Ya es tiempo de estar en el lugar seguro

Muy buenas noches, amables amigos y hermanos presentes, y los que están a través del satélite Amazonas o de internet en diferentes naciones. Es una bendición grande estar con ustedes en esta ocasión, para compartir con ustedes unos momentos de compañerismo alrededor de la Palabra de Dios y Su Programa correspondiente a este tiempo final.

Para lo cual leemos un pasaje en Isaías, capítulo 60, verso 1 en adelante, donde nos dice:

“Levántate, resplandece; porque ha venido tu luz, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti.

Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad las naciones; mas sobre ti amanecerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria.

Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento”.

Que Dios bendiga nuestras almas con Su Palabra y nos permita entenderla.

“YA ES TIEMPO DE ESTAR EN EL LUGAR SEGURO”. Es nuestro tema para esta ocasión.

Es importante estar en lugar seguro en todo tiempo, y más cuando se anuncia que vendrán tinieblas sobre la Tierra. Este pasaje nos habla en el campo espiritual, pero también tiene su cumplimiento en el campo literal.

Ahora, mirando este pasaje desde el punto de vista espiritual, nos habla de un resplandecer para los que se levantan, y una Luz que les alumbrará.

En el campo espiritual encontramos que Cristo es la Luz. Él dijo: “Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la Luz de la Vida”. San Juan, capítulo 8, verso 12.

Siendo Cristo la Luz: esta Luz que resplandece, esta Luz que viene, es la Venida del Señor; la cual se cumplió dos mil años atrás en medio del pueblo hebreo. Y esto concuerda con Isaías, capítulo 9, versos 1 en adelante, donde dice:

“Mas no habrá siempre oscuridad para la que está ahora en angustia, tal como la aflicción que le vino en el tiempo que livianamente tocaron la primera vez a la tierra de Zabulón y a la tierra de Neftalí; pues al fin llenará de gloria el camino del mar, de aquel lado del Jordán, en Galilea de los gentiles.

El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos”.

Y ahora, esta Escritura profética —la cual tendría su pleno cumplimiento en la Venida del Mesías—, cuando Jesús estuvo sobre la Tierra —o Yeshua— (en el capítulo 4 de San Mateo) tuvo cumplimiento en Galilea, donde se crio Jesús; donde iba con Pedro, Jacobo y Juan (que eran pescadores), viajaba en las embarcaciones de ellos, predicaba desde las embarcaciones de ellos; y así por el estilo encontramos una relación de Jesús con los pescadores muy hermosa, la cual es profética.

Veamos, capítulo 4 de San Mateo, versos 12 en adelante, dice:

“Cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, volvió a Galilea;

y dejando a Nazaret, vino y habitó en Capernaum, ciudad marítima, en la región de Zabulón y de Neftalí,

para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo:

Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí,

Camino del mar, al otro lado del Jordán,

Galilea de los gentiles;

El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;

Y a los asentados en región de sombra de muerte,

Luz les resplandeció”.

Y ahora, cuando Jesús está predicando en medio de la tierra de Galilea (ese territorio que constaba de unas cuantas ciudades), allí la Luz estaba resplandeciendo. ¿Y era qué? Cristo, la Luz del mundo resplandeciendo, a medida que en Su ministerio les predicaba la Palabra.

Y ahora, dice:

“Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.

Y ahora vean, es que está predicando el Evangelio del Reino, anunciándoles que el Reino de los Cielos se ha acercado; y así está resplandeciendo Cristo, la Luz del mundo, a medida que resplandece por medio de Su ministerio trayendo el Mensaje, la Palabra, para el pueblo.

Sigue diciendo:

“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores.

Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres”.

Los apóstoles y los que llevan el Mensaje evangelizando son pescadores de hombres, y las personas que escuchan son tipificados en peces, y los que reciben a Cristo como Salvador son peces que han sido tomados en la red del Evangelio y colocados en el Reino de Dios.

