, por consiguiente, también va a ser la restauración del Reino que le fue dado a Adán y lo perdió.

O sea que el Reino del Mesías será la restauración también del Edén, será la luna de miel del segundo Adán con la segunda Eva, y la segunda Eva es Su Iglesia; y el vivir mil años sobre la Tierra sin ver muerte, mostrará que ha sido restaurado el Edén, ha sido restaurado el Reino que Dios le dio al primer Adán y lo perdió (el segundo Adán lo restaura).

Y el Reino de David que Dios le dio, y luego fue perdido ese reino por causa de los problemas de Salomón, y le fueron dadas diez tribus a un descendiente de Efraín…; porque Efraín es el que tiene la Bendición de la Primogenitura, la tribu de José, que se compone de la tribu de Efraín y la tribu de Manasés; porque la Bendición de la Primogenitura corresponde a José y a sus hijos, dice Primera de Crónicas, capítulo 5, versos 1 al 3.

Para que sea restaurado el Reino de Dios en la Tierra, que será la restauración del Reino de David, tiene que ser unida la tribu de José, compuesta por la tribu de Efraín y la tribu de Manasés.

Manasés representa a los judíos, los cuales están representados en 144.000 (12.000 de cada tribu), y también Efraín representa a la Iglesia del Señor Jesucristo; ahí es que está la Bendición de la Primogenitura, y la parte más grande de esa bendición la tiene la Iglesia del Señor Jesucristo, que formaría multitud de naciones.

Y Manasés formaría una nación grande, eso es Israel, una nación poderosa; o sea que la bendición para la formación de Israel como una nación poderosa cayó sobre Manasés; y la bendición para formar multitud de naciones, como le fue dado a Abraham: que su descendencia formaría multitud de naciones, y luego es dada esa bendición a Efraín.

Vean cómo va moviéndose todo para que se cumpla esa Palabra que fue hablada de parte de Dios por boca de un profeta llamado Jacob o Israel. Tenía que ser hablada para moverse para su cumplimiento.

Esa es la forma en que se hace el pensamiento de Dios Palabra de Dios, cuando ese pensamiento divino pasa al corazón y la mente del profeta por el cual tiene que ser hablada esa Palabra; y cuando es hablada, ya es Palabra de Dios, la Palabra de Dios. “Porque no hará nada el Señor sin que revele antes Sus secretos (¿a quién?) a Sus siervos Sus profetas”. Amós, capítulo 3, verso 7.

De esa Palabra de Dios es que “hay hambre sobre la Tierra” en este tiempo (Amós, capítulo 8, verso 11). De esa Palabra de Dios para el tiempo final, esa Palabra que tiene que ser hablada en el tiempo final; es que el alma de la humanidad, de los seres humanos, tiene (¿qué?) hambre. Dice que habrá hambre sobre la Tierra, “no de pan ni agua, y sed no de agua, sino de oír la Palabra del Señor”. Y la Palabra viene (¿qué?) a los profetas.

Por lo cual, para que venga ese alimento espiritual de la Palabra de Dios, y esa Agua, esa Agua de Dios, tiene que venir esa Palabra siendo hablada; y para lo cual tiene que Dios enviar un hombre con las dos consciencias juntas, al cual venga esa Palabra y él la hable; y entonces sea la Palabra de Dios para el Día Postrero, como fue en tiempos pasados.

Para la restauración del Reino de Dios o Reino de David, tiene que ser hablada la Palabra también, para ser materializada en el Día Postrero; esa misma Palabra que fue hablada por otros profetas, ser hablada y acomodada correctamente en el tiempo final, para que se cumpla, se haga una realidad, sea hablada en el tiempo en que tiene que ser cumplida, que es el Día Postrero.

Y algunas personas no saben lo que es el Día Postrero y dicen: “Estamos ahora viviendo en los días postreros”. Desde los días de Jesús ya se estaba viviendo en los días postreros, lo dice el apóstol Pablo en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3, donde nos dice:

“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,

en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo;

el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados (vean, se sentó ¿dónde?) por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.

De eso es que nos habla Hebreos, capítulo 1, verso 1 en adelante, y nos habla todo el libro de Hebreos. Y también San Pedro (ese fue San Pablo). San Pedro en el libro de los Hechos, capítulo 2, dice que Dios dijo que vendrían días en los cuales “Él derramaría de Su Espíritu sobre toda carne”, y dice que será en los días postreros; dice que “en los días postreros derramará de Su Espíritu sobre toda carne”.

Y el Día de Pentecostés… Eso fue hablando San Pedro allí… Y el Día de Pentecostés se estaba derramando de Su Espíritu sobre toda carne, ¿por qué? Porque ya habían comenzado los días postreros. “Porque un día delante del Señor es como mil años, y mil años como un día”, dice Segunda de Pedro, capítulo 3, verso 8 y también el Salmo 90, verso 4.

