Viajando por el desierto de la vida terrenal

Muy buenas tardes, jóvenes. Es para mí un privilegio grande estar con ustedes en esta tarde, para saludarlos y pedirle a Cristo Sus bendiciones sobre todos ustedes.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y nos abra el entendimiento para entender el Programa Divino, y nos abra las Escrituras, y nos llene de Su conocimiento; y nos bendiga espiritualmente y materialmente, y nos use también en Su Obra en este Día Postrero, y nos prepare para ser transformados en este tiempo final. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Nos dice San Pablo en Hebreos, capítulo 4, verso 1 en adelante:

“Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.

Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos (o sea, como al pueblo hebreo; como al pueblo hebreo por medio del profeta Moisés, en el tiempo allá de Moisés); pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron.

Pero los que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que dijo:

Por tanto, juré en mi ira,

No entrarán en mi reposo;

aunque las obras suyas estaban acabadas desde la fundación del mundo.

Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.

Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.

Por lo tanto, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero se les anunció la buena nueva no entraron por causa de desobediencia,

otra vez determina un día: Hoy, diciendo después de tanto tiempo, por medio de David, como se dijo:

Si oyereis hoy su voz,

No endurezcáis vuestros corazones.

Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.

Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.

Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.

Procuremos, pues, entrar en aquel reposo, para que ninguno caiga en semejante ejemplo de desobediencia.

Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.

Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”.

Vean cómo Dios llamó al pueblo hebreo, lo guio hacia la tierra prometida, pero no escucharon Su Voz; viajaron por el desierto por 40 años, pero no mezclaron fe a lo que Dios les estaba diciendo.

Y nosotros, como el pueblo hebreo viajó por el desierto por 40 años, nosotros viajamos por el desierto de la vida terrenal.

Y así como la trayectoria del pueblo hebreo, al ser libertado de la esclavitud en Egipto…; y su trayectoria hacia la tierra prometida era para estar escuchando (¿qué?) la Voz de Dios; y estar así recibiendo Su Palabra en sus almas, en sus corazones, y estar obedeciendo la Voz de Dios.

Vean cómo dice Dios por medio del profeta Zacarías en el capítulo 7, verso 11 en adelante; dice:

“Pero no quisieron escuchar, antes volvieron la espalda, y taparon sus oídos para no oír;

y pusieron su corazón como diamante, para no oír la ley ni las palabras que Jehová de los ejércitos enviaba por su Espíritu, por medio de los profetas primeros; vino, por tanto, gran enojo de parte de Jehová de los ejércitos”.

Aquí podemos ver la forma en que Dios habla: Dios por medio de Su Espíritu habla, ¿a través de quién? De Sus profetas.

Por eso el profeta Moisés dijo1: “Profeta como yo os levantará el Señor vuestro Dios; a él oiréis”. Y dijo2: “Y pondré mis palabras en su boca, y él hablará todo lo que yo le mandare. Y cualquiera que no oyere lo que él hablare en mi Nombre, yo le pediré cuenta”.

Vean el por qué Dios ordena que el pueblo escuche al profeta que Él envía, ¿por qué? Porque en ese profeta Dios coloca Su Palabra, y Dios por medio de Su Espíritu Santo habla a través de ese profeta esa Palabra Divina para todo el pueblo de Dios. Y por eso es que tenemos la Biblia, porque ha sido la Voz de Cristo, la Voz de Dios, la Voz del Espíritu Santo a través de Sus profetas.

Y ahora, el pueblo hebreo estaba con el instrumento de Dios allí, a través del cual Dios estaba hablando y estaba estableciendo en medio del pueblo hebreo Sus leyes divinas; y el pueblo hebreo, vean ustedes, no quiso escuchar la Voz de Dios.

Ahora vean, en el capítulo 23, verso 20 en adelante, Dios dice a Moisés y Moisés al pueblo hebreo [Éxodo]:

“He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado”.

¿Quién es el que guarda al pueblo en el camino y el que lo lleva a la tierra prometida, el que va a introducir al pueblo a la tierra prometida? El Ángel de Jehová.

“Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”.

Nos enseña que oigamos Su Voz: “… no le seas rebelde…”.

“Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él”.

El Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, que le apareció al profeta Moisés, vean ustedes, tiene el Nombre Eterno de Dios. ¿Por qué? Porque el Ángel de Jehová es el mismo Dios en Su cuerpo teofánico; y en el cuerpo teofánico de Dios, ahí está el Nombre Eterno de Dios, porque ahí está Dios; y donde está Dios, ahí está Su Nombre.

Por eso en el templo, allí estaba el Nombre de Dios, en el tabernáculo que construyó Moisés y el templo que construyó Salomón, ¿por qué? Porque allí estaba el Ángel de Jehová sobre el propiciatorio, en la Columna de Fuego.

Y por cuanto en el cielo, en febrero 28 de 1963, estaba un Ángel que era diferente a los demás… Y allí se desplegó, en el cielo, el Nombre Eterno de Dios; porque ese Ángel que era diferente a los demás es el que tiene el Séptimo Sello.

Ahora vean cómo y por qué se desplegó en el cielo el Nombre Eterno de Dios, en febrero 28 de 1963, con la aparición de esos ángeles en el cielo: porque allí estaba el que tiene el Séptimo Sello, el Ángel que era diferente a los demás; y, por consiguiente, tiene el Nombre Eterno de Dios, ese Ángel que era diferente a los demás.

Y para que sea manifestado el Nombre Eterno de Dios en la Tierra, pues tiene que venir ese Ángel: el Ángel con el Séptimo Sello, el Ángel del Séptimo Sello; y tiene que manifestarse en la Tierra para cumplir el Séptimo Sello en la Tierra y estar manifestado en la Tierra el Nombre Eterno de Dios.

Ahora, vean, ese Ángel aquí, que tiene el Nombre de Dios, ¿es quién? El Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto. Es en el cuerpo teofánico de Dios, que es llamado el Ángel de Jehová o Ángel del Pacto, ese cuerpo angelical de Dios: ahí está el Nombre de Dios. ¿Por qué? Porque ahí, en ese Ángel, en ese cuerpo angelical, ¿está quién? Dios.

Miren, cuando hemos nacido en la Tierra, nuestros padres nos pusieron un nombre, y ese nombre lo llevamos en el cuerpo que hemos obtenido. Y ahora, cualquier persona, cuando ve el cuerpo suyo, dice: “Ahí está Fulano de Tal”. ¿Ve?

Y ahora, en el Ángel de Jehová, el cuerpo teofánico de Dios, ahí está el Nombre de Dios. Y cuando se hizo carne, allí estaba el Nombre de Dios para redención, en Su Primera Venida, la Venida del Verbo viniendo en carne humana. Y para Su Segunda Venida, ahí también estará el Nombre Eterno de Dios, en el cumplimiento del Séptimo Sello.

Sigue diciendo:

“Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.

Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir”.

Y ahora, ese mismo Ángel se hizo carne y habitó en medio de los seres humanos (en medio del pueblo hebreo) y fue conocido por el nombre de Jesús, y llevó a cabo Su Obra de Redención en la Cruz del Calvario; y luego que ascendió al Cielo y se sentó a la diestra de Dios en el Cielo, haciendo intercesión por cada hijo e hija de Dios, ha estado en el Cielo allí, con Su Sangre, haciendo intercesión; pero en Espíritu Santo ha estado en medio de Su Iglesia, el mismo Ángel de Jehová.

Y ahora, Él es el que ha estado en Su Iglesia de edad en edad, manifestado por medio de Sus mensajeros de etapa en etapa, hablándole a Su pueblo, al Israel celestial, que está pasando por esta Tierra.

Como el pueblo hebreo pasó por el desierto por 40 años, todo hijo de Dios está pasando por este desierto de la vida terrenal, para algún día llegar a la tierra prometida del nuevo cuerpo y a la tierra prometida del glorioso Reino Milenial; pero vean, espiritualmente entramos a la tierra prometida del bautismo del Espíritu Santo, luego de recibir a Cristo como nuestro Salvador y lavar nuestros pecados en Su Sangre.

¿Y quién es el que nos lleva a la tierra prometida, nos introduce en la tierra prometida? El Ángel de Jehová, el Ángel del Pacto, el mismo Dios con Su cuerpo teofánico.