Por eso también en San Juan, en el último capítulo, encontramos allí un pasaje muy importante: ya Cristo resucitado estando entre Sus discípulos y apareciendo en diferentes ocasiones. En esta ocasión que les aparece, miren lo que sucede allí: en el capítulo 21, versos… verso 9 en adelante, dice:

“Al descender a tierra…”.

Verso 5 en adelante dice, del capítulo 21 de San Juan:

“Y les dijo: Hijitos, ¿tenéis algo de comer? Le respondieron: No.

Él les dijo: Echad la red a la derecha de la barca, y hallaréis. Entonces la echaron, y ya no la podían sacar, por la gran cantidad de peces.

Entonces aquel discípulo a quien Jesús amaba dijo a Pedro: ¡Es el Señor! Simón Pedro, cuando oyó que era el Señor, se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella), y se echó al mar.

Y los otros discípulos vinieron con la barca, arrastrando la red de peces, pues no distaban de tierra sino como doscientos codos.

Al descender a tierra, vieron brasas puestas, y un pez encima de ellas, y pan (o sea, Jesús estaba cocinando, y era por la mañana: preparando el desayuno).

Jesús les dijo: Traed de los peces que (habéis pescado)”.

Y por supuesto, el fuego ya estaba preparado; tenían que colocar ahí algunos pececitos para el desayuno de todos.

“Subió Simón Pedro, y sacó la red a tierra, llena de grandes peces, ciento cincuenta y tres; y aun siendo tantos, la red no se rompió”.

Ciento cincuenta y tres [153] peces grandes pesan mucho, y una red se puede romper. Estos grandes peces son tipo y figura de los escogidos que Dios va a llamar en este tiempo final, representa a los escogidos del Día Postrero, tanto de la Iglesia como del pueblo hebreo, que son 144.000.

Los del pueblo hebreo son 144.000, 12.000 de cada tribu de los hijos de Israel. Y de la Iglesia, no sabemos cuántos; pero ojalá sean muchos, porque entonces pueden entrar también nuestros familiares.

“Les dijo Jesús: Venid, comed. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle…”.

¿Y qué no se atrevían a preguntarle? Vean, no lo conocían bien, porque en el cuerpo glorificado hay un cambio.

Cuando los familiares suyos, o usted, ya esté transformado, si tiene 50, 60, 70 u 80 años, cuando tenga el nuevo cuerpo representará de 18 a 21 años de edad. Y los familiares suyos dirán:

—“¿Y tú quién eres? Sabes muchas cosas que sabía mi nieto, o mi hijo, el cual murió y tenía tantos años, o el cual estaba vivo y no sabemos dónde está. Tú hablas muchas cosas como él hablaba, y conoces cosas que él conocía. Pero tú… ¿quién eres?”.

Y si le dice: “Papá, soy yo”, o: “Mamá, soy yo”, no lo podrá creer; a menos que sea una creyente conocedora de estas cosas.

Pero miren:

“Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres?”.

Ellos mismos ni sabían, no estaban seguros que era Jesús, porque cuando Él murió estaba lleno de golpes, Su rostro desfigurado…, Él tenía unos 33 años de edad; y ahora, al estar glorificado, el cuerpo glorificado representa de 18 a 21 años de edad, es interdimensional; y por eso Él pasaba…, con las puertas cerradas pasaba a través de las paredes y aparecía donde ellos; y ellos creían que era un espíritu. Pero dice: “Un espíritu no tiene carne y hueso como Yo tengo”[1], y podía comer con ellos.

Así que ellos estaban sorprendidos, durante cuarenta días no podían comprender bien lo que había pasado. Pero ellos sabían que era el Señor, aunque no podían comprender: “Pero ¿cómo es posible que ahora este joven sea el Señor Jesucristo, nuestro Señor?”.

“Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ¿Tú, quién eres? sabiendo que era el Señor.

Vino, pues, Jesús, y tomó el pan y les dio, y asimismo del pescado.

Esta era ya la tercera vez que Jesús se manifestaba a sus discípulos, después de haber resucitado de los muertos”.

O sea que no todos los días Él les aparecía, sino durante 40 días apareció en diferentes ocasiones. Pensemos que todos los sábados les aparecía, para entonces poder comprender que les apareció de siete a ocho veces durante ese tiempo, o de seis a ocho veces. Y hablaba con ellos.