Y ahora, ¿qué entonces son los días postreros? Los días postreros delante de Dios, por cuanto un día delante de Dios es como mil años, los días postreros delante de Dios son los milenios postreros; que así como los días postreros de la semana son el día quinto (que es el jueves), día sexto (que es el viernes) y día séptimo (que es el sábado): el sábado es el día postrero de la semana, pero “los días” ya habla de más de un día: los días postreros son jueves, viernes y sábado, los tres días postreros.

Y delante de Dios los días postreros, para los seres humanos son el quinto milenio, el sexto milenio y séptimo milenio.

Cristo tuvo Su ministerio en el primero de los días postreros delante de Dios, que fue el quinto milenio; nació de tres a siete años antes de comenzar el quinto milenio, por lo tanto, nació en el cuarto milenio, finalizando ya el cuarto milenio para entrar al quinto milenio, a los días postreros delante de Dios.

Y ahora, es para el Día Postrero que Cristo dijo a Marta y también a Sus discípulos, que Él llevará a cabo la resurrección de los creyentes en Él que hayan partido, o su cuerpo físico haya muerto. Dice San Juan, capítulo 6, versos 39 al 40:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.”

Y el Día Postrero no es un día de 24 horas, es el milenio postrero, que delante de Dios es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá; tan sencillo como eso.

“Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Aunque se ha estado predicando acerca de la Venida del Señor y de la resurrección de los muertos y de la transformación de los vivos y el arrebatamiento o rapto, vean, por dos mil años se ha estado predicando, y no ha ocurrido. ¿Por qué? Porque eso es para el Día Postrero, para el séptimo milenio. Pero se tenía que mantener viva la fe y la esperanza de los creyentes en Cristo, que tenían que todo el tiempo estar esperando la Venida del Señor; y los que murieron, sus familiares esperando la resurrección; y los creyentes, sabiendo que si morían serán resucitados en el Día Postrero.

El único tiempo en el cual… El único día en el cual se estará predicando la Venida del Señor con los muertos que vendrán y tomarán cuerpos de nuevo, pero glorificados, será los que estarán viviendo en el Día Postrero y estarán escuchando la predicación del Evangelio de Cristo, la predicación del Evangelio del Reino, y estarán escuchando acerca de la resurrección, de la transformación para los vivos, del rapto, y todas estas cosas; porque en esos días será que ocurrirá todo lo que ha sido prometido con relación a la Venida del Señor, a la resurrección de los muertos en Cristo, a la transformación de los vivos y al rapto o arrebatamiento de los creyentes en Cristo.

Muchos no sabían cuándo sería “el día” y qué sería “el día”; pero el día es el Día Postrero, séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá.

En el Día Postrero o séptimo milenio de Adán hacia acá, estarán escuchando las cosas que deben suceder en ese Día Postrero; y los creyentes en Cristo que estarán viviendo en ese tiempo, serán, de entre ellos, un grupo que recibirá la fe para ser transformados y llevados con Cristo a la Cena de las Bodas del Cordero.

No quiere decir que todos los que estén viviendo, creyentes en Cristo en el Día Postrero, van a ser transformados, pues muchos morirán, y aun muchos de ellos no resucitarán, sino que esperarán hasta que pase el Reino Milenial para la resurrección.

Solamente van a resucitar los elegidos, escogidos, que formaron la Iglesia-Novia del Señor Jesucristo del tiempo en que les tocó vivir. Y aun de nuestro tiempo, los creyentes en Cristo que morirán pero que resucitarán, serán los que formaron en el tiempo final la Iglesia-Novia del Señor Jesucristo; y los que serán transformados serán los que estarán formando la Iglesia-Novia del Señor Jesucristo del Día Postrero. Tan sencillo como eso.

Es un misterio, claro; el apóstol Pablo dijo que era un misterio. Primera de Corintios, capítulo 15, versos 49 en adelante, dice: “Como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial”. Dice: “La carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción”.

O sea que con el cuerpo que vivimos, terrenal, mortal, no podemos vivir eternamente; no puede ser inmortal, no puede ser incorruptible el cuerpo mortal que tenemos, el cual obtuvimos por medio de la unión de nuestros padres terrenales. Tenemos que obtener un cuerpo inmortal, incorruptible, glorificado, para poder vivir con ese cuerpo por el Milenio y por toda la eternidad. Y ese cuerpo lo va a dar el segundo Adán a todos los creyentes en Él que han formado Su Iglesia en el tiempo que les ha tocado vivir.

Quedará un grupo en la Tierra viviendo en el Día Postrero, que no tendrá que ver muerte, sino que será transformado estando vivo, estarán esperando esa transformación.