Y ahora, estando nosotros en el desierto, como el pueblo hebreo estuvo en el desierto por 40 años viajando… ¿Y era para qué? Para escuchar la Voz de Dios. Vean, en Deuteronomio, capítulo 8, dice cuál fue el propósito de Dios con el pueblo hebreo en llevarlos por el desierto: capítulo 8 de Deuteronomio, verso 1 en adelante, dice:

“Cuidaréis de poner por obra todo mandamiento que yo os ordeno hoy, para que viváis, y seáis multiplicados, y entréis y poseáis la tierra que Jehová prometió con juramento a vuestros padres.

Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.

Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Jehová vivirá el hombre”.

Aquí, vean ustedes, Dios muestra que el propósito de tenerlos por el desierto por 40 años era para que saliera lo que había en el corazón de ellos, si iban o no iban a servir a Dios; era para que saliera de su corazón lo que había en ellos; para que así pudieran identificarse con la Palabra de Dios, pudieran agarrarse bien de la Palabra de Dios y servir a Dios con toda su alma. Pero vean ustedes, muchos no hicieron así, no mezclaron fe a lo que oían, y perecieron en el desierto.

Y ahora: “No solamente de pan vivirá el hombre (dice aquí), sino de toda Palabra que sale de la boca de Dios”, o sea, de todo lo que sale de la boca de Dios; y el mensajero de cada edad es la boca de Dios.

Moisés fue la boca de Dios para el pueblo hebreo; y de esa Palabra que Dios le daba por medio del profeta Moisés, el pueblo hebreo iba a vivir, si guardaba esa Palabra. Pero vean ustedes, muchos se levantaron en contra de Moisés, y pecaron contra Dios.

Y ahora, el mismo Ángel del Pacto o Ángel de Jehová está con el Israel espiritual, que es la Iglesia del Señor Jesucristo. Y la Iglesia como Cuerpo Místico de creyentes ha estado pasando por el desierto de la vida, de estas diferentes etapas o edades de la Iglesia; y en este tiempo final la Iglesia entra a una edad eterna, la edad prometida, la Edad de la Piedra Angular; como Cuerpo Místico la Iglesia entra a esa edad. Y como individuos, los miembros de la Iglesia de Jesucristo entran a la Edad de la Piedra Angular, en donde van a recibir la tierra prometida del nuevo cuerpo: siendo transformados los que estamos vivos (cuando veamos a los muertos resucitar en cuerpos eternos), y los muertos en Cristo pues van a resucitar; y eso corresponde a nuestra edad: la Edad de la Piedra Angular.

Ahora vean, también entraremos a la tierra prometida del glorioso Reino Milenial; porque hemos estado viviendo en estos reinos terrenales, del mundo, bajo el reino de los gentiles, que comenzó en y con el rey Nabucodonosor, y ha ido pasando de etapa en etapa, y en este tiempo final se encuentra en los pies de hierro y de barro cocido; pero seremos llevados a la tierra prometida del Reino Milenial de nuestro amado Señor Jesucristo.

Y el secreto para entrar a la tierra prometida era escuchar la Voz del Ángel del Pacto, del Ángel de Jehová, a través del cual Dios en toda Su plenitud estaba manifestado hablándole al pueblo hebreo; y por medio del profeta Moisés era comunicado al pueblo hebreo todo lo que el Ángel de Jehová hablaba.

Y ahora, vean ustedes, escuchando la Voz de Cristo es que entramos a la tierra prometida de la nueva edad: la Edad de la Piedra Angular, y entramos a la tierra prometida del nuevo cuerpo. Vamos a ser transformados, pero tenemos que estar (¿qué?) escuchando la Voz de Cristo, y mezclando fe, creyéndolo con toda nuestra alma, creyendo todo lo que Cristo, el Ángel del Pacto, nos habla en este tiempo final.

Él nos está hablando en este tiempo final como habló en las diferentes edades de la Iglesia: por medio del mensajero de cada edad. Y para el Día Postrero, dice Jesús: “Yo Jesús he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias”. Apocalipsis 22, verso 16.

Y Apocalipsis 22, verso 6, dice: “Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y el Señor, el Dios de los espíritus de los profetas, ha enviado Su Ángel, para manifestar a Sus siervos las cosas que han de suceder pronto”.

Aquí tenemos —en la Escritura— al Enviado de Jesucristo, por medio del cual Jesucristo estará hablando en este tiempo final, así como habló por medio de los siete ángeles mensajeros en las siete edades de la Iglesia gentil.