Él dijo que no lo iban a ver más, por el momento, pero luego lo iban a ver; o sea, iba a morir: no lo verían.

Por eso decía: “Me veréis, y no me veréis”. Esa forma de hablar de Jesús: “Un poquito, y no me veréis; y un poquito… y otro poquito, y me veréis”.

“Un poquito, y no me veréis”, o sea, dentro de algunos días; “y no me veréis”, porque iba a morir. Y “un poquito (tres días), y luego me veréis”[2].

Y ahora, ya Jesús con el cuerpo glorificado ya no tenía más problemas, ya no lo podían matar de nuevo; y nunca más lo podrán matar, porque ya no está en el Programa Divino que vuelva a morir. Por eso es un solo Sacrificio[3], y con ese solo Sacrificio ha hecho perfecto a todos los creyentes en Él, escritos en el Cielo, en el Libro de la Vida del Cordero.

Y ahora, Cristo estando en medio de ellos, antes de Su muerte y resurrección les decía: “Yo soy la Luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, mas tendrá la Luz de la Vida”. Por lo tanto, cuando Cristo predicaba allá en Nazaret, comenzando Su ministerio, comenzó el pueblo asentado en tinieblas a ver una gran Luz: a Cristo, la Luz del mundo, resplandeciendo, alumbrando —por medio de la predicación del Evangelio del Reino— a todas las personas que lo escuchaban.

“El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz;

Y a los asentados en (tinieblas y) sombra de muerte,

Luz les resplandeció”.

Así, en el campo espiritual, el ser humano luego que pecó quedó en tinieblas, en sombra de muerte, por causa de que murió a la vida eterna; y por consiguiente, con el peligro de morir espiritualmente, de morir la persona con la segunda muerte, que es el lago de fuego.

Pero Cristo, la Luz del mundo, resplandece y alumbra nuestra alma, ¿para qué? Para que haya un despertamiento espiritual, una resurrección espiritual del ser humano, que murió allá en el Huerto del Edén, murió a la vida eterna; y por consiguiente ahora necesita que su alma resucite, que el ser humano interiormente resucite a la vida eterna, por medio de escuchar la Voz de Cristo, como la escuchó Lázaro allá en la tumba cuando Jesús dijo: “¡Lázaro, ven fuera!”[4].

Así es el llamado para cada persona. Es llamado para venir a los Pies de Cristo, y así tener nuevamente vida eterna el ser humano; vida eterna la cual perdió en el Huerto del Edén.

El milagro es más grande que el que hizo al resucitar a Lázaro; allí fue una resurrección física, la cual da testimonio de una resurrección física que Él va a realizar en el Día Postrero a todos los creyentes en Él que han muerto físicamente; pues Él dice:

[San Juan 5:24] “El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”.

Y hablando de la resurrección para el Día Postrero, dice en San Juan, capítulo 6, las siguientes palabras… Verso 39 al 40, de San Juan, capítulo 6, dice Cristo:

“Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.

Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”.

Solamente los creyentes en Cristo tienen la promesa de una resurrección a vida eterna en el Día Postrero; resucitarán en cuerpos eternos, cuerpos inmortales, cuerpos glorificados.

Es una bendición muy grande para todos los creyentes en Cristo, los cuales primeramente han pasado por una resurrección espiritual, han resucitado a la vida eterna en el Cuerpo Místico de Cristo, y por consiguiente ya han confirmado su lugar en el Reino de Cristo, en el Reino de Dios.

Y ahora, estamos esperando la resurrección de los muertos creyentes en Cristo, porque ya hemos entrado al Día Postrero, que es el milenio postrero, el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá; y conforme al calendario gregoriano ya estamos once años dentro del séptimo milenio (de Adán hacia acá), o tercer milenio de Cristo hacia acá; porque de Cristo hacia acá son tres milenios.