Pero si alguno se va, aunque esté esperando esa transformación, no se preocupe: se tomará unos días de vacaciones en el Paraíso, verá a los santos allá, que están esperando, y regresará; así que se tomará unos días de vacaciones, irá de turista allá al Paraíso, y regresará, y… Como cuando se toman unas vacaciones, y le va bien en las vacaciones a las personas; y cuando regresa, sus familiares dicen: “Oye, tú llegaste nuevo, ¿qué pasó? Regresaste renovado”. Así será con los creyentes en Cristo que parten: van al Paraíso, cuando lleguen le van a decir – nos van a decir:

—“Aquí estoy”.

—“¿Pero tú tan jovencito o jovencita?”.

—“¡Sí!”; pues ha llegado nuevo, ha regresado nuevo, nuevo en un cuerpo nuevo, cuerpo glorificado.

Y los que estemos vivos en esos días y los veamos, pues seremos transformados; también estaremos nuevos, en nuevos cuerpos. Un cuerpo que no verá muerte, que no se envejecerá, que permanecerá jovencito, representando de 18 a 21 años, por el Milenio y por toda la eternidad; esa es la promesa divina.

Y con ese cuerpo es que entraremos literalmente al Reino literal del Mesías, al Reino de Dios en la Tierra, que será la restauración del Reino de David. Pero antes nos iremos a la gran fiesta celestial, a la fiesta más grande que se haya llevado a cabo en el Cielo, que será la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero, de Cristo y Su Iglesia, en la Casa de nuestro Padre celestial; a la cual yo fui convidado y acepté la invitación. ¿Y quién más? Pues cada uno de ustedes también, que están presentes; y ustedes, ministros y colaboradores, y damas colaboradoras que trabajan en la Obra del Señor, y me están escuchando en esta ocasión.

LA META DIVINA. Y esa meta divina es nuestra meta también. La meta divina en la cual seremos transformados para entrar al Reino de David o Reino de Dios con vida eterna; pero iremos primero a la fiesta, para así regresar luego con Cristo, después que pase la gran tribulación, en donde los juicios divinos caerán sobre la raza humana; pero Él nos llevará a la Casa de nuestro Padre celestial, la otra dimensión, para estar de fiesta allá con Cristo, aunque – mientras la Tierra pasa por esa etapa de purificación.

Es importante entender todas estas cosas para que nuestra fe suba al grado, al nivel que se necesita, para poder obtener nuestra transformación. Y por eso es que escuchamos la Palabra de Dios para el Día Postrero, donde está todo lo que debemos conocer, todas las cosas que deben suceder pronto, en este tiempo final, en el Día Postrero, que es el tercer milenio de Cristo hacia acá o séptimo milenio de Adán hacia acá.

LA META DIVINA. ¿Cuál es la meta divina? LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DAVID, que es la restauración del Reino de Dios en la Tierra. Y en esa meta estoy yo, ¿y quién más? Pues cada uno de ustedes también están incluidos, porque ahí vamos a estar con Cristo en el Reino Suyo, en donde estaremos como reyes, como sacerdotes y como jueces.

“LA META DIVINA: LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DAVID”.

Si hay alguna persona que todavía no ha recibido a Cristo como Salvador, lo puede hacer en estos momentos y estaremos orando por usted, pues Cristo está llamando y juntando a Sus hijos, Sus escogidos, y se va a completar Su Iglesia con Sus escogidos en este tiempo final.

Si hay alguno que todavía no ha recibido a Cristo, lo puede hacer y estaremos orando por usted.

Si no lo hay, entonces que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete Su Iglesia, y pronto Cristo venga y resucite a los muertos creyentes en Él, y a nosotros nos transforme y nos lleve con Él a la Cena de las Bodas del Cordero. Amén.

Continúen pasando, todos, momentos de bendiciones divinas, y que nos llene cada día más del conocimiento de todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final, y nuestra fe aumente a tal grado que pronto seamos transformados, que nos dé la fe para ser transformados y llevados con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.

Continúen pasando todos, momentos de bendiciones divinas, y que nos llenen cada día más del conocimiento de todas estas cosas que deben suceder en este tiempo final; y nuestra fe aumente a tal grado que pronto seamos transformados, que nos dé la fe para ser transformados y llevados con Él a la Cena de las Bodas del Cordero.

Continúen pasando todos, momentos felices, llenos de las bendiciones de Cristo: ministros, colaboradores y damas y jóvenes que me escuchan en diferentes naciones, y ustedes que están presentes.

Que Dios les bendiga y les guarde, y dejo con ustedes al reverendo José Benjamín Pérez para continuar y finalizar. Dios les bendiga.

“UNA META DIVINA: LA RESTAURACIÓN DEL REINO DE DAVID”.

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