Y si oyes hoy Su Voz, la Voz de Cristo, en este tiempo final (esa Gran Voz de Trompeta o Trompeta Final por medio de Su Ángel Mensajero, dándonos a conocer todas estas cosas que deben suceder pronto), no endurezcas tu corazón.

Es Cristo hablándonos directamente a nuestra alma, y abriéndonos las Escrituras, y abriéndonos el entendimiento y el corazón, para mezclar fe a lo que Él nos habla, creerlo con toda nuestra alma, y ser preparados para ser transformados en este tiempo final; porque escuchando Su Voz es que vamos a entrar a la tierra prometida del nuevo cuerpo y a la tierra prometida del glorioso Reino Milenial; escuchando Su Voz es que vamos a ser transformados, y los muertos en Cristo serán resucitados, y luego nos iremos de aquí a la Cena de las Bodas del Cordero.

Ahora, estamos viviendo en el desierto de la vida terrenal. ¿Para qué? Para estar escuchando Su Voz. Y ya hemos visto cómo Él estaría hablando en este tiempo final: en la misma forma que habló en edades pasadas y en dispensaciones pasadas: por medio de un hombre. ¿Y quién estaría hablando? El Ángel del Pacto, el Ángel de Jehová, que es Cristo en Espíritu Santo.

Y Él es el Mensajero a Israel, pero estará primeramente en medio de la Iglesia, porque el tiempo para la Iglesia ser transformada y raptada ha llegado3; ha llegado el tiempo final, ha llegado al tiempo de la Edad de la Piedra Angular, donde son llamados y juntados todos los escogidos, y son preparados para ser transformados y raptados en este tiempo final.

Y para obtener nuestra transformación, el secreto está: ¿estar escuchando qué? Su Voz, para entrar a la tierra prometida del nuevo cuerpo.

Los que no escucharon la Voz de Dios por medio del profeta Moisés, no entraron a la tierra prometida. Los que escucharon Su Voz: Josué y Caleb, y los jóvenes de 20 años hacia abajo que habían salido de Egipto, más los jóvenes o los niños que nacieron en el desierto, vean, escucharon Su Voz y entraron a la tierra prometida.

Y ahora, jóvenes, vean ustedes, los jóvenes allá escucharon la Voz de Dios, la Voz del Ángel del Pacto por medio del profeta Moisés. ¿Y dónde están los jóvenes de nuestro tiempo que estarían escuchando la Voz de Cristo, el Ángel del Pacto, en este tiempo final? Pues aquí estamos. Aquí estamos todos.

¿Y por qué yo también? Porque yo también soy un joven; aunque esté en una casa que ya tiene más de 15 años, pero soy un joven: tengo mi cuerpo teofánico jovencito para toda la eternidad, y lo único que me falta es recibir el cuerpo físico y eterno y jovencito para toda la eternidad. Y así es para todos ustedes también, jóvenes, y para los niños también, y para los adultos y ancianos también.

Bueno, jóvenes, estamos viajando, sí. ¿Por dónde? Por el desierto de la vida terrenal. ¿Para qué? Para estar escuchando la Voz de Cristo, la Voz del Ángel del Pacto, en este tiempo final, para entrar a la tierra prometida del nuevo cuerpo y a la tierra prometida del glorioso Reino Milenial.

Y si entramos a la tierra prometida del nuevo cuerpo, hay una gran fiesta; porque eso es una fiesta lo que hay, para los que entren a la tierra prometida del nuevo cuerpo: se llama la fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo; y después regresaremos a la tierra para el Reino, para comenzar el glorioso Reino Milenial.

Recuerden que siempre, antes de comenzar a gobernar un presidente o un gobernador que sale electo (o un rey que es coronado), cuando sale electo hay una gran fiesta.

Y ahora, nosotros somos reyes y sacerdotes. Por lo tanto, cuando seamos coronados con la corona de la vida, seamos transformados, entonces habrá una gran fiesta; una gran fiesta, porque habremos obtenido la gran victoria en el amor divino total, y estaremos listos ya para el glorioso Reino Milenial.

Pero antes de comenzar el Reino Milenial tendremos la gran fiesta, la gran fiesta de la gran victoria en el amor divino; en la Casa de nuestro Padre celestial será esa fiesta. Por lo tanto, no toda persona podrá ir allá, solamente los que han obtenido la victoria; y los invitados del Antiguo Testamento, que también obtuvieron la victoria.