Los tres días postreros delante de Dios son los tres milenios postreros, que son: quinto milenio (el cual en los días de Jesús comenzó), sexto milenio y séptimo milenio; esos son los tres días postreros, que son llamados los días postreros en la Escritura. Y de los tres días postreros, el último es el séptimo milenio de Adán hacia acá o tercer milenio de Cristo hacia acá.

Por eso es que en los días de Jesús y de los apóstoles, ellos decían que ya estaban en los días postreros y que Dios había hablado por medio de Cristo en los días postreros; dice San Pablo en Hebreos, capítulo 1, verso 1 al 3.

Y San Pedro, en el capítulo 2 del libro de los Hechos, dice que Dios había prometido (por medio del profeta Joel) derramar de Su Espíritu en los días postreros; y ya estaba derramando de Su Espíritu Santo en aquellos días, porque habían comenzado ya los días postreros.

Y ahora, para el Día Postrero hay grandes bendiciones prometidas de parte de Dios para todos los creyentes en Cristo: una resurrección para todos los creyentes en Cristo que han muerto físicamente: en cuerpos glorificados resucitarán, cuerpos eternos, inmortales y jóvenes; y una transformación para los que estén vivos y estén esperando la Venida del Señor y la transformación de sus cuerpos; esos serán los escogidos del Día Postrero, de la Iglesia del Señor Jesucristo.

Por lo tanto, en este tiempo final están siendo llamados y juntados todos los escogidos de Dios; la Voz de Cristo por medio del Evangelio de Cristo está llamando y juntando a todos los escogidos de Dios en este tiempo final.

Esa Trompeta del Evangelio de Cristo está sonando en este tiempo final, juntando a todos los escogidos, juntamente con la Trompeta del Evangelio del Reino en este Día Postrero. Luego vendrá la resurrección de los muertos en Cristo en cuerpos glorificados, y la transformación de todos los creyentes vivos, nacidos de nuevo en el Cuerpo Místico de Cristo.

Por eso es tan importante estar en un lugar seguro. ¿Y cuál es el lugar seguro? Cristo. Y por consiguiente, estar en Cristo, en el Cuerpo Místico de Cristo, en la etapa que corresponde a este tiempo, es estar en el lugar seguro, en donde los creyentes obtendrán la adopción, que será la redención del cuerpo, o sea, la transformación de sus cuerpos para los que están vivos, y la resurrección de los muertos en Cristo de diferentes tiempos pasados, y algunos de nuestro tiempo también que han partido.

Cada uno de los creyentes en Cristo de edades pasadas estuvo en el lugar seguro de su tiempo: en Cristo, en el Cuerpo Místico de Cristo, en el Redil del Señor.

Y ahora, hemos llegado al tiempo final, hemos llegado al tiempo en donde, cuando se termine de juntar el resto del Cuerpo Místico de Cristo que falta, vendrá la resurrección, y luego la transformación de los vivos.

Por lo tanto, estemos siempre en el lugar seguro: en el Cuerpo Místico de Cristo, en la etapa correspondiente a nuestro tiempo. Y eso es estar en Cristo firmes: siempre con la fe puesta en Cristo.

Nunca se aparte de Cristo. No importa los problemas que tenga: permanezca en Cristo, creyendo, y sirviéndole todos los días de vuestra vida.

Algún día seremos transformados. No importa cuántos días transcurran, o meses, o años, llegará el momento para la resurrección de los muertos en Cristo y la transformación de nosotros los que vivimos.

“YA ES TIEMPO DE ESTAR EN EL LUGAR SEGURO”.

Yo estoy en el lugar seguro: en Cristo, en la etapa correspondiente a nuestro tiempo, como un miembro del Cuerpo Místico de Cristo nuestro Salvador.

“YA ES TIEMPO DE ESTAR EN EL LUGAR SEGURO”.

Que las bendiciones de Cristo, el Ángel del Pacto, sean sobre todos ustedes y sobre mí también.

“YA ES TIEMPO DE ESTAR EN EL LUGAR SEGURO”.

[Revisión octubre 2025]

[1] San Lucas 24:39

[2] San Juan 16:16-17

[3] Hebreos 10:12

[4] San Juan 11:38-44

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