Por lo tanto, esa gran fiesta en el Cielo, nosotros decimos:

—“Yo no me la voy a perder, yo no me voy a perder esa fiesta”.

—“Es que ahí tenemos que tener un traje nuevo, una ropa nueva, tenemos que ir estrenando”.

No hay ningún problema: ¡Cristo ha prometido esa ropa nueva para nosotros, un cuerpo nuevo, un cuerpo teofánico nuevo y un cuerpo físico nuevo también!

Y ya nos ha dado el cuerpo teofánico nuevo, solamente nos falta el cuerpo físico y eterno. ¿Y cómo lo vamos a obtener? Escuchando Su Voz; escuchando Su Voz, permanecemos escuchando Su Voz, y, de un momento a otro, los muertos en Cristo van a resucitar y nosotros los que vivimos vamos a ser transformados.

Y no se preocupen. Algunas personas se preguntan:

—“¿Pero y…? A la Casa de nuestro Padre celestial, ¿cómo vamos a ir para allá?”.

No se preocupen.

—“Es que los aviones no llegan hasta allá”.

No se preocupen: los carros de fuego sí. ¡Con razón están apareciendo tanto por la América Latina y el Caribe! Y nos son poquitos, son millones de carros de fuego.

A Elías se lo llevó uno4, a Enoc también se lo llevó uno5, y a nosotros nos llevará a la Casa de nuestro Padre celestial. Ese es uno de los propósitos de los carros de fuego o platillos voladores que están apareciendo: van a llevar a la Casa de nuestro Padre celestial a los escogidos de Dios.

Bueno, vamos a dejarlo ahí quietecito.

Recuerden que estamos VIAJANDO POR EL DESIERTO DE LA VIDA TERRENAL, para estar escuchando (¿qué?) la Voz de Cristo: estar siendo guiados por Cristo, el Ángel del Pacto; porque ningún ser humano conoce ese camino —por el desierto— para llegar a la Casa de nuestro Padre celestial, para llegar a la tierra prometida; pero el Ángel del Pacto sí conoce ese camino, y Él es el que va delante de nosotros guiándonos. No nos guiamos nosotros a nosotros mismos, sino que Él es el que nos guía a nosotros, como guio al pueblo hebreo; y el secreto está en permanecer escuchando Su Voz y siguiendo Su guianza todos los días de nuestra vida.

Ha sido para mí un privilegio, jóvenes, estar con ustedes en esta tarde, dándoles testimonio de estas cosas correspondientes a este tiempo final; dándoles testimonio del viaje por el desierto de la vida terrenal, porque estamos VIAJANDO POR EL DESIERTO DE LA VIDA TERRENAL; y después viajaremos, en el nuevo cuerpo, viajaremos en esta Tierra, pero también en el universo completo.

Que las bendiciones de Jesucristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también; y pronto se complete el número de los escogidos de Dios, y pronto todos seamos transformados y llevados con Cristo a la gran fiesta de la Cena de las Bodas del Cordero en el Cielo. En el Nombre Eterno del Señor Jesucristo. Amén y amén.

Era solamente un saludito, pero el saludito se nos convirtió ya en unas palabritas más extensas…

Es que no podemos hablar sin dar a conocer el Programa de Dios correspondiente a nuestro tiempo. Y en el Programa de Dios correspondiente a nuestro tiempo, a nosotros nos ha tocado la mejor parte: somos los que estaríamos en la Tierra para recibir a Cristo en Su Segunda Venida y para recibir nuestra transformación en este tiempo final. Y por eso a esas promesas divinas mezclamos fe, las creemos con toda nuestra alma.

Y este es el tiempo (¿qué?) más glorioso de todos los tiempos. Este es el tiempo en que vamos a ser adoptados. Este es el tiempo en que vamos a ser transformados los que vivimos y los muertos en Cristo van a ser resucitados en cuerpos eternos. Dios lo ha prometido y nosotros lo creemos, con toda nuestra alma.

“VIAJANDO POR EL DESIERTO DE LA VIDA TERRENAL”.

[Revisión noviembre 2020]

1 Deuteronomio 18:15

2 Deuteronomio 18:18-19

3 Los Sellos, pág. 57, párr. 18

4 2 Reyes 2:11

5 Génesis 5:24